Antes
de que el portavoz de la cámara tome la palabra en esta reunión , hay un par de
cosas que quiero decir. Roma no corre peligro estando a mi cuidado, y nadie vendrá
a causarle mal. Volverá la ley justa, regresará la República a sus días de
gloria; pero eso son cosas que emanarán de las decisiones de nuestro interrex y
no insistiré en ello. Lo que sí quiero decir es que he tenido a mis órdenes
hombres muy capaces, y hora es de que se lo agradezca. Comenzaré por los que no
están presentes: Cneo Pompeyo, que ha asegurado la cosecha de Sicilia y con
ello salvado a Roma del hambre este invierno... Lucio Marco Filipo, que el año
pasado aseguró la cosecha de Cerdeña, y este año se enfrentó al enviado contra
él, Quinto Antonio Balbo, y le dio muerte en combate. Cerdeña está en nuestro
poder... En Asia he dejado hombres excelentes que cuidarán la provincia romana
más rica y valiosa: Lucio Licinio Murena, Lucio Licinio Lúculo y Cayo
Escribonio Curio... Y aquí, conmigo, están mis más fieles seguidores en momentos
difíciles y desesperados: Quinto Cecilio Metelo Pío y su legado Marco Terencio Varrón Lúculo, Publio Servilio Vatia, Cneo Cornelio
Dolabela el viejo, Marco Licinio Craso...
Debo
deciros, además, que sé que vosotros sois conscientes de que el cargo de
dictador es para seis meses, pero en seis meses no habré podido hacer nada para solucionar los graves problemas de Roma.
Créeme, senadores, no quiero el maldito cargo ni un solo día, y menos para toda
la vida. Cuando considere que he culminado la tarea, lo dejaré. Pero en seis
meses es imposible hacerla.
Y
ahora os estaréis preguntando por qué. Pues por una sencilla razón: la
situación financiera de Roma es un caos. Para restablecerla debidamente se
necesitará un año, quizá dos. Hay veintisiete legiones por licenciar, buscarles
parcelas y pagarlas. Hay que hacer que los que apoyaron los regímenes ilegales
de Mario, Cinna y Carbón no escapen al castigo. Las leyes de Roma están
anticuadas, sobre todo en relación con los tribunales y los gobernadores de
provincias. Sus servidores civiles están desorganizados e incurren en letargo y
codicia. Se han robado tantos tesoros, dinero y lingotes de los templos, que
nuestro Erario cuenta aún con doscientos ochenta talentos de oro y ciento
veinte de plata, a pesar de los despilfarros de este año. El templo de Júpiter
Optimus Maximus es una pavesa. ¿Continúo, senadores?
Ya
imagino que estáis inquietos con la idea de que me siga prorrogando el cargo de
dictador cada seis mesos, pero ¿creéis que me va a resultar agradable?.¡
Necesito tiempo y tenéis que entenderlo!. Tres de cada seis meses me los
tendría que pasar contentando a las centurias. ¡ Rogando, dando explicaciones,
excusándome, pintándolo todo de rosa, acariciando la bolsa de todos los
caballeros comerciantes y convirtiéndome en la puta más vieja y detestable del
mundo!. Pues no, comodones holgazanes, ¡no voy a perder el tiempo ni pasar por
eso!, ¡lo haré a mi manera o no lo haré! ¿Me oís, miserable conjunto de tontos y
cobardes hipócritas que se quedan en casa? ¡Queréis que Roma se recupere, pero
reclamáis el derecho inmerecido de hacer de la vida del que va a acometer la
tarea lo más angustioso, penoso y servil posible! Bien, padres conscriptos,
decidíos ahora mismo, porque Lucio Cornelio Sila ha vuelto a Roma y si se lo propusiera
podría sacudirla en sus cimientos hasta convertirla en ruinas. ¡Tengo en el
campo del Lacio un ejército
que hubiera podido hacer entrar en la ciudad para echarlo sobre vuestros despreciables
pellejos como lobos sobre corderos! No lo he hecho. He actuado conforme a
vuestros intereses desde que llegué al Senado, y sigo haciéndolo.
Pacíficamente; por las buenas. Pero estáis poniendo a prueba mi paciencia, os lo
advierto con toda amabilidad. Seré dictador cuanto tiempo sea necesario. ¿Está
claro? ¿Lo está, panda de inútiles?.
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