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viernes, 30 de diciembre de 2022

CARTA DEL GENERAL LUCIO LICINIO LÚCULO AL DICTADOR LUCIO CORNELIO SILA



Tengo buenas esperanzas de que esto acabe en primavera gracias a una sorprendente circunstancia de la que te hablaré más adelante. En primer lugar, quiero que me concedas un favor. Si logro tomar Mitilene en primavera, ¿puedo regresar a Italia? Ha sido una larga campaña, querido Lucio Cornelio, y tengo ganas de ver Roma, y no digamos a ti. Mi hermano Varrón Lúculo es ya de edad y experiencia para ser edil curul, y me gustaría compartir con él la edilidad. No hay cargo como ése para que lo compartan dos hermanos con la aprobación popular. ¡ Imagínate qué juegos organizaríamos!. Yo tengo treinta y ocho años y mi hermano treinta y seis, casi la edad del pretorado, y no hemos sido ediles. Te ruego que nos concedas ese cargo y luego el de pretor lo antes posible. De todos modos, si consideras que mi solicitud es imprudente o inmerecida, lo entenderé.

 

Parece que Termo controla la provincia de Asia, una vez que a mí me ha asignado el asedio de Mitilene para tenerme entretenido y que no le estorbe. Realmente no es mala persona. Los indígenas le estiman porque tiene paciencia para escuchar sus cuentos de por qué no pueden pagar el tributo, y a mí me gusta porque después de escucharlos con tanta paciencia insiste en que deben pagarlo.

 

Las dos legiones que tengo están formadas por tropas muy tormentosas. Las tuvo Murena en Capadocia y Ponto y Fimbria antes que él. Tienen una independencia de criterio que no me gusta nada, y estoy tratando de quitársela. Naturalmente, están resentidas por tu edicto que no les permite regresar a Italia por haber sancionado el asesinato de Flaco por mano de Fimbria, y periódicamente me envían una delegación para solicitar que se derogue. Saben que dan en hierro frío y al mismo tiempo se dan cuenta de que las diezmaré apenas me den una excusa. Son soldados romanos y tienen que hacer lo que se les ordene. Me pongo frenético cuando los veteranos que han ascendido a oficial y los tribunos jóvenes se creen con derecho a opinar. Pero más adelante te hablo de esto.

 

Yo creo que, tal como andan las cosas, Mitilene habrá cedido bastante en su resistencia en primavera, y entonces intentaré un asalto frontal. Dispondré de varias torres y no puede fallar. Si logro someter esta ciudad antes del verano, el resto de la provincia de Asia se doblegará sumisa.

 

El principal motivo por el que tengo tantas esperanzas se debe a que dispongo de la imponente flota enviada por -ni te lo imaginas- ¡Nicomedes!. Termo envió a tu sobrino político, Cayo Julio César, a finales de quintilis, para solicitarla, y me escribió comunicándomelo, bien que ninguno de los dos esperábamos contar con ella antes de marzo o abril. Pero, mira por dónde, Termo tuvo la audacia de reírse de la seguridad que mostraba el joven César diciéndose capaz de tener reunida la flota tan pronto. Bien, César partió y pidió la flota que Termo quería en una fecha determinada, sin andarse con rodeos. Cuarenta naves, la mitad de ellas quin querremes y trirremes cubiertas, para entregar en las calendas de noviembre. Las órdenes que había dado Termo a este joven arrogante.

 

¿ Y querrás creer que César apareció en mi campamento en las calendas de noviembre con una flota mejor de lo que habría podido esperarse de una persona como Nicomedes?. ¡Y con dos galeras de dieciséis órdenes de remos por las que no he tenido que pagar más que la manutención y los sueldos de las tripulaciones!. Cuando vi la cuenta me quedé aturdido; Bitinia tendrá su ganancia, pero no escandalosa. Lo que me obliga a devolvérsela honorablemente en cuanto caiga Mitilene. Y habrá que pagar. Desde luego, espero poder sacar la suma del botín. Pero si no fuese tan importante como creo, ¿podrías hacer que el Tesoro concediese un empréstito especial?.

 

Tengo que añadir que el joven César se mostró arrogante e insolente cuando me entregó la flota, y me vi obligado a pararle los pies. Naturalmente, sólo hay un medio para haber podido conseguir tan magnífica flota en tan poco tiempo de ese maricón de Nicomedes: acostarse con él. Así se lo dije para que no se diera aires, ¡pero mucho dudo que haya manera de bajarle a César los humos!. Se revolvió como una serpiente de cascabel y me dijo que no necesitaba recurrir a trucos de mujeres para obtener las cosas, y que el día que tuviera que hacerlo se clavaría la espada. Me dejó pensando en cómo someterle a la disciplina; un problema que no suelo tener, como bien sabes. Al final pensé que quizá sus colegas tribunos militares lo consigan. Los recordarás, pues debiste verlos en Roma antes de que marcharan. Son Gabinio, los dos Léntulos, Octavio, Mesala Rufo, Bibulo y el hijo de Filipo.

 

Tengo entendido que el pequeño Bibulo lo intentó y acabó en lo alto de un armario. Desde entonces se han dividido bastante las filas de los tribunos; César ha formado bando con Gabinio, Octavio y el hijo de Filipo; Rufo es neutral, y los dos Léntulos y Bíbulo le odian. Siempre surgen problemas durante las operaciones de asedio; por supuesto, es consecuencia del hastío, y resulta difícil azotar a estos díscolos por faltas de servicio, incluso para mi. Pero es que César causa dificultades sin cuento. Detesto tener que molestarme con una persona a este nivel tan bajo, pero no he tenido más remedio en varias ocasiones. César es tremendo. Bien parecido, seguro de sí mismo, muy consciente de su, ¡ay!, gran inteligencia.

 

Aunque hay que decir que César presta servicio. No para. Yo no sé cómo puede ser, pero casi todos los oficiales por ascenso le conocen, y -lo que es peor- le estiman. Él sabe imponerse. Mis legados han optado por eludirle porque no acepta órdenes en una tarea si a él no le parece bien la forma en que se hace. ¡Y desgraciadamente, la manera que él dice es siempre la mejor!. Es uno de esos individuos que se lo saben todo de antemano, antes de que se dé el primer golpe o el subordinado grite la primera orden. La consecuencia es que la mayoría de las veces mis legados quedan en ridículo, azorados.

 

La única manera que hasta ahora he logrado descubrir que menoscaba su seguridad es comentar cómo logró obtener la flota del rey Nicomedes a precio de ganga. Eso sí funciona; hasta el punto de que se indigna profundamente. Pero ¿piensas que él iba a hacer lo que yo quería, que me agrediese, dándome una excusa para someterle a un tribunal militar?. ¡No!. Es demasiado listo y sabe dominarse. ¡Y tuvo la impudicia de comentarme que mi alcurnia comparada con la suya es menos que polvo!.

 

Basta de jóvenes tribunos. Tengo que encontrar algo que decir de los oficiales mayores, los primeros legados, por ejemplo. Pero me temo que no se me ocurre nada.

 


Me han dicho que has entrado en el mundo de los negocios y que le has encontrado a Pompeyo el joven Carnicero una esposa de categoría muy superior a él. Si te queda tiempo podrías encontrarme una esposa. Estoy fuera de Italia desde que cumplí treinta años y ya tengo casi la edad de pretor y sin esposa ni hijo que me suceda. Lo malo está en que prefiero el buen vino, la buena comida y pasarlo bien en vez de la clase de mujer con la que un Licinio Lúculo debe casarse. Además, me gustan las mujeres muy jóvenes, y ¿quién va a estar tan apurado económicamente que me dé una hija de trece años? Si sabes de alguien, dímelo. Mi hermano se niega rotundamente a actuar de intermediario, así que ya puedes imaginarte lo que me alegra saber que tú te dedicas a ello.

 

Te quiero y te echo de menos, querido Lucio Cornelio.


martes, 2 de junio de 2015

CONVERSACIÓN DE ENTRE SILA Y SU LUGARTENIENTE VARRÓN LÚCULO SOBRE LAS MUJERES





Dicen que al Dictador le bastaba con sus besos, pues gran dama aristocrática patricia Valeria Mesala era una preciosidad de mujer. Hasta el momento, su cuarto matrimonio había sido una agradable experiencia para Sila, pero no muy estimulante. Y en parte era debido a su edad y a la enfermedad que lo consumía; lo sabía. Pero más aún a los defectos seductores y sensuales de las romanas aristócratas, que no sabían relajarse debidamente en la cama para aceptar las triquiñuelas sexuales que el dictador ansiaba que Valeria se lo follara. Fallaba su energía y necesitaba esas triquiñuelas. ¿Por qué las mujeres, aun amando locamente a un hombre, no podían ceder incondicionalmente a sus fantasías sexuales?, se preguntaba Sila, y se lo preguntó a su lugarteniente Varrón Lúculo.




-Yo creo que las mujeres son receptáculos pasivos, Lucio Cornelio. Están hechas para sujetar cosas, desde el pene de un hombre hasta un niño. Y quien sostiene cosas es un ser pasivo. ¡Tiene que ser pasivo, si no la sujección peligra! Lo mismo sucede con los animales. El macho es el activo y sacia su gran deseo montando a varias hembras.

-¿Quieres decir, querido Varrón, que un hombre decente casado debe andar fornicando con la mitad de las hembras de Roma?

-¡No, no, desde luego que no!. ¡Todas las hembras son pasivas y no hallaría satisfacción!

-Entonces, ¿dices que si un hombre quiere saciar sus deseos carnales ha de emparejarse con otro hombre?
.
-¡Oh! ¡Ah! ¡Hummm! No, Lucio Cornelio; claro que no. Ni mucho menos.

-Entonces, ¿qué hace un hombre decente casado?

-Me gusta estudiar los fenómenos naturales, sí, pero esto son cuestiones que no alcanzan a mis conocimientos
.
-¡Cálmate, Varrón, te lo preguntaba en broma!

-Contigo nunca se sabe, Lucio Cornelio, si las mujeres de Roma te amaron con locura, por algo será.




miércoles, 14 de enero de 2015

CARTA DE VARRÓN LÚCULO A CAYO JULIO CÉSAR


Puedes imaginarte el revuelo que hay en Roma. Te escribo a ti, César, porque tú estás de momento al margen de los acontecimientos y necesito airear mis pensamientos con la pluma, no soy cronista y no encuentro a quién mejor escribir. Estoy condenado a permanecer en Roma suceda lo que suceda, salvo en el caso de fallecimiento de los dos cónsules; y como el primer cónsul es mi hermano y el segundo cónsul es mi tío, no se lo deseo a ninguno de los dos. ¿Por qué estoy condenado a quedarme en Roma? Me han elegido primer cónsul para el año próximo. ¿No es estupendo? Mi colega es Cayo Casio Longino; buena persona, creo.

 

Primero, algunas noticias locales. Habrás sabido probablemente que nuestro mutuo amigo Cayo Verres logró engatusar tan bien al electorado y a los oficiales, que ha sido elegido pretor urbano. ¿Pero te has enterado de cómo ha sabido convertir ese cargo ingrato en un buen negocio? Al morir el plutócrata Lucio Minucio Basilo sin hacer testamento, Verres tuvo que registrar las peticiones de sus parientes más allegados reclamando la herencia. Su pariente más próximo es un sobrino llamado Marco Satrio, y ¿sabes quién lo impugnó? Nada menos que Hortensio y Marco Craso, que tenían alquiladas a Basilo unas importantes fincas; y ahora se personan ante Verres y alegan que Basilo se las habría dejado si hubiese hecho testamento. ¡Y Verres aceptó sus pretensiones! Y Hortensio y Marco Craso son más ricos y Satrio se ha quedado más pobre. En cuanto a Cayo Verres, no creerás que ha ayudado a Hortensio y a Marco Craso por bondad de corazón, ¿verdad?


No nos ha faltado la habitual oveja negra de los diez tribunos de la plebe. La de este año es un hombre extraño llamado Lucio Quintio. Tiene cincuenta años y es autodidacta, le gusta vestirse cuando no está obligado a llevar la toga con una túnica larga de púrpura de Tiro, y es un individuo lleno de detestables exageraciones de palabra y gesto. No llevaba el colegio un día en el cargo, cuando ya ese Quintio estaba arengando a la multitud en el Foro para que se restablecieran los plenos derechos del tribunado, y en el Senado concentró todo su veneno contra mi hermano.

 

Quintio está ahora muy tranquilo y formal. Mi querido hermano Lúculo le atajó brillantemente, con un ataque en dos fases (como él dice). La primera consistió en echar al tribuno de la plebe del año pasado, Quinto Opimio, a los perros; los perros son Catulo y Hortensio, quienes le acusaron de abusar constantemente de su autoridad y lograron que se le multara con una suma equivalente a su fortuna, por lo que se ha visto obligado a retirarse de la vida pública, arruinado. La segunda fase consistió en un discurso suave y razonable, susurrado sin pausa al oído de Quintio, en el sentido de que si no cierra la boca y modera su actuación, él también será arrojado a Catulo y Hortensio y se verá sancionado con una multa equivalente a su fortuna. Le costó un poco, pero al final dio resultado.


Por si te crees que has caído totalmente en el olvido, te diré que no, querido César. Toda Roma habla de los devaneos que tuviste con unos piratas y de cómo los crucificaste contra la voluntad del gobernador. ¿Cómo?, te oigo decir, ¿ya lo saben en Roma? ¡Pues si! Y no ha sido Junco quien lo ha contado. Fue su procuestor, ese Pompeyo que ha tenido la osadía de añadir el sobrenombre de Bitínico a su mediocre apellido, quien  escribió la historia a todo el mundo. Se ve que su intención era que Junco quedase como el héroe, pero todos -incluso Catulo- te consideran a ti el héroe. De hecho, se habló de concederte una corona naval pero Catulo no estaba dispuesto a tanto y recordó a los padres conscriptos que eras un privatus y no tenías derecho a condecoraciones militares.




Se ha hablado mucho de piratas este año en la Cámara; pero, por favor, no creas que para nada sustancial. Sea porque Filipo parece afectado de letargo crónico, o porque Cetego casi no ha asistido a ninguna reunión, o porque Catulo y Hortensio últimamente están más interesados por los tribunales que por el Senado, el hecho es que este año las sesiones de la Cámara han sido soporíferas. ¿Tomar decisiones? ¡Imposible! ¿Activar los asuntos? ¡Imposible!

 

De todos modos, en enero, nuestro pretor Marco Antonio se obstinó en que le asignaran la misión especial de erradicar la piratería de nuestro mar. El principal motivo por el que lo demandó parece ser que es el hecho de que a su padre, el Orator, le encomendaron igual empresa hace treinta años. No cabe duda de que la piratería se ha extendido muy seriamente y que en estos tiempos de carestía de trigo tenemos que proteger los embarques de Oriente. Sin embargo, casi todos nos sentimos inclinados a reír pensando en que a Antonio -que, desde luego, no es un monstruo como su hermano Hibrida, pero si que es un simpático idiota e irreflexivo- se le encomendase la importante misión de acabar con los piratas de un extremo al otro del Mediterráneo.

 

La discusión fue interminable y no se llegó a conclusión alguna. Salvo que Metelo, el hijo mayor del Caprario (que es pretor este año) pensó que era una buena idea y comenzó a presionar para que le diesen a él la misión, Y cuando las maniobras de Metelo pusieron en peligro la solicitud de Antonio, éste fue a ver - ¿sabes a quién?- ¡a Praecia! La querida de Cetego, que le tiene bajo su delicado pie de tal forma, que cuando algún grupo de presión quiere algo de Cetego, ahora acuden a hacer la corte a Praecia. Es de suponer que esa Praecia codicia al tipo de hombre corpulento y cretino -más mentula que mente- porque fue Antonio quien obtuvo el nombramiento. El hijo del Caprario tuvo que retirarse herido en su honor, pero se repondrá y ya verás como vuelve al ataque. Cetego fue tan generoso en su apoyo, que Antonio ha obtenido un imperium ilimitado en el mar y un imperium proconsular en tierra. Le han encomendado reclutar una legión de tropas de tierra, pero le han dicho que las flotas las requise en los puertos de la región en que opere sin limitación alguna. Este año lo hará en el extremo occidental del mare nostrum.

 

Si las quejas que está recibiendo el Senado de las ciudades portuarias del oeste son de creer, resulta que a Marco Antonio se le da mejor recaudar sumas de dinero que erradicar piratas. Hasta ahora su cuenta de piratas es mucho más pequeña que la tuya. Sostuvo un combate ante las costas de Campania y se atribuyó una gran victoria, pero no hemos visto prueba alguna en espolones de proa ni en prisioneros. Creo que ha agitado el puño en· Lipara y ha gritado con vehemencia en las Baleares, pero la costa este de Hispania sigue en manos de los piratas partidarios de Sertorio y los de Liguria no están sometidos. La mayor parte del tiempo y de sus energías (según las quejas que recibe el Senado) las dedica a vivir entre orgías y lujos. El año que viene, según informa al Senado en su último despacho, se trasladará al extremo oriental del Mediterráneo, a Giteo en el Peloponeso; y dice que desde esa base atacará Creta, que es donde se refugian la mayoría de escuadras piratas. Yo creo que es más bien porque en Giteo hay muy buen clima y mujeres guapas.

 

Y ahora, Mitrídates.

La noticia de que el rey Nicomedes había muerto no llegó a Roma hasta marzo, parece que por culpa de los temporales de invierno. Desde luego, el testamento estaba debidamente registrado en las Vestales y Junco ya había recibido instrucciones para proceder a la incorporación de Bitinia a la provincia de Asia en cuanto tú le informaste que el rey había muerto, por lo que la Cámara suponía que el asunto estaba en marcha. Pero tras esta noticia llegó una carta oficial del rey Mitrídates diciendo que Bitinia pertenecía por herencia a Nisa, la hija de Nicomedes, y que iba a invadir el país para asentarla en el trono. Nadie se lo tomó en serio, pues de esa hija no se había oído hablar hace muchos años. Enviamos a Mitrídates una somera comunicación negándonos a reconocer pretendientes al trono de Bitinia y ordenándole que no cruzase sus fronteras. Generalmente, cuando le pinchamos actúa como un caracol y nadie volvió a pensar en el asunto.

 

Salvo mi hermano. Su olfato, refinado por todos estos años que ha pasado combatiendo en Oriente, le hizo pensar que se avecinaba la guerra. Trató incluso de hablar en la Cámara sobre esta posibilidad, pero, aunque no le abuchearon, no le hicieron ni caso. Para el año que viene le ha tocado la provincia de la Galia itálica. Al sacar las suertes en Año Nuevo quedó encantado, porque lo que más temía era que el Senado quitase la Hispania Citerior a Pompeyo y se la diese a él. ¡Por eso hablaba tan a favor de Pompeyo en la Cámara; él no quería la Hispania Citerior!


De todos modos, cuando supimos a finales de abril que había muerto Lucio Octavio en Tarso, mi hermano pidió que le diesen Cilicia y que la Galia itálica se la encomendasen a uno de sus pretores. Insistió en que iba a haber guerra con Mitrídates, pero ¿cuál fue la reacción senatorial a sus advertencias? ¡Somnolencia y bostezos sofocados! Se habría podido pensar que Mitrídates jamás ejecutó a ochenta mil romanos en la provincia de Asia hace apenas quince años, ni se apoderó de la provincia hasta que Sila le echó. Los padres conscriptos hablaron, hablaron y hablaron... pero sin llegar a ninguna conclusión.

 

Cuando llegó la noticia de que Mitrídates se ponía en marcha y había llegado a Heraclea con trescientos mil hombres, ¿crees que sucedió algo? Pues no. La Cámara no se puso de acuerdo respecto a lo que había que hacer y menos sobre a quién había que enviar a Oriente. ¡En determinado momento, Filipo se puso en pie y sugirió que se diese el mando a Pompeyo Magnus! Quien (a decir verdad) está más interesado en recobrar su mancillada fama en Hispania.


Finalmente, el pobre Lúculo hizo algo que él mismo se reprocha amargamente: fue a ver a Praecia. Como podrás imaginarte, la abordó de modo muy distinto al de Marco Antonio. Lúculo es demasiado envarado para dar coba y demasiado orgulloso para suplicar. Así que, en lugar de costosos regalos, lánguidos suspiros y promesas de amor y pasión eterna, él fue al grano resueltamente. El Senado, le dijo, estaba formado totalmente por bobos y él estaba harto de perder el aliento. El siempre había oído que Praecia era tan brillante de inteligencia como bien instruida. ¿Se daba ella cuenta por qué era necesario enviar a alguien a enfrentarse a Mitrídates lo antes posible, y se percataba de que la persona idónea era Lucio Licinio Lúculo? Si era consciente de esos dos hechos, ¿no sería tan amable en dar una patada en el culo a Cetego para que hiciera algo para solucionar la situación? Por lo visto, a ella le encantó que le dijese que era más inteligente y culta que ningún miembro del Senado (es de suponer que lo demás se lo dijo ella a Cetego) porque debió de dar a Cetego un buen puntapié en el culo, pues inmediatamente la Cámara comenzó a moverse.

 

La Galia itálica se encomendó a un pretor (aún no designado) y la Cilicia se concedió a mi hermano, con órdenes de encaminarse a Oriente durante su consulado y hacerse cargo del gobierno de la provincia de Asia el día primero del año que viene sin dimitir de Cilicia. Se había pensado dejar a Junco en la provincia de Asia, prorrogándole un año, pero se desechó la idea; tiene que volver a Italia a final de año, pues ha habido muchas quejas por su conducta en la pobre Bitinia y la Cámara ha acordado por unanimidad hacerle regresar.


En Italia no hay más que una legión. Estas tropas se han reclutado y entrenado para enviarlas a Hispania, pero ahora irán a Oriente con Lúculo. El puntapié que Praecia propinó a Cetego fue tan fuerte que los padres conscriptos aprobaron un presupuesto de veintisiete millones de sestercios para que Lúculo reuniese flotas, mientras que a Marco Antonio no se le dió nada. Marco Cotta fue nombrado gobernador de la nueva provincia romana de Bitinia; él cuenta con la armada de Bitinia y no le faltarán barcos, ¡pero tampoco le dieron dinero! ¿A dónde hemos llegado, César, que una mujer tiene más poder que los cónsules?

 

Mi querido hermano se cubrió de gloria renunciando a los veintisiete millones. Dice que las previsiones que adoptó Sila en la provincia de Asia subvendrán a sus necesidades y que reunirá las flotas en los diversos puertos y distritos y luego deducirá el coste de los tributos. Como casi no hay dinero, los padres conscriptos le manifestaron su más ferviente agradecimiento.


Estamos a finales de quintilis; Lúculo y Marco Cotta saldrán para Oriente antes de un mes. Suerte que según la constitución de Sila los cónsules electos están por encima del pretor urbano, por lo que Casio y yo seremos quienes fundamentalmente tengamos que ocuparnos de Roma, en lugar del horroroso Cayo Verres.
 

La expedición irá por mar -no es más que una legión- ya que en verano es más rápido que cruzar a pie Macedonia. Yo creo, además, que mi hermano no quiere verse atascado en una campaña al oeste del Helesponto, como le sucedió a Sila. Él cree que Curio es muy capaz de hacer frente a la invasión póntica de Macedonia; el año pasado Curio y Cosconio actuaron de concierto en Iliria con tan buen resultado que aplastaron a los dárdanos y a los escordiscos, y Curio ahora está haciendo incursiones en las tierras de los bessi.


Lúculo llegará a Pérgamo hacia finales de septiembre, aunque no sé qué sucederá después. Y sospecho que mi hermano Lúculo también lo ignora.


Y con esto, César, estás al día. Te ruego que me escribas sobre cuanto sepas, porque no creo que Lúculo tenga tiempo para mantenerme informado.


( C. McC.)