domingo, 29 de julio de 2018

ASESINATO DE CÉSAR EN LOS IDUS DE MARZO DESCRITO POR PLUTARCO



 A lo que parece, no fue tan inesperado como poco precavido el hado de Cesar, porque se dice haber precedido maravillosas señales y prodigios. Por lo que hace a los resplandores y fuegos del cielo, a las imágenes nocturnas que por muchas partes discurrían y a las aves solitarias que volaban por la plaza, quizá no merecen mentarse como indicios de tan gran suceso. Estrabón el filosofo refiere haberse visto correr por el aire muchos hombres de fuego, y que el esclavo de un soldado arrojo de la mano mucha llama, de modo que los que le veían juzgaban se estaba abrasando, y cuando cesó la llama se hallo que no tenia ni la menor lesión. Habiendo Cesar hecho un sacrificio, se desapareció el corazón de la victima, cosa que se tuvo a terrible agüero, porque por naturaleza ningún animal puede existir sin corazón. Todavía hay muchos de quienes se puede oír que un agorero le anuncio aguardarle un gran peligro en el día del mes de marzo que los romanos llamaban los idus. Llego el día, y yendo Cesar al Senado saludo al agorero, y como por burla le dijo: "Ya han llegado los idus de marzo", a lo que contesto con gran reposo: "Han llegado, si; pero no han pasado." El día antes lo tuvo a cenar Marco Lépido, y estando escribiendo unas cartas, como lo tenia de costumbre, recayó la conversación sobre cual era la mejor muerte, y Cesar, anticipándose a todos, dijo: "La no esperada."  Acostado después, con su mujer, según solía, repentinamente se abrieron todas las puertas y ventanas de su cuarto, y turbado con el ruido y la luz, porque hacia luna clara, observo que Calpurnia dormía profundamente, pero que entre sueños prorrumpía en voces mal pronunciadas y en sollozos no articulados, y era que le lloraba teniéndolo muerto en su regazo. Otros dicen quo no era esta la visión que tuvo la mujer de Cesar, sino que estando incorporado con su casa un pináculo, que, según refiere Livio, se le había decretado por el Senado para su mayor decoro y majestad, lo vio entre sueños destruido, sobre lo que se acongojo y lloro. Cuando fue de día rogó a Cesar que si había arbitrio no fuera al Senado, sino que lo dilatara para otro día; y si tenia en poco sus sueños, por sacrificios y otros medios de adivinación examinara que podría ser lo que conviniese. Entro también Cesar, a lo que parece, en alguna sospecha y recelo, por cuanto, no habiendo visto antes en Calpurnia señal ninguna de superstición mujeril, la advertía entonces tan afligida; y cuando los agoreros, después de haber hecho varios sacrificios le anunciaron que las señales no eran faustas, resolvió enviar a Antonio con la orden de que se disolviera el Senado.

 

 En esto, Decio Bruto, por sobrenombre Albino, en quien Cesar tenia gran confianza, como que fue por el nombrado heredero en segundo lugar, pero que con el otro Bruto y con Casio tenia parte en la conjuración, recelando no fuera que si Cesar pasaba de aquel día la conjuración se descubriese, comenzó a desacreditar los pronósticos de los adivinos y a hacer temer a Cesar que podría dar motivo de quejas al Senado contra si, pareciendo que le miraba con escarnio; pues que si venia era por su orden y todos estaban dispuestos a decretar que se intitulara rey de todas las provincias fuera de Italia, y fuera de ella llevara la diadema por tierra y por mar: "Y si estando ya sentados -añadió ahora se les diera orden de retirarse, para volver cuando Calpurnia tuviese sueños mas placenteros, que serian lo que dijesen los que no le miraban bien?. De quien de sus amigos oirían con paciencia, si quería persuadirles, que aquello no era esclavitud y tiranía? Y si absolutamente era su animo mirar como abominable aquel día, siempre seria lo mejor que fuera, saludara al Senado y mandara sobreseer por entonces en el negocio. Al terminar este discurso tomo Bruto a Cesar de la mano y se lo llevo consigo. Estaban aun a corta distancia de la puerta, cuando un esclavo ajeno porfiaba por llevarse a Cesar; más dándose por vencido de poder penetrar por entre la turba de gentes que rodeaba a Cesar, por fuerza se entro en la casa y se puso en manos de Calpurnia, diciéndole que le guardase hasta que aquel volviera, porque tenia que revelarle secretos de grande importancia.

 

Artemidoro, natural de Cnido, maestro de lengua griega, y que por lo mismo había contraído amistad con algunos de los compañeros de Bruto, hasta estar impuesto de lo que se tenia tramado, se le presento trayendo escrito en un memorial lo que quería descubrir; y viendo que Cesar al recibir los memoriales los entregaba al punto a los ministros que tenia a su lado, llegándose muy cerca le dijo a Cesar: "Léelo tu solo   pronto, porque en el están escritas grandes cosas que te interesan." Tomolo, pues, Cesar, y no le fue posible leerlo, estorbandoselo el tropel de los que continuamente llegaban, por mas que lo intento muchas veces; pero llevando y guardando siempre en la mano aquel solo memorial, entro en el Senado. Algunos dicen que fue otro el que se lo entrego, y que a Artemidoro no le fue posible acercarse, sino que por todo el transito fue estorbado de la muchedumbre. Todos estos incidentes pueden mirarse como naturales, sin causa extraordinaria que los produjese ; pero el sitio destinado a tal muerte y a tal contienda, en que se reunió el Senado, si se observa que en el había una estatua de Pompeyo y que por este había sido dedicado entre los ornamentos accesorios de su teatro, parece que precisamente fue obra de algún numen superior el haber traído allí para su ejecución semejante designio. Así, se dice que Casio, mirando a la estatua de Pompeyo al tiempo del acometimiento, le invoco secretamente, sin embargo de que no dejaba de estar imbuido en los dogmas de Epicuro, y es que la ocasión, según parece, del presente peligro engendro un entusiasmo y un afecto contrarios a la doctrina que habia abrazado. A Antonio, amigo fiel de Cesar y hombre de pujanza, lo entretuvo afuera Bruto Albino, moviéndole de intento una conversación que no podía menos de ser larga. Al entrar Cesar, el Senado se levanto, haciéndole acatamiento; pero de los socios de Bruto, unos se habían colocado detrás de su silla y otros le habían salido al encuentro como para tomar parte con Tulio Cimbro en las suplicas que le hacia por un hermano que estaba desterrado, y, efectivamente, le rogaban también, acompañándole hasta la silla. Sentado que se hubo, se negó ya a escuchar ruegos, y como instasen con mas vehemencia se les mostró indignado, y entonces Tulio, cogiéndole la toga con ambas manos, la retiro del cuello, que era la señal de acometerle. Casca fue el primero que le hirió con un puñal junto al cuello; pero la herida que le hizo no fue mortal ni profunda, turbado, como era natural, en el principio de un empeño como, era aquel; de manera que, volviéndose Cesar, le cogió y le detuvo el puñal, y a un mismo tiempo exclamaron ambos, el ofendido, en latín: "Malvado Casca, ¿que haces?", y el ofensor, en griego, a su hermano "Hermano, auxilio." Como este fuese el principio, a los que ningún antecedente tenían les causo gran sorpresa y pasmo lo que estaba pasando, sin atreverse ni a huir ni a defenderlo, ni siquiera a articular palabra. Los que se hallaban aparejados para aquella muerte, todos tenían las espadas desnudas, y hallándose Cesar rodeado de todos ellos, ofendido por todos y llamada su atención a todas partes, porque por todas solo se le ofrecía hierro ante el rostro y los ojos, no sabia adonde dirigirlos, como fiera en manos de muchos cazadores, porque entraba en el convenio que todos habían de participar y como gustar de aquella muerte, por lo que Bruto le causo también una herida en la ingle. Algunos dicen que antes había luchado, agitándose acá y allá, y gritando; pero al ver a Bruto con la espada desenvainada, se echo la ropa a la cabeza y se presto a los golpes, viniendo a caer, fuese por casualidad o porque le impeliesen los matadores, junto a la base sobre que descansaba la estatua de Pompeyo, que toda quedo manchada de sangre; de manera que parecía haber presidido el mismo Pompeyo al suplicio de su enemigo, que tendido expiraba a sus pies, traspasado de heridas, pues se dice que recibió veintitrés; muchos de los autores se hirieron también unos a otros, mientras todos dirigían a un solo cuerpo tantos golpes.

( Plutarco en "César" )

SOBRE EL ABASTECIMIENTO DE LOS CAMPAMENTO MILITARES



Después de haber tratado de las marchas conviene tratar de los campamentos, en que se ha de permanecer. En tiempo de guerra no se encuentra siempre una plaza donde el ejercito pueda detenerse o permanecer; y hay peligro en acamparlo donde no este fortificado, porque entonces seria fácil al enemigo sorprenderos cuando vuestras tropas estuvieran comiendo o divididas en los trabajos, mayormente si supiere aprovecharse de la oscuridad de la noche, del tiempo en que las tropas están durmiendo o los caballos pastando. En la elección del campo no os basta buscar un paraje bueno: debéis siempre elegir el mejor, porque si lo ocupa el enemigo puede incomodaros mucho. Debe ser tal que en el verano no este cerca de aguas corrompidas ni lejos de las buenas, que en el invierno no os falte forraje ni leña, que si tuviereis que permanecer en el no este expuesto a inundarse, que sus inmediaciones no sean tan escabrosas que si el enemigo le sitiare os sea dificultosa la salida, y últimamente, que no este dominado. Después de todas estas prevenciones formareis el campamento según la naturaleza del sitio, en cuadro, en ovalo, triangulo o en cuadrilongo, porque el que sea bueno no depende de su figura, aunque son reputados por mejores aquellos que son una tercera parte mas largos que anchos, y así deben los ingenieros medir el terreno, ajustándose al numero de tropas que hay en el ejercito, porque si no tuviera bastante se estorbaran los soldados unos a otros, y si sobrare, estarán demasiado esparcidos. Los campamentos se pueden fortificar de tres modos distintos. Primeramente, cuando el ejercito, que esta en marcha, no se ha de detener mas de una noche en el campo, bastara fortificarlo con un ligero atrincheramiento de céspedes sobre el cual se planta una estacada. Los céspedes son muy a propósito, porque las raíces abrazan la tierra, y cada uno debe tener la figura de un ladrillo de medio pie de grueso, un pie de ancho, y pie y medio de largo, por lo que se cortan con un instrumento de hierro. Si la tierra fuere tan suelta que no se pudieren cortar céspedes en forma de ladrillos entonces haréis prontamente un foso de cinco pies de ancho y tres de profundidad, echando la tierra, que de el se saca, por la parte interior, de modo que el ejercito pueda descansar sin recelo. Los campamentos, donde se ha de permanecer en invierno o en verano cuando el enemigo esta cerca, se han de fortificar con mayor cuidado y trabajo. Se señala y se mide por pasos el terreno que corresponde fortificar a cada centuria, y poniendo los soldados alrededor de las banderas sus escudos y mochilas sin quitarse la espada abren un foso de nueve o 13 pies, porque en ello siempre se sigue el numero impar, y alguna vez de 17 o de 19, cuando hay motivo para recelar que el enemigo intente algún ataque con muchas tropas; y después, por medio de estacas o ramazon, que contengan la tierra, se forma el parapeto en el cual se dejan troneras y se hacen algunas fortificaciones, como si fuera una muralla. Concluido el trabajo miden los centuriones el foso para ver si todos lo han hecho con cuidado. Los tribunos visitan también los trabajos, y los que se arreglan al perfecto cumplimiento de su cargo no se retiran hasta que la obra este del todo perfeccionada. Para la defensa de los trabajadores se forma alrededor del campo, por la parte de afuera, toda la caballería y la parte de la infantería que esta exenta de estas fatigas para rechazar al enemigo si los quisiere estorbar. Cerrado ya el campo se colocan en sus puestos las banderas, que son las cosas de mayor respeto para los soldados. Después arman la tienda del general, las de sus compañeros y las de los tribunos, a quienes soldados destinados para esto les llevan agua, leña y forraje; y últimamente se señalan por grados a las legiones, a los auxiliares, a la caballería y a la infante ria los parajes donde han de poner las tiendas. En cada centuria hay cuatro soldados de caballería y otros tantos de infantería, que están de guardia por la noche; y porque era imposible que todos estos velasen en sus puestos toda la noche se repartió de tal manera el servicio por medio de la clepsidra, o reloj de agua, que solo estaban de centinela tres horas; cuando ponían los centinelas, tocaban la trompeta, y cuando era hora de mudarlas tocaban el cuerno. Los tribunos encargaban las rondas a soldados de toda confianza que les daban noticia de los descuidos de los centinelas; y los llamaban circuitores, y hoy en día circitores, desde que se ha creado un grado para los que hacen aquel servicio. La caballería hace la ronda de noche alrededor del campo por la parte de afuera, y de dia se reparte el servicio entre sus soldados, de modo que los unos hacen la guardia por la mañana; los otros, al mediodía, y los otros, por la tarde, para no fatigar demasiado a los hombres ni a los caballos. El mayor cuidado de un general, ya sea que este acampado o en una plaza, debe ser el asegurar contra las empresas del enemigo los pastos, los convoyes, el forraje y los que van por agua y leña; esto lo consigue poniendo tropas en las ciudades o plazas por donde los convoyes deben pasar, y si en el camino que deben llevar no se halla alguna plaza sera menester construir prontamente algunos fuertes en los parajes convenientes, llamados castillos, diminutivo de la voz castra, que significa campo. En estos castillos se pone infantería y caballería que aseguren los convoyes, porque el enemigo no se atreve a atacarlos viendo que están defendidos por el frente y por la espalda.

( Flavio Vegecio Renato en Epitoma rei Mililaris )










miércoles, 25 de julio de 2018

CNEO POMPEYO MAGNO DICE SOBRE LA DICTADURA



La dictadura era una solución antigua a infortunios administrativos, ideada en un principio a fin de dar libertad a los cónsules del año para que pudieran contender en una guerra, y los hombres que fueron dictadores en el transcurso de los siglos en su mayoría fueron patricios. La duración oficial de la dictadura era de seis meses (lo que duraba la antigua temporada de campaña), aunque Sila permaneció como dictador dos años y medio, y eso que a él no se le nombró para dar libertad a los cónsules. Sila obligó al Senado a que lo nombrase en lugar de los cónsules, y luego hizo que fueran elegidos cónsules sumisos.

 

Tampoco era costumbre senatorial nombrar a un dictador para que resolviese infortunios civiles; para eso, el Senado inventó el senatus consultum de republica  defendenda cuando Cayo Graco intentó derrocar al estado en el Foro en lugar de hacerlo en el campo de batalla. Cicerón le dio un nombre más fácil, el senatus consultum ultimum. Era infinitamente preferible a un dictador porque ello, al menos teóricamente, no le proporcionaba a un solo hombre el poder para hacer lo que se le antojase. Porque el problema con un dictador era que la ley lo liberaba de responsabilidades sobre su conducta mientras estaba en el cargo, pues después no podía ser llevado a juicio para rendir cuentas de algún acto realizado que sus colegas senadores hallasen odioso.


SAN AMBROSIO DE MILÁN DICE SOBRE EL SALARIO



Es un homicidio negar a un hombre el salario que le es necesario para su vida.


MARCO PORCIO CATÓN EL CENSOR DICE SOBRE LA POBREZA




Con la pobreza siempre se incrementan los beneficios de los opulentos.










CINCO ESPOSAS DE CNEO POMPEYO MAGNO



Sus esposas habían sido todas de lo mejor la aristocracia romana: una Emilia Escaura (patricia), una Mucia Escévola (antigua plebeya),  una Julia de César (lo más alto del árbol patricio), y una Metela Escipión (descendiente del mísmísimo Escipión el Africano). A Antistia no la contaba; sólo se había casado con ella porque su padre era el juez en un juicio que él no deseaba que se celebrase.







BÍAS DE PRIENE DICE SOBRE LA DESVENTURA



Serás doblemente desventurado si no sabes sobrellevar tu desventura.







PITACO DE MITILENE DICE SOBRE LOS AMIGOS



Haceos amigos en la prosperidad, y probadlos en la adversidad.






SAN JUAN CRISÓSTOMO DICE SOBRE LA PREDICA



Si un hombre se extravía de la fe recta, el pastor necesita de mucho esfuerzo, constancia y paciencia. Pues no puede tratarlo con violencia. Ni obligarlo con miedo, sino que debe hacerle regresar, de una manera persuasiva, a la verdad de la que en hora mala se apartara.





CLEÓBULO DE LINDOS DICE SOBRE LA AMISTAD



Cualquier hombre, en cualquier momento de la vida, puede ser tu amigo o enemigo, según te conduzcas con él.







POMPEYO DICE SOBRE CÉSAR



Aquel hombre era una especie de mago; tan pronto estaba de pie delante de uno como se encontraba al otro lado de una muralla de piedra. Y nunca se veía cómo lo hacía, era rapidísimo al actuar.