El saqueo de Roma del 24 de agosto de 410 fue una
acción de rapiña llevada a cabo por los visigodos, comandados por Alarico I,
tras expugnar los muros de la Urbe.
Fue la primera vez en 800 años que la ciudad de Roma
caía en manos de un enemigo. El último saqueo de Roma se había producido en 387
a. C. y habían sido los galos, comandados por Breno, los que invadieron la
ciudad.
El saqueo del año 410 causó una gran conmoción en la
sociedad romana de la época, y aún es considerado por muchos historiadores como
un hito clave en el final del Imperio romano de Occidente.
Las tribus bárbaras se habían ido haciendo fuertes
durante el transcurso de muchos años, uniéndose contra la amenaza del Imperio
romano. Sin embargo, a finales del siglo IV el pueblo conocido como los hunos
comenzó a invadir los territorios de los bárbaros. En el año 376 muchos
tervingios, dirigidos por Fritigerno, se vieron obligados a buscar asilo dentro
del Imperio romano de Oriente. Pronto, sin embargo, los altos impuestos, los
abusos de la población romana y la corrupción del gobierno les hicieron
enfrentarse al Imperio.
Los visigodos comenzaron saqueando a lo largo de los
Balcanes, y el Imperio romano envió un ejército para hacerles frente. En la
decisiva batalla de Adrianópolis del año 378, Fritigerno derrotó completamente
al emperador del Imperio romano de Oriente, Valente, que murió poco después de
la batalla.
Se firmó una paz en 382, en la que el nuevo emperador
de oriente, Teodosio I, acordaba con estos godos (más adelante conocidos como
visigodos) reconocer su soberanía sobre la provincia de Tracia.
Por otra parte, el visigodo Alarico I fue ascendiendo
entre los rangos de la jerarquía de su pueblo, convirtiéndose en un importante
general del ejército. Sin embargo, durante la batalla del Frígido la mitad de
los visigodos presente murieron luchando por los romanos contra Arbogasto, un
general romano que se había vuelto contra su emperador. Esto le dio la
impresión de que Roma pretendía que los visigodos muriesen lo más rápidamente
posible.
Alarico era ya prácticamente el gobernante de los
visigodos para cuando Teodosio murió, en el año 395, puesto que Fritigerno
había muerto en 380.
Tras la muerte de Teodosio, Alarico pronto retomó las
hostilidades contra el Imperio romano de Oriente. Flavio Estilicón, el
principal general del Imperio oriental, y más tarde principal general del
occidental, le persiguió hacia Italia.
Temiendo a los visigodos, el Imperio romano de
Occidente trasladó su capital a Rávena. A pesar de que Alarico fue derrotado en
la batalla de Pollentia y más tarde en la batalla de Verona, consiguió escapar.
Estilicón continuó manteniendo a Alarico controlado, aunque sus frecuentes
huidas provocaron el rumor de que Estilicón estaba permitiendo
intencionadamente que esto ocurriese.
Pronto Alarico firmó una nueva alianza con los dos
Imperios para llevar a cabo una expedición hacia las fronteras orientales del
Imperio de Oriente, posiblemente con idea de llevarle lo más lejos posible de
Roma. La alianza, sin embargo, duró poco.
Los extendidos abusos contra los bárbaros hicieron
que miles de visigodos, anteriormente leales a Roma, se unieran a Alarico,
fortaleciendo enormemente sus fuerzas. Estilicón se vio obligado a pedir al
Senado que pagase un tributo, lo cual les enfureció. Por otra parte, el emperador
Honorio temía que Estilicón estuviese preparando un golpe de estado para
sustituirle en el poder. El resultado fue que Estilicón, la principal esperanza
de Roma contra Alarico, fue ejecutado el 22 de agosto de 408.
Los visigodos asediaron rápidamente Roma a finales de
408. Se terminaron retirando una vez que el Senado romano les hubiese prometido
un tributo y Alarico, como regalo de despedida, mandó 300 esclavos jóvenes como
regalo al Senado. Sin embargo, el emperador Honorio se negó a pagar el tributo,
y el asedio se retomó en 410.
El 24 de agosto de ese año, los esclavos que Alarico
había regalado al Senado asaltaron a la guardia y abrieron la Puerta Salaria
para que por ahí se precipitasen los visigodos en la ciudad. Los visigodos
saquearon la ciudad durante tres días, si bien las fuentes confirman que el
saqueo no fue particularmente violento, y apenas si hubo asesinatos o
violaciones.
En cualquier caso, el saqueo tuvo un profundo efecto psicológico
sobre la ciudad y todo el Imperio Romano, puesto que fue la primera vez desde
la invasión gala que la Ciudad Eterna había sido saqueada en 800 años. Este
suceso puso fin al mito de la inexpugnabilibad de Roma y generó una gran
controversia cuando los paganos culparon de tal desastre al abandono de la
antigua religión romana tradicional en favor del cristianismo, lo que motivó la
célebre réplica de Agustín de Hipona: De civitate Dei.
Paulo Orosio, considerado como uno de los escritores
providencialistas, escribiría con posterioridad:
Llega Alarico, cerca la temblorosa Roma, la agita y
penetra en ella. Sin embargo previamente había ordenado que si algunos se
hubiesen refugiado en lugares sagrados, precisamente en las basílicas de los
santos apóstoles Pedro y Pablo, éstos permanecieran incólumes y seguros. Así
luego (los soldados), ávidos de botín, tomarían todo lo que quisieran pero se
cuidarían de que no hubiera derramamiento de sangre... Al tercer día los
bárbaros, que habían entrado en la ciudad, espontáneamente se van, habiendo
incendiado antes algunos edificios, pero sin alcanzar las proporciones del que
se había producido por accidente en el año 700 de la fundación (de Roma).
( P. Orosio, Los siete libros de historia contra los
paganos)
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