domingo, 29 de julio de 2018

SOBRE EL ABASTECIMIENTO DE LOS CAMPAMENTO MILITARES



Después de haber tratado de las marchas conviene tratar de los campamentos, en que se ha de permanecer. En tiempo de guerra no se encuentra siempre una plaza donde el ejercito pueda detenerse o permanecer; y hay peligro en acamparlo donde no este fortificado, porque entonces seria fácil al enemigo sorprenderos cuando vuestras tropas estuvieran comiendo o divididas en los trabajos, mayormente si supiere aprovecharse de la oscuridad de la noche, del tiempo en que las tropas están durmiendo o los caballos pastando. En la elección del campo no os basta buscar un paraje bueno: debéis siempre elegir el mejor, porque si lo ocupa el enemigo puede incomodaros mucho. Debe ser tal que en el verano no este cerca de aguas corrompidas ni lejos de las buenas, que en el invierno no os falte forraje ni leña, que si tuviereis que permanecer en el no este expuesto a inundarse, que sus inmediaciones no sean tan escabrosas que si el enemigo le sitiare os sea dificultosa la salida, y últimamente, que no este dominado. Después de todas estas prevenciones formareis el campamento según la naturaleza del sitio, en cuadro, en ovalo, triangulo o en cuadrilongo, porque el que sea bueno no depende de su figura, aunque son reputados por mejores aquellos que son una tercera parte mas largos que anchos, y así deben los ingenieros medir el terreno, ajustándose al numero de tropas que hay en el ejercito, porque si no tuviera bastante se estorbaran los soldados unos a otros, y si sobrare, estarán demasiado esparcidos. Los campamentos se pueden fortificar de tres modos distintos. Primeramente, cuando el ejercito, que esta en marcha, no se ha de detener mas de una noche en el campo, bastara fortificarlo con un ligero atrincheramiento de céspedes sobre el cual se planta una estacada. Los céspedes son muy a propósito, porque las raíces abrazan la tierra, y cada uno debe tener la figura de un ladrillo de medio pie de grueso, un pie de ancho, y pie y medio de largo, por lo que se cortan con un instrumento de hierro. Si la tierra fuere tan suelta que no se pudieren cortar céspedes en forma de ladrillos entonces haréis prontamente un foso de cinco pies de ancho y tres de profundidad, echando la tierra, que de el se saca, por la parte interior, de modo que el ejercito pueda descansar sin recelo. Los campamentos, donde se ha de permanecer en invierno o en verano cuando el enemigo esta cerca, se han de fortificar con mayor cuidado y trabajo. Se señala y se mide por pasos el terreno que corresponde fortificar a cada centuria, y poniendo los soldados alrededor de las banderas sus escudos y mochilas sin quitarse la espada abren un foso de nueve o 13 pies, porque en ello siempre se sigue el numero impar, y alguna vez de 17 o de 19, cuando hay motivo para recelar que el enemigo intente algún ataque con muchas tropas; y después, por medio de estacas o ramazon, que contengan la tierra, se forma el parapeto en el cual se dejan troneras y se hacen algunas fortificaciones, como si fuera una muralla. Concluido el trabajo miden los centuriones el foso para ver si todos lo han hecho con cuidado. Los tribunos visitan también los trabajos, y los que se arreglan al perfecto cumplimiento de su cargo no se retiran hasta que la obra este del todo perfeccionada. Para la defensa de los trabajadores se forma alrededor del campo, por la parte de afuera, toda la caballería y la parte de la infantería que esta exenta de estas fatigas para rechazar al enemigo si los quisiere estorbar. Cerrado ya el campo se colocan en sus puestos las banderas, que son las cosas de mayor respeto para los soldados. Después arman la tienda del general, las de sus compañeros y las de los tribunos, a quienes soldados destinados para esto les llevan agua, leña y forraje; y últimamente se señalan por grados a las legiones, a los auxiliares, a la caballería y a la infante ria los parajes donde han de poner las tiendas. En cada centuria hay cuatro soldados de caballería y otros tantos de infantería, que están de guardia por la noche; y porque era imposible que todos estos velasen en sus puestos toda la noche se repartió de tal manera el servicio por medio de la clepsidra, o reloj de agua, que solo estaban de centinela tres horas; cuando ponían los centinelas, tocaban la trompeta, y cuando era hora de mudarlas tocaban el cuerno. Los tribunos encargaban las rondas a soldados de toda confianza que les daban noticia de los descuidos de los centinelas; y los llamaban circuitores, y hoy en día circitores, desde que se ha creado un grado para los que hacen aquel servicio. La caballería hace la ronda de noche alrededor del campo por la parte de afuera, y de dia se reparte el servicio entre sus soldados, de modo que los unos hacen la guardia por la mañana; los otros, al mediodía, y los otros, por la tarde, para no fatigar demasiado a los hombres ni a los caballos. El mayor cuidado de un general, ya sea que este acampado o en una plaza, debe ser el asegurar contra las empresas del enemigo los pastos, los convoyes, el forraje y los que van por agua y leña; esto lo consigue poniendo tropas en las ciudades o plazas por donde los convoyes deben pasar, y si en el camino que deben llevar no se halla alguna plaza sera menester construir prontamente algunos fuertes en los parajes convenientes, llamados castillos, diminutivo de la voz castra, que significa campo. En estos castillos se pone infantería y caballería que aseguren los convoyes, porque el enemigo no se atreve a atacarlos viendo que están defendidos por el frente y por la espalda.

( Flavio Vegecio Renato en Epitoma rei Mililaris )










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