Después
de haber tratado de las marchas conviene tratar de los campamentos, en que se
ha de permanecer. En tiempo de guerra no se encuentra siempre una plaza donde
el ejercito pueda detenerse o permanecer; y hay peligro en acamparlo donde no
este fortificado, porque entonces seria fácil al enemigo sorprenderos cuando
vuestras tropas estuvieran comiendo o divididas en los trabajos, mayormente si
supiere aprovecharse de la oscuridad de la noche, del tiempo en que las tropas
están durmiendo o los caballos pastando. En la elección del campo no os basta
buscar un paraje bueno: debéis siempre elegir el mejor, porque si lo ocupa el
enemigo puede incomodaros mucho. Debe ser tal que en el verano no este cerca de
aguas corrompidas ni lejos de las buenas, que en el invierno no os falte
forraje ni leña, que si tuviereis que permanecer en el no este expuesto a
inundarse, que sus inmediaciones no sean tan escabrosas que si el enemigo le
sitiare os sea dificultosa la salida, y últimamente, que no este dominado.
Después de todas estas prevenciones formareis el campamento según la naturaleza
del sitio, en cuadro, en ovalo, triangulo o en cuadrilongo, porque el que sea
bueno no depende de su figura, aunque son reputados por mejores aquellos que
son una tercera parte mas largos que anchos, y así deben los ingenieros medir
el terreno, ajustándose al numero de tropas que hay en el ejercito, porque si
no tuviera bastante se estorbaran los soldados unos a otros, y si sobrare,
estarán demasiado esparcidos. Los campamentos se pueden fortificar de tres
modos distintos. Primeramente, cuando el ejercito, que esta en marcha, no se ha
de detener mas de una noche en el campo, bastara fortificarlo con un ligero
atrincheramiento de céspedes sobre el cual se planta una estacada. Los céspedes
son muy a propósito, porque las raíces abrazan la tierra, y cada uno debe tener
la figura de un ladrillo de medio pie de grueso, un pie de ancho, y pie y medio
de largo, por lo que se cortan con un instrumento de hierro. Si la tierra fuere
tan suelta que no se pudieren cortar céspedes en forma de ladrillos entonces
haréis prontamente un foso de cinco pies de ancho y tres de profundidad,
echando la tierra, que de el se saca, por la parte interior, de modo que el
ejercito pueda descansar sin recelo. Los campamentos, donde se ha de permanecer
en invierno o en verano cuando el enemigo esta cerca, se han de fortificar con
mayor cuidado y trabajo. Se señala y se mide por pasos el terreno que
corresponde fortificar a cada centuria, y poniendo los soldados alrededor de
las banderas sus escudos y mochilas sin quitarse la espada abren un foso de
nueve o 13 pies, porque en ello siempre se sigue el numero impar, y alguna vez
de 17 o de 19, cuando hay motivo para recelar que el enemigo intente algún
ataque con muchas tropas; y después, por medio de estacas o ramazon, que
contengan la tierra, se forma el parapeto en el cual se dejan troneras y se
hacen algunas fortificaciones, como si fuera una muralla. Concluido el trabajo
miden los centuriones el foso para ver si todos lo han hecho con cuidado. Los
tribunos visitan también los trabajos, y los que se arreglan al perfecto
cumplimiento de su cargo no se retiran hasta que la obra este del todo
perfeccionada. Para la defensa de los trabajadores se forma alrededor del
campo, por la parte de afuera, toda la caballería y la parte de la infantería
que esta exenta de estas fatigas para rechazar al enemigo si los quisiere
estorbar. Cerrado ya el campo se colocan en sus puestos las banderas, que son
las cosas de mayor respeto para los soldados. Después arman la tienda del
general, las de sus compañeros y las de los tribunos, a quienes soldados
destinados para esto les llevan agua, leña y forraje; y últimamente se señalan
por grados a las legiones, a los auxiliares, a la caballería y a la infante ria
los parajes donde han de poner las tiendas. En cada centuria hay cuatro
soldados de caballería y otros tantos de infantería, que están de guardia por
la noche; y porque era imposible que todos estos velasen en sus puestos toda la
noche se repartió de tal manera el servicio por medio de la clepsidra, o reloj
de agua, que solo estaban de centinela tres horas; cuando ponían los
centinelas, tocaban la trompeta, y cuando era hora de mudarlas tocaban el
cuerno. Los tribunos encargaban las rondas a soldados de toda confianza que les
daban noticia de los descuidos de los centinelas; y los llamaban circuitores, y
hoy en día circitores, desde que se ha creado un grado para los que hacen aquel
servicio. La caballería hace la ronda de noche alrededor del campo por la parte
de afuera, y de dia se reparte el servicio entre sus soldados, de modo que los
unos hacen la guardia por la mañana; los otros, al mediodía, y los otros, por
la tarde, para no fatigar demasiado a los hombres ni a los caballos. El mayor
cuidado de un general, ya sea que este acampado o en una plaza, debe ser el
asegurar contra las empresas del enemigo los pastos, los convoyes, el forraje y
los que van por agua y leña; esto lo consigue poniendo tropas en las ciudades o
plazas por donde los convoyes deben pasar, y si en el camino que
deben llevar no se halla alguna plaza sera menester construir prontamente
algunos fuertes en los parajes convenientes, llamados castillos, diminutivo de
la voz castra, que significa campo. En estos castillos se pone infantería y
caballería que aseguren los convoyes, porque el enemigo no se atreve a
atacarlos viendo que están defendidos por el frente y por la espalda.
( Flavio Vegecio Renato en Epitoma rei Mililaris )
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