El problema de las mujeres de buena parte de la
nobleza romana estribaba en que no sabían en qué ocupar el tiempo. Tenían
nodrizas para los niños, celebraban
fiestas con sus amistades en las que casi todo se reducía a un
chismorreo continuo, apenas no se las veían sentarse a un telar, y tenían la
cabeza demasiado vacía para solazarse en la lectura. Además, a la mayoría las
tenía sin cuidado el marido porque habían hecho un matrimonio de conveniencia
debido a que el padre necesitaba más apoyos políticos o el esposo la dote del
apellido noble que ellas aportaban, y ese marido en la mayor parte de las veces
les doblaba o triplicaba en edad. Apenas el esposo estaba un año fuera de casa
en la campaña militar de turno, que ya de pronto están decididas a engañarle en
sus necesidades sexuales, aunque fuera con los esclavos. Al fin y al cabo, en
asuntos de amor o de infidelidades podían elegir, pero ¿en qué otras facetas
podían hacer hacer lo mismo?. Las más prudentes se contentaban con recurrir a
esclavos, pero las más tontas se enamoraban de cualquiera con la que perdían la
cabeza, y no por ello dejaban de ser caprichosas, o depravadas, según les
conviniera, y que con ello se buscaran su propia perdición o repudio en cuanto
se enteraba el marido o el padre. Se sentían romanas de alta alcurnia, y por
tanto, muy superiores al resto de las mujeres y demás mortales que no
estuvieran a su nivel social.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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