...el mismo Sila (...) entró a la
medianoche, causando terror y espanto con el sonido de los clarines y de una
infinidad de trompetas y con la gritería y algazara de los soldados, a los que
dio entera libertad para el robo y la matanza: así, corriendo por las calles,
con las espadas desenvainadas, es indecible cuánto fue el número de los
muertos...
( Plutarco)
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