domingo, 30 de junio de 2019

LA AGOGÉ O EDUCACIÓN ESPARTANA



La agogé o educación espartana (gr. ἀγωγή 'conducta, movimiento') fue junto al radical rechazo del individualismo, la militarización de toda la vida privada y colectiva, el rasgo más característico y definitorio de la sociedad lacedemonia.
 
Desde los siglos VIII al VII a. C., la educación espartana se consagra al dominio de las armas. Los jóvenes espartanos no debían buscar ya, como en los siglos anteriores, su gloria personal (ideal homérico), sino la colectiva, la victoria de la ciudad. El poeta Tirteo plasma bien esta novedad ética: “es bello morir, en primera línea, como valiente que lucha por su patria”.
 
La educación arcaica conserva, no obstante, rasgos de la educación homérica: la lucha, el atletismo y los deportes hípicos mantienen una gran importancia. En los Juegos Olímpicos, desde el 720 al 576 a. C., de 81 ganadores conocidos, 46 son espartanos; en cuanto a la carrera a pie, conocemos 36 ganadores, de los cuales 21 son espartanos. Inmediatamente a continuación en importancia viene la música (en esta época Esparta es la capital musical de Grecia). Las diversas fiestas (Jacintias, Carneas o incluso las Gimnopedias) son apenas un pretexto para los concursos de danza de un alto nivel de refinamiento, que precisan de entrenamiento especializado.
 
A partir del siglo VI (hacia el 550 a. C.), la educación cambia de naturaleza. Se convertirá en la agogé (aunque este nombre es en realidad de época helenística): un sistema educativo profundamente original en su época por sus características, ya que es:
 
Obligatorio: constituye un requisito indispensable para la plena ciudadanía. Para Jenofonte, aquellos que no han pasado por la agogé son ciudadanos de categoría inferior que no pueden acceder a las magistraturas ni a los cuerpos de élite o, según Plutarco, son directamente privados de sus derechos ciudadanos. Por el contrario, se puede dar el caso de no ciudadanos (presumiblemente ilotas) que, aceptados en el sistema educativo de la agogé, llegan a ser hombres libres: son los llamados mothakés (ver Ilota).
Colectivo: frente a la educación personalizada con un preceptor esclavo, al estilo de otras ciudades griegas, la agogé se estructura en etapas para grupos de niños de edad similar.
Organizado por el Estado: es el propio gobierno de la ciudad el que gestiona la educación pública como una de sus principales misiones, lo que merecerá la alabanza de Platón y Aristóteles. Además de contar con magistrados especializados, los éforos llevan a cabo personalmente una supervisión diaria.

A partir de este momento los ciudadanos se preparan para la vida militar ya desde la misma infancia. A los siete años se les aparta de sus familias y comienzan a vivir en barracones de estilo militar con los compañeros de su misma edad, sometidos a un entrenamiento que busca convertirlos en guerreros perfectos, preocupados sólo por el bien del Estado.
 
Aunque la agogé se atribuye a Licurgo, no se encuentra referencia histórica alguna a ella hasta el siglo IV a. C., en concreto en Jenofonte (República de los Lacedemonios ).
 
DESDE EL NACIMIENTO DE UN ESPARTANO A LOS SIETE AÑOS:
Esparta implantó una estricta eugenesia destinada a conseguir ciudadanos sanos y fuertes. De acuerdo con Plutarco (Vida de Licurgo ) nada más nacer, el niño era examinado por una comisión de ancianos en la Lesjé (“Pórtico”, “Soportales”), para determinar si era hermoso y de constitución robusta. 
En caso contrario se le llevaba al Apóthetas, una zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se le arrojaba o abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar así toda boca improductiva. Si el niño (o la niña) superaba la prueba, era confiado a su familia para que lo criase.
 
Durante su estancia en el ámbito familiar no se mimaba al niño. Se instruía especialmente a las nodrizas para que lo criaran sin pañales que constriñesen su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Al niño pequeño se le prohibía toda clase de melindres, caprichos o rabietas, y debía acostumbrarse a estar solo y a no temer a la oscuridad. Era también costumbre bañarlos con vino, pues existía la creencia (así lo afirma el mismo Aristóteles) de que provocaba convulsiones, haciendo que las naturalezas enfermizas sucumbieran enseguida y robusteciendo, en cambio, las sanas. Las nodrizas espartanas llegaron a gozar de fama en algunas regiones de Grecia. Espartana era, por ejemplo, Amicla, la que crio al ateniense Alcibíades.
 
DE LOS SIETE A LOS VEINTE AÑOS:
Al cumplir los siete años, los niños espartanos abandonaban su casa y quedaban bajo la autoridad de un paidónomo, magistrado especializado que supervisaba la educación. Se integraban en una agelé o cuarteles, especie de unidad militar infantil, bajo el mando de un muchacho mayor, el irén (de diecinueve años cumplidos). 
Aprendían entonces a leer y a escribir (según Plutarco, este aspecto se reducía al mínimo indispensable), así como a cantar (principalmente las elegías de Tirteo, que servían como cantos de marcha). 
Pero lo esencial de su formación consistía en endurecerlos físicamente por medio de la lucha y el atletismo, y en aprender el manejo de las armas, a marchar en formación y, por encima de todo, a obedecer ciegamente a sus superiores y buscar siempre el bien de la ciudad. Plutarco lo expresa así: "Licurgo acostumbró a los ciudadanos a no saber vivir solos, a estar siempre, como las abejas, unidos por el bien público en torno a sus jefes" (Vida de Licurgo).
 
El Estado asume la tutela hasta los veinte años. Durante la infancia, todo el énfasis se pone en el rigor y la disciplina. Estos dos principios son la quintaesencia de lo espartano. A los niños se les corta el pelo al rape (más tarde, cuando sean efebos, lo llevarán largo y bien cuidado), van habitualmente descalzos y hacia los doce años sólo se les permite ya un himatión (manto de lana de una pieza) al año y ningún quitón (la habitual túnica corta, atada sobre los hombros). De hecho, la mayor parte del tiempo -en el gimnasio, en sus juegos- van desnudos y mugrientos, porque raramente se les permite bañarse. Las raciones de comida se reducen al mínimo imprescindible, lo que les obliga a robar si quieren evitar el hambre o así se lo manda su irén (y, de ser sorprendidos, se les castiga severamente no por el robo mismo, sino por su torpeza al cometerlo). Duermen en un lecho de cañas recogidas en el Eurotas, que deben cortar a mano ellos mismos, sin herramientas de ninguna clase. Pese a todo, los niños y jóvenes cuentan con servidores que les atienden, salvo durante la Krypteia. Al convertirse en efebos (hacia los quince años) se dejaban el cabello largo propio de los soldados, limpio y perfumado, en honor de la opinión atribuida a Licurgo, para quien la melena hacía a los guapos más apuestos y a los feos más temibles.
 
La esmerada atención que en Atenas y otras ciudades griegas se prodigaba a la educación retórica, en Esparta estaba orientada a formar en la máxima economía expresiva, hasta el punto de hacer proverbial la concisión espartana al hablar (laconismo). Se esperaba del joven que llegara a expresar sus ideas con solidez, pero de forma breve y mordaz, al tiempo que con gracia.
 
Toda la ciudad vela por la disciplina de los jóvenes. Cualquier ciudadano o compañero de más edad puede reñir a los niños o sancionarlos con castigos físicos: hacerles pasar hambre, morderles el pulgar, azotarlos... Esta dureza, lejos de ser herencia de Licurgo, irá incrementándose a lo largo de los siglos de manera completamente inconexa con las auténticas necesidades militares de la ciudad. Así, durante la Pax Romana, cuando Esparta se ha convertido en una población sin importancia de la provincia de Acaya, las ceremonias a manera de novatadas en el santuario de Artemisa Ortia (combates rituales disputándose pilas de quesos colocados sobre los altares) se convierten en el sádico ritual de la dimastígosis, en la que a los niños, desnudos y al sol, se les flagela incluso hasta la muerte, ante las ávidas miradas de los espectadores, venidos de toda Grecia.
 
Durante la adolescencia, se pone especial énfasis en el aidós ("pudor", "decencia"). En la primera edad adulta se insistirá de modo particular en la emulación y la competencia, principalmente para llegar a ser uno de los "Hippeis". A partir de los veinte años, los jóvenes espartanos siguen viviendo en un régimen de cuartel y forman los grupos de sfareis (jugadores de pelota).
 
El ritual de la Krypteia ( la caza humana ), que no todos debían pasar y cuyos participantes, los criptos, debían permanecer ocultos y no ser vistos. Son jóvenes de entre veinte y treinta años, que ya no forman parte de la Agogé, y se cree que la Krypteia era una prueba para las élites. Según Platón, los criptos en invierno, se ocultaban en el bosque durante el día, e iban descalzos. Además, Plutarco añade que durante la noche, los criptos descendían de los bosques y mataban hilotas.


La Krypteia es una prueba ritual en la cual los participantes no podían usar calzado ni recibir ayuda. No sabemos con qué frecuencia se realizaba ni cuanto duraba, pero era valorada como prueba de origen ancestral. 
Probablemente, cuando el número de hilotas ascendió y estos comenzaron a ser un peligro para los lacedemonios, se añadiera el concepto de matarlos.
 
Todo este entrenamiento hace de los espartanos los soldados más temidos de Grecia y figuran, probablemente, entre los mejores combatientes de la Antigüedad.
La definitiva integración en el cuerpo cívico es a los treinta años, cuando puede participar en la Apella (asamblea espartana), entra en el ejército como hoplita de pleno derecho y puede acceder a las magistraturas del Estado. Recibe además una tierra en usufructo, y los ilotas (esclavos mesenios) que la trabajarán.
 
LA EDUCACIÓN DE LAS NIÑAS:
Las mujeres recibían también una educación gestionada por el Estado, basada en la gimnasia, la lucha y el atletismo, y que tenía como finalidad principal capacitarlas para engendrar niños sanos y fuertes. Se trataba de combatir los rasgos considerados femeninos (gracia, cultura) mientras se endurecía el cuerpo. 
La mujer espartana llevaba habitualmente el peplo arcaico, sin coser por el costado, lo que suscitaba bromas y comentarios lascivos entre los demás griegos, especialmente los atenienses, que las llamaban las fainomérides (“las que enseñan los muslos”). En las ceremonias religiosas y en las fiestas iban directamente desnudas, lo mismo que en las competiciones públicas de atletismo o lucha.
 
La educación femenina buscaba también reducir al mínimo los sentimientos: el matrimonio no debía ser sino la ocasión de producir futuros guerreros. Incluso el préstamo de esposas entre amigos se consideraba normal, y no era oficialmente vergonzoso ceder la propia a alguien más joven y fuerte que engendrara de ella hijos igualmente vigorosos. 
Con todo, la actitud ante la bastardía era ambigua, y claramente negativa cuando se refería a los reyes. Así, en el 412 a. C., la relación de Timaia -mujer del rey Agis II- con Alcibíades constituyó un escándalo, y el hijo que tuvo, Leotíquides, fue excluido del trono por bastardo.
 
Como contrapartida a su dura educación, las mujeres espartanas gozaron de una notable libertad de movimientos, a diferencia de las demás mujeres griegas, recluidas casi de por vida en el gineceo. Podían también heredar de sus padres, lo que les proporcionaba gran independencia de los hombres y solían ser ellas las que administraban la economía familiar.
 
LA PEDERASTIA:
A los doce años, según cuenta Plutarco, era corriente que tuvieran ya un amante de entre los muchachos mayores y más prestigiosos (el Erasta; del griego "erastés" = el amante). La relación entre la pareja adquiría tal carácter oficial que en algún caso los éforos castigaron al erasta por una falta cometida por su efebo. No estaban bien vistos, en cambio, los celos o rivalidades por un mismo muchacho, sino que ambos rivales debían colaborar al unísono en la educación del amado (el Eronome; del griego "eromenós" = el amado).
 
Simultáneamente, sin embargo, el matrimonio y la procreación se consideraban deberes sagrados para con la ciudad, hasta el punto de que los solteros en edad de casarse eran objeto de particulares impuestos y de humillaciones públicas. Muchas veces como rito matrimonial, el cónyuge raptaba a la esposa, a la cual cortaban el pelo y vestían como un hombre. Tras el acto conyugal, el hombre se iba con sus compañeros. En Esparta además, se desposaban con más edad que en el resto de Grecia, normalmente la mujer contaba con unos veinte años y el hombre con treinta.

CARITES DICE A LOS BANDIDOS QUE DECIDEN EL DESTINO DE UNA MUCHACHA PATRICIA SECUESTRADA QUE INTENTÓ ESCAPAR



Si matáis cruelmente a la chica, no habréis hecho más que dar rienda suelta a vuestra ira sin obtener nada a cambio. Lo que se me ocurre es esto: llevémosla a una ciudad cercana y vendámosla. Por una chica dulce y joven como ella seguro que nos pagarán un buen precio, especialmente porque yo mismo conozco allí a proxenetas desde hace mucho tiempo; sin duda alguno de ellos nos hará una buena oferta por una muchacha de alcurnia como ésta. Allí tendrá que exhibirse en un burdel y no podrá escapar como acaba de intentar. Verla sirviendo a los hombres en un prostíbulo será una dulce venganza.

( Lucio Apuleyo en "El asno de oro" )






CRÁTERO



Crátero (c. 370 a. C. - 321 a. C., en griego antiguo Κρατερός) fue un general macedonio que formó parte del ejército de Alejandro Magno. A la muerte de éste, se convirtió en uno de los diádocos que luchó por los territorios del Imperio.
 
Era hijo de un aristócrata macedonio llamado Alejandro. Crátero comandó el ala izquierda de la infantería en la batalla de Issos (333 a. C.). En Hircania se le encargó una misión contra los tapurios, su primer mando independiente en el ejército macedonio. En la batalla del Hidaspes (326 a. C., cerca del actual Jhelum), comandaba la retaguardia, que se quedó en la orilla oeste. Sus hombres intervinieron en la batalla solamente al final de ésta.
 
Durante las largas celebraciones en Susa, Crátero se casó con la princesa Amastris, hija de Oxatres, hermano de Darío III. Crátero y Poliperconte fueron elegidos para guiar a 11.500 soldados veteranos en la vuelta a Macedonia. Crátero fue a Cilicia, donde ordenó construir una flota cuando Alejandro murió inesperadamente en Babilonia.
 
Según las fuentes griegas, Alejandro le dijo a Pérdicas que daría su imperio kratistôi, «al más fuerte». Algunos investigadores han especulado que Alejandro en realidad dijo que dejaba su reino 'a Crátero', otra posible interpretación de sus últimas palabras. En el lecho de muerte, sus generales le preguntaron a quién legaría su reino. Ya que Alejandro no tenía ningún heredero legítimo y obvio (su hijo Alejandro IV nacería tras su muerte, y su otro hijo era de una concubina, no de una esposa), era una cuestión de vital importancia. Se debate mucho lo que Alejandro respondió: algunos creen que dijo Krat'eroi (‘al más fuerte’) y otros que dijo Krater'oi (‘a Crátero’). Esto es posible porque la pronunciación griega de ‘el más fuerte’ y ‘Crátero’ difieren sólo por la posición de la sílaba acentuada. La mayoría de los historiadores creen que si Alejandro hubiera tenido la intención de elegir a uno de sus generales, obviamente hubiera elegido a Crátero porque era el comandante de la parte más grande del ejército, la infantería, porque había demostrado ser un excelente estratega y porque tenía las cualidades del macedonio ideal. Pero Crátero no estaba presente, y los otros pudieron haber creido oír Krat'eroi, ‘el más fuerte’. Fuera cual fuese su respuesta, Crátero no parecía ansiar el cargo. Entonces, el imperio se dividió entre sus sucesores (los diádocos).
 
En 322 a. C. Crátero ayudó a Antípatro en la Guerra Lamiaca contra Atenas. Navegó con su flota cilicia hasta Grecia y dirigió las tropas en la Batalla de Crannon en 322 a. C. Cuando Antígono se levantó contra Pérdicas y Eumenes de Cardia, Crátero se unió a él, al lado de Antípatro y Ptolomeo. Se casó con Fila, hija de Antípatro. Murió en una batalla contra Eumenes en Asia Menor, en algún lugar cercano al Helesponto, en 321 a. C., donde su ejército contaba con 20.000 infantes y 2.000 jinetes, mientras que el de su rival 20.000 infantes y 5.000 jinetes.

PUBLIO SIRO DICE SOBRE EL MÉRITO




Todo mérito queda oculto, si no lo proclama la fama.



EL CÓNSUL AULO TERENCIO VARRÓN MURENA



Aulo Terencio Varrón Murena (en latín, Aulus Terentius Varro Murena; 56-23 a. C.) fue un general y político romano del siglo I a. C.

 

Murena fue hijo natural de un tal Aulo Terencio Varrón, y hermano adoptivo de Lucio Lucinio Varrón Murena. Estaba bien conectado con el régimen de Augusto,​ dado que su hermana Terencia se casó con Cayo Cilnio Mecenas, el prominente mecenas, consejero y amigo de Augusto;​ mientras que su medio hermano Gayo Proculeio fue un amigo íntimo de Augusto durante su ascenso al poder.​

 

En 25 a. C., Augusto encomendó a Murena comandar una expedición contra los salassi del valle de Aosta, en los Alpes noroccidentales.​ Los salassi habían sido problemáticos para los ejércitos romanos al emplear el paso de Gran San Bernardo que, como la ruta más corta de Italia al Alto Rin, se había convertido en estratégicamente vital para los romanos tras la conquista de las Galias por Julio César en 51 a. C.

 

Los salassi fueron finalmente derrotados y, según Estrabón, Murena deportó y vendió como esclavos a 44.000 miembros de esa tribu. De acuerdo a Dion Casio, Murena solo vendió a los hombres en edad militar y solo por un plazo de veinte años.​ En 24 a. C., Murena estableció una colonia romana de 3.000 habitantes en el corazón de la región salassi, la cual denominó Augusta Praetoria Salassorum (Aosta, Italia).​

 

Murena fue nombrado cónsul por Augusto para el año 23 a. C., pero falleció poco después de entrar al cargo.​ Su reemplazante fue Cneo Calpurnio Pisón.​ Poco después de la muerte de Murena, su hermano adoptivo Lucio Lucinio Varrón Murena fue acusado por Fannio Cepión de conspirar contra Augusto.