Un
cuestor (del latín QVÆSTOR 'indagador') es un tipo de magistrado de la antigua
Roma. Los primeros cuestores fueron jueces encargados de los casos de asesinato
y de insurrección o alta traición. Con el tiempo su denominación más común fue
Decumviri Perduillionis et parricidii. Eran nombrados para cada caso y no
constituían una magistratura permanente.
A
fines del siglo III a. C., los decumviri o cuestores perdieron sus atribuciones
judiciales, que pasaron a los triunviri nocturni.
Simultáneamente
a estos cuestores judiciales existieron los cuestores administrativos, en los
cuales delegaba el rey la administración de los fondos públicos. Con la
República (420 a.C.), sus funciones pasaron a los cónsules que las delegaron
en: dos cuestores civiles (para el Tesoro público); y dos cuestores militares
(para las arcas del Ejército). Es en ese momento en el que los plebeyos logran
el acceso a la Cuestura, hasta entonces reservada a los patricios. Su número
seguiría incrementándose hasta llegar a 40 en época de César. Más tarde su
nombramiento pasó a los comicios tribunados.
Estos
cuatro cuestores eran patricios hasta que el 345 ab urbe condita (309 a.C), los
plebeyos pudieron ocupar tres de las cuatro plazas.
También
existieron cuatro cuestores de la Marina, encargados de la administración de
las cuatro bases navales romanas.
Finalmente
se establecieron, junto a los cuestores existentes, los cuestores itálicos, con
competencias para coordinar los censos de la parte de Italia sometida a Roma.
Los
jóvenes patricios cuando llegaban alrededor de los treinta años, ya ansiaban el
cargo de cuestor, cosa que acarreaba, entre otros beneficios, la elevación
automática al Senado y ofrecía a un hombre emprendedor muchas oportunidades de
rellenar la bolsa de dinero. Si se le nombraba cuestor y se le destinaba a una
provincia, era el encargado de llevar las finanzas del gobernador, normalmente
sin que nadie lo supervisara; podía manipular los libros, vender exenciones de
impuestos, ajustar contratos.
También era posible, si era uno de los tres
cuestores que se quedaba en Roma, aprovecharse del nombramiento para llevar las
finanzas del Tesoro; podía alterar (por un precio) los registros para borrar
alguna deuda, o asegurarse de que alguien recibiera cantidades del Tesoro a las
que no tuviera derecho. Por ello cualquier patricio con poco dinero, siempre
estaba ansioso por asumir su cargo de cuestor e iniciar ya su carrera política.
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