Mostrando entradas con la etiqueta TEÁGENES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta TEÁGENES. Mostrar todas las entradas

domingo, 12 de abril de 2020

FARSA MEGARIANA



Se llamaba Farsa megariana a una representación escénica que a fines del siglo VII o principios del VI a. C. apareció en Megara, ciudad de Grecia, cuyo desarrollo fue paralelo al de la creciente democracia griega; esta comedia o sátira política estuvo confinada en los pueblos, conservando, por lo tanto, un carácter rústico y no creó una forma duradera ni fue cultivada por ningún gran poeta.

 

Al ser expulsado el tirano Teágenes, probablemente el año 581 a. C., la gran masa de la población que en Grecia y sobre todo en la Megárida, vivía en el campo, debió exteriorizar en sus fiestas rurales, dedicadas a Dioniso, el antiguo odio que dormía en el fondo de su alma, lanzando violentas sátiras y sangrientos epigramas contra sus vencidos enemigos; sátiras y epigramas que dieron origen al género cómico y a la farsa megariana.

 

Nada se sabe de cierto y nada queda de lo que aquellos pobres poetas campesinos compusieron, pero, sin embargo, resulta temerario considerar solo como fábulas lo que la tradición ha conservado de ellas.

 

Según los textos antiguos el más celebre de dichos poetas fue Susarión (570 a. C.), siendo el primero que escribió comedias en verso, claro es que tomando la palabra comedia en el sentido que le estamos dando.


viernes, 8 de diciembre de 2017

CILÓN


 
Cilón era un ambicioso noble ateniense, yerno del tirano de Megara, Teágenes,​ que llegó a ser nombrado arconte, y pensó que podría aplicar el mismo sistema político en su ciudad, Atenas. Así que hacia el 632 a. C. intentó un golpe de estado,​ tomando la Acrópolis durante las Dipolias —festividad consagrada a Zeus Polieo​ con la ayuda de soldados de Megara,​ y de aristócratas atenienses. La presencia de soldados megarenses no gustó al pueblo ateniense, que opuso una resistencia masiva, y cercó a los invasores. Los pritanos de los naucraros, que gobernaban entonces la ciudad, prometieron respetar sus vidas si deponían su actitud.​ Tucídides y Plutarco también responsabilizan a los pritanos del crimen y no a los arcontes (corregido por Tucídides en i.126.8): su relato omite toda referencia al lugar donde ocurrió la masacre y cita a los nueve arcontes como responsables de la muerte de los suplicantes. Según B. Jordan, tendría razón Tucídides, que corregía a Heródoto, que se basaría en una fuente proalcmeónida que intentaba exculpar a los Alcmeónidas.​
 
Las respuestas a la impiedad cometida por Cilón, constituía un acto de violencia en un santuario: el asesinato por los magistrados de los suplicantes «cilonianos» en los altares de las Semnai,​ mientras que en las Dipolias un funcionario sacrificaba un buey en el altar de Zeus Polieo y después huía de la escena.​ Tanto en las Dipolias como en el relato sobre Cilón sigue un juicio para determinar quién es culpable de las muertes en el santuario, para identificar la fuente de polución, es decir, de la impureza sacral. ​ El juicio está atestiguado en la Constitución de los atenienses, por lo tanto, no debe ser considerado como una invención de Plutarco, según la opinión de F. S. Naiden. El juicio que purificó la ciudad implicaba la expulsión del culpable, igual que en las Dipolias el cuchillo del sacrificio era expulsado de la ciudad y purificado con agua de mar.
 
La posibilidad de que sucediera durante otras festividades, las Diasia, es transmitida por Heródoto y criticada por Tucídides.
 
Cilón escapó, siendo el resto de sus seguidores asesinados por el arconte Megacles I, cabeza de la familia Alcmeónidas, aun después de haberles jurado respetar la vida si se rendían, motivo por el que fue expulsado posteriormente de Atenas, y por el que se lanzó la maldición de los Alcmeónidas sobre él y sus descendientes, ya que su acción atrajo también sobre Atenas una impureza de considerable trascendencia política.​
 
Obtuvo una victoria en la doble carrera, llamada díaulos, en Olimpia,1​ en la Olimpíada 35 (640 a. C.).  Pausanias acredita que en la Acrópolis había una estatua del conspirador, presumiblemente una ofrenda expiatoria por su muerte.​ Sin embargo, la existencia de dicha escultura podría contradecir el relato tucidídeo en el que Cilón consigue escapar, pero concordaría con la explicación narrada por Heródoto sobre su muerte. El asedio a los conspiradores en la Acrópolis, incluso su asesinato, es consecuentemente retratado como un acto oficial de la polis, llevada a cabo por sus magistrados legítimos. Sin embargo en el juicio parece que únicamente los Alcmeónidas fueron maldecidos.
 
En suma, comúnmente se considera la conspiración de Cilón como el primer acontecimiento cierto de la historia de Atenas,​ aunque su lectura sea la de un relato mítico o ritual. Esto no menoscaba la historicidad real del caso, sin embargo, como las tradiciones orales que relatan acontecimientos históricos, como rutina, hacen uso de tales tropos para estructurar sus relatos.​
 
Las excavaciones de 2016 en el puerto de Fáliro han sacado a la luz una necrópolis que incluye una fosa común con 80 esqueletos de varones jóvenes maniatados, datada en el tercer cuarto del siglo VII a.C. Se presume que los cadáveres corresponden a los participantes en la revuelta de Cilón, que se entregaron pero fueron ejecutados.


domingo, 5 de marzo de 2017

EL ATLETA DIÁGORAS DE RODAS


Diágoras fue un atleta griego del siglo V a. C., nacido en Ialisos, en la isla de Rodas. Descendiente del rey de su ciudad natal, Damágenes, se hizo famoso por triunfar en varias ocasiones en los cuatro grandes juegos griego: olímpicos, nemeos, ístmicos y píticos.
 Nuevamente aparece aquí un vencedor en la disciplina del boxeo, año 464, aunque también venció en los Juegos Ístmicos, en los de Nemea y en Delfos. Al igual que a Teágenes, Diágoras era también considerado por los griegos hijo de otro personaje mítico, en este caso Hermes. Se sabe, según los autores clásicos, que poseía una estatura muy intimidatoria de alrededor de 2 metros, por lo que era considerado casi como un coloso o un gigante. Sus hijos también se erigieron en campeones olímpicos. Así, Acusilaos y Damagetos vencieron en los Juegos de 448 a.c. en las modalidades de boxeo y pancracio.
 Píndaro cantó su victoria en el pugilato en el año 464 a. C., en la Séptima Olímpica y se le levantó una estatua en Olimpia, obra del escultor Calicles:

Cubre Señor, de gloria
al que la gran victoria
en Olimpia ganó, púgil valiente.
Estima y reverencia
entre la propia y extranjera gente
le de tu omnipotencia;
Que el rumbo sigue a la arrogancia opuesto,
Enérgico y modesto,
y los ejemplos raros
siempre sus normas son, ¡Musa! No olvides
que del buen Calianate,
célebre en el combate,
es nieto, y de los nobles eratides.
Rodas está de fiesta. Su contento
no venga a perturbar mudable viento.
(Píndaro: fragmento de la Séptima Oda Olímpica al púgil Diágoras de Rodas)
 
Ya anciano tuvo la satisfacción de ver a sus dos hijos Damageto y Acusilao vencedores en los Juegos Olímpicos. Se cuenta que justo tras ser coronados, sus hijos lo cogieron en hombros y lo pasearon triunfalmente por el estadio. Entonces uno de los espectadores gritó Κάτθανε Διαγόρα, ουκ εις Όλυμπον αναβήση («Ya puedes morir, Diágoras, pues no esperes subir al Olimpo») y Diágoras, lleno de felicidad y reconocido por todos, soltó su último aliento. Otro hijo suyo, Dorieo, fue vencedor de pancracio, en varias ocasiones.
 
Otro de sus hijos, Dorieus, ganó el pancracio por lo menos en tres Olimpiadas consecutivas y sus nietos Eucles y Pisírodo, también inscribieron sus nombre entre los vencedores olímpicos.

Como anécdota, su cuenta, que estando prohibida la presencia de mujeres en las Olimpiadas, Calipatira, hija de Diágoras y madre de Pisírodo, decidió que no se iba a perder el día que su hijo triunfaría. Así que, se vistió con las ropas de los entrenadores y consiguió colarse. Tal y como ella había soñado, su hijo consiguió hacerse con la victoria pero, llevada por su alegría, saltó la valla para felicitar a su hijo y la ropa se quedó enganchada… Calipatira quedó desnuda frente a todos. Según las reglas de las Olimpiadas, el castigo para las mujeres que infringiesen la ley sería ser despeñadas por el monte Tipeo.

En honor a su padre, hermanos e hijo, campeones olímpicos, los jueces le perdonaron la vida. Además, desde aquel momento se promulgó una nueva norma que obligaba a los entrenadores a ir desnudos, igual que los atletas, para que no volviese a ocurrir.