Diágoras fue un atleta griego del siglo V a. C.,
nacido en Ialisos, en la isla de Rodas. Descendiente del rey de su ciudad
natal, Damágenes, se hizo famoso por triunfar en varias ocasiones en los cuatro
grandes juegos griego: olímpicos, nemeos, ístmicos y píticos.
Cubre Señor, de gloria
al que la gran victoria
en Olimpia ganó, púgil valiente.
Estima y reverencia
entre la propia y extranjera gente
le de tu omnipotencia;
Que el rumbo sigue a la arrogancia opuesto,
Enérgico y modesto,
y los ejemplos raros
siempre sus normas son, ¡Musa! No olvides
que del buen Calianate,
célebre en el combate,
es nieto, y de los nobles eratides.
Rodas está de fiesta. Su contento
no venga a perturbar mudable viento.
(Píndaro: fragmento de la Séptima Oda Olímpica al
púgil Diágoras de Rodas)
Ya anciano tuvo la satisfacción de ver a sus dos
hijos Damageto y Acusilao vencedores en los Juegos Olímpicos. Se cuenta que
justo tras ser coronados, sus hijos lo cogieron en hombros y lo pasearon
triunfalmente por el estadio. Entonces uno de los espectadores gritó Κάτθανε Διαγόρα, ουκ εις Όλυμπον αναβήση («Ya puedes morir, Diágoras, pues
no esperes subir al Olimpo») y Diágoras, lleno de felicidad y reconocido por
todos, soltó su último aliento. Otro hijo suyo, Dorieo, fue vencedor de
pancracio, en varias ocasiones.
Otro de sus hijos,
Dorieus, ganó el pancracio por lo menos en tres Olimpiadas consecutivas y sus
nietos Eucles y Pisírodo, también inscribieron sus nombre entre los vencedores
olímpicos.
Como anécdota, su cuenta,
que estando prohibida la presencia de mujeres en las Olimpiadas, Calipatira,
hija de Diágoras y madre de Pisírodo, decidió que no se iba a perder el día que
su hijo triunfaría. Así que, se vistió con las ropas de los entrenadores y
consiguió colarse. Tal y como ella había soñado, su hijo consiguió hacerse con
la victoria pero, llevada por su alegría, saltó la valla para felicitar a su
hijo y la ropa se quedó enganchada… Calipatira quedó desnuda frente a todos.
Según las reglas de las Olimpiadas, el castigo para las mujeres que
infringiesen la ley sería ser despeñadas por el monte Tipeo.
En honor a su padre,
hermanos e hijo, campeones olímpicos, los jueces le perdonaron la vida. Además,
desde aquel momento se promulgó una nueva norma que obligaba a los entrenadores
a ir desnudos, igual que los atletas, para que no volviese a ocurrir.
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