Varios oprobios mancharon su reputación durante
su juventud. Sexto Pompeyo le acusó de afeminado. Marco Antonio le censura
haber comprado al precio de su deshonra la adopción de su tío; Lucio, el
hermano de Marco Antonio, pretendía que después de haber entregado a César la
flor de su juventud, la vendió otra vez en España a Aulo Hircio por trescientos
mil sestercios, acostumbraba a quemarse el vello de las piernas con cáscara de
nuez ardiente, con objeto de que estuviesen más suaves. Todo el pueblo le
aplicó un día en el teatro, con transportes de maligno regocijo, este verso con
que un autor designaba a un sacerdote Cibeles que tocaba el tamboril:
¿Es que no ves de cómo ese afeminado templa el
tamboril con sus dedos?.
( De los "Documentos del Vaticano"
recopilados por Walter M. Abbot )
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