Democedes de Crotona (en griego: Δημοκήδης/Dēmokḗdēs) (¿-?), famoso médico
griego descrito por Heródoto de Halicarnaso como “el mejor de su
tiempo”. El historiador es nuestra mejor fuente para conocer algunos detalles
de la vida del médico. Según la Suda, escribió un libro de medicina, que
no se ha conservado.
Nació en Crotona, población aún hoy en día de la
actual Italia. Su padre, Califonte, era sacerdote del culto de Asclepio.
Su primera aparición como médico lo sitúa en la isla
griega de Egina, donde recibía un salario de un talento egineta por ofrecer sus
servicios de médico público. Más tarde sirvió en Atenas al subir los atenienses
su salario dos terceras partes, pero finalmente recaló en la isla de Samos,
regida por el tirano Polícrates, quien subió la oferta hasta los dos
talentos.
En el 522 a. C., Polícrates de Samos aceptó la
invitación del sátrapa de Lidia, Oretes, para acudir a Sardes. La
invitación era en realidad una trampa, ya que en cuanto Polícrates llegó a la
capital lidia fue ejecutado. Los miembros de su séquito, entre los que se
encontraba Democedes, fueron encarcelados, aunque posteriormente fueron
llevados a Susa como esclavos tras la ejecución del propio Oretes por orden del
rey persa Darío I.
Quiso el destino que cierto día el rey Darío se
torciera el tobillo mientras estaba de caza. Sus médicos egipcios personales,
considerados los mejores del momento, no encontraban la solución a la dolencia
del rey. Fue en ese momento en que fueron requeridos los servicios de
Democedes, quien pronto calmó la dolencia de Darío. En recompensa, Darío y sus
esposas colmaron de regalos al griego (oro, casa amueblada). El rey le permitió
comer en su presencia y vivió entre los persas con todo lujo. Incluso tuvo que
interceder por los médicos egipcios que de no ser por él habrían sido
crucificados. Fue el primero de muchos médicos griegos que tendrían las cortes
persas a partir de ese momento. Sin embargo, el máximo deseo de Democedes,
volver a su tierra natal, no fue atendido por Darío.
Tiempo más tarde, Atosa, la esposa favorita de
Darío, padeció un tumor en el pecho. Democedes la curó a cambio de cualquier
favor que el griego pudiera pedirle, que no fue otro que poder volver a su
tierra. Atosa le dijo que Darío nunca lo permitiría, pero el griego había
urdido un plan perfecto. Atosa le dijo a su esposo que los persas esperaban una
conquista por la gloria y poder del imperio. Al responderle Darío que
planificaba una campaña contra los escitas del norte, Atosa le dijo que mejor
ir contra los griegos del oeste, ya que además tenía en la corte al hombre
perfecto para planificar la guerra, su médico personal.
Darío preparó una expedición de reconocimiento con
tres naves fenicias que salieron desde Sidón. Fueron escogidos quince nobles
con la orden de observar atentamente las costas y ciudades griegas bajo el
liderazgo de Democedes. Se trataba de que al regreso llevaran la máxima
información posible y de que trajeran sano y salvo al médico.
La expedición llegó a Grecia y alcanzó Tarento, en
Italia, cerca de Crotona. De acuerdo con el plan urdido por Democedes, el rey
tarentino acusó a los persas de espías, y para evitar que escaparan tomó los
timones de sus naves. El médico aprovechó para escapar y refugiarse en Crotona,
donde fue protegido por sus conciudadanos una vez los persas fueron liberados y
se pusieron a la caza y captura del fugado. Los enviados tuvieron que volver a
casa con las manos vacías.
Poco más sabemos de Democedes, salvo que se casó con
la hija de un famoso luchador de la época, Milón de Crotona. Este honor
le costó un precio muy elevado, sólo para, según lo que sabemos hasta hoy,
poderle fanfarronear a su antiguo amo Darío, quien a bien seguro conocía al
luchador.
No obstante, la vida en Italia era demasiado vulgar y
aburrida para él, tras haber pasado gran parte de su vida en la corte de Susa,
por lo que pidió permiso al Gran Rey Darío I para volver a Persia y a su cargo
de médico de la corte. Darío, contento, le permitió volver a Persia y le
devolvió su antiguo cargo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario