Con frecuencia tendemos
a pensar que personajes como Aristóteles se encuentran muy lejos de nuestra
vida cotidiana. Nadie duda en reconocer en él a uno de los más importantes filósofos
de la Antigüedad junto con Platón y Sócrates, pero la impresión de que
su obra como tal tiene una presencia limitada al ámbito de la filosofía es
asimismo general. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. ¿Quién no ha
dicho alguna vez que el fin que busca todo ser humano para su vida es la felicidad?
¿O que el hombre es un ser sociable por naturaleza? Todos identificamos a un
virtuoso como a alguien capaz de hacer algo del mejor modo posible, y en más de
una ocasión habremos afirmado convencidos que en el término medio está la
virtud. La obra filosófica de Aristóteles es sin duda una de las más valiosas
del mundo clásico tanto por su magnitud como por su profundidad. Pero es su
trascendencia histórica la que explica el lugar que todos, conscientes o no de
ello, atribuimos a su autor en el pensamiento occidental. La filosofía aristotélica
está sutilmente encajada en nuestra forma de ver el mundo, es un recurso
inconsciente de nuestro modo de analizar la realidad y razonar sobre ella. Quizá
la figura idealizada del filósofo de blancas y largas barbas, vestido con una túnica
y portando algún libro mientras enseña a sus discípulos que hemos visto representada
hasta la saciedad en cuadros y libros nos sea lejana, pero lo cierto es que
acercarnos a Aristóteles es hacerlo a nosotros mismos.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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