Todos hemos pecado: unos grave y
otros levemente; unos con premeditación; otros, empujados por las
circunstancias o arrastrados por maldad ajena; algunos no supimos mantenernos
firmes en nuestros buenos propósitos y perdimos la inocencia contra nuestra
voluntad y queriendo conservarla. Y no sólo hemos pecado, sino que pecaremos
hasta el fin de la vida. Y si alguno purificó su alma, tan bien que no pueda
perturbarle ni inducirle a error nada, llegó a tanta perfección a fuerza de
pecar.
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