Hemos tenido un invierno
inquietante y una primavera en la que ha imperado el pánico. Los germanos por
fin se han puesto en movimiento y han penetrado al sur de nuestra provincia por
el curso del río Rhodanus. Se han estado recibiendo cartas urgentes de nuestros
aliados galos y eduos desde finales del año pasado diciendo que sus indeseados
huéspedes, los germanos, iban a ponerse en marcha. Luego, en abril, llegó la
primera delegación edua a decirnos que los germanos habían limpiado los
graneros de eduos y ambarres para cargar sus carros. Sin embargo, habían dicho
que se dirigían a Hispania, y los del Senado, que creen más prudente quitar importancia
a la amenaza germana, difundieron en seguida la noticia.
Suerte que Escauro no es de
éstos, ni tampoco Cneo Domicio Ahenobarbo. Así que, poco después de que Cneo
Malí o y yo iniciásemos el consulado, hubo una numerosa facción que nos instó a
reclutar un nuevo ejército para caso de urgencia y a Cneo Malio se le encomendó
reunir seis legiones.
Sí, ya sé, ya sé. No te enfades,
Cayo Mario, y déjame exponerte la situación antes de que empieces a pisotearme
la cabeza, ¡y no me refiero a esa masa de hueso y carne de encima de los
hombros! Sé que por derecho me habría correspondido reclutar y mandar ese ejército,
lo sé muy bien. Soy el primer cónsul, tengo una larga y fructífera carrera militar
y hasta cierto grado de fama porque por fin se ha publicado mi manual bélico. Mientras
que mi colega Cneo Malio casi no tiene experiencia.
¡Pues todo es culpa tuya! Mi
relación contigo es bien sabida y creo que tus enemigos en la cámara antes
prefieren que Roma perezca en un aluvión de germanos que satisfacerte a ti y a
los tuyos en modo alguno. Así que, Metelo el Meneítos, el Numídico, se puso en pie
y efectuó un magnífico discurso diciendo que yo era demasiado viejo para mandar
un ejército y que se sacaría mayor provecho de mis innegables talentos
dejándome el gobierno de Roma.
Le siguieron como borregos que van tras el que los lleva al matadero y aprobaron los decretos al efecto. ¿Por qué no me enfrenté a ellos?, te oigo decir. ¡Oh, Cayo Mario, yo no soy como tú! Yo no tengo ese arranque de odio destructor que tú sientes por ellos ni tu fenomenal energía. Así que me he contentado con insistir en que a Cneo Malio se le den unos legados veteranos aptos y con experiencia, y al menos esto se ha hecho. Tiene a Marco Aurelio Escauro de ayudante: sí, he dicho Aurelio, no Emilio, pues lo único que tiene en común con nuestro amigo de la cámara es el cognomen. No obstante, sospecho que su capacidad militar es mucho mayor que la del famoso Escauro. ¡Eso espero para bien de Roma y de Cneo Malio!
Le siguieron como borregos que van tras el que los lleva al matadero y aprobaron los decretos al efecto. ¿Por qué no me enfrenté a ellos?, te oigo decir. ¡Oh, Cayo Mario, yo no soy como tú! Yo no tengo ese arranque de odio destructor que tú sientes por ellos ni tu fenomenal energía. Así que me he contentado con insistir en que a Cneo Malio se le den unos legados veteranos aptos y con experiencia, y al menos esto se ha hecho. Tiene a Marco Aurelio Escauro de ayudante: sí, he dicho Aurelio, no Emilio, pues lo único que tiene en común con nuestro amigo de la cámara es el cognomen. No obstante, sospecho que su capacidad militar es mucho mayor que la del famoso Escauro. ¡Eso espero para bien de Roma y de Cneo Malio!
En definitiva, Cneo Malio lo ha
hecho bastante bien. Optó por reclutar entre el censo por cabezas y puso como
ejemplo tu ejército africano como prueba de la efectividad de los proletarios.
A finales de abril, cuando llegaron las noticias de que los germanos se dirigirían
hacia el sur, penetrando en nuestra provincia, Cneo Malio disponía ya de seis
legiones, todas de romanos o de proletarios latinos. Pero luego llegó la
delegación de los eduos, y por primera vez el Senado dispone de un cálculo
seguro del número de germanos que componen esta migración. Hemos sabido, por
cierto, que los germanos que mataron a Lucio Casio en Aquitania, y cuyo número
creíamos que totalizaba un cuarto de millón, eran en realidad tres veces menos.
Así que, según los eduos, unos ochocientos mil germanos, entre guerreros, mujeres
y niños, se dirigen actualmente hacia la costa de la Galia y el mar
Mediterráneo. Es increíble, ¿verdad?
La cámara autorizó a Cneo Malio
a reclutar otras cuatro legiones para que su ejército tenga un total de diez
legiones y cinco mil soldados de caballería. Por entonces ya se había difundido
por toda Italia la noticia de la llegada de los germanos, pese a los esfuerzos
del Senado por calmar los ánimos. Estamos muy preocupados, sobre todo porque
hasta la fecha no los hemos vencido en ningún combate. Desde tiempos de Carbo
todo han sido derrotas. Y hay quienes dicen ahora, sobre todo entre la gente
ordinaria, que nuestro famoso refrán de que seis buenas legiones romanas vencen
a un cuarto de millón de bárbaros indisciplinados es pura merda. Ya te digo,
Cayo Mario, toda Italia está atemorizada. Y yo no se lo reprocho.
Supongo que, debido al temor
generalizado, varios aliados itálicos han cambiado su política de los últimos
años y han aportado voluntariamente tropas al ejército de Cneo Malio. Los
samnitas han enviado una legión de infantería con armamento ligero y los marsos
han aportado una magnífica legión de infantería al estilo romano. Contamos con
una legión mixta de Umbría, Etruria y Piceno. Así que, como podrás imaginarte, nuestros
padres conscriptos están como el gato que ha cazado un ratón, pagados de si
mismos y muy satisfechos. De las cuatro legiones suplementarias, tres las pagan
y mantienen los aliados itálicos.
Todo eso es positivo, pero hay
un aspecto negativo, claro. Tenemos una escasez abrumadora de centuriones, lo
cual quiere decir que ninguna de las nuevas tropas de proletarios alistadas han
recibido instrucción adecuada y la única legión de este tipo de las cuatro
últimas va casi sin preparación. Su legado Aurelio sugirió que Cneo Malio repartiese
a los centuriones veteranos uniformemente entre las siete legiones de proletarios,
teniendo en cuenta que no más del cuarenta por ciento de todos ellos han tomado
parte en combate real. Los tribunos militares son buenos y hay bastantes, pero
no necesito decirte que son los centuriones quienes mantienen la coherencia de
centurias y cohortes.
Con toda sinceridad, temo lo que
pueda pasar. Cneo Malio no es mala persona, pero no le veo capaz de guerrear
contra los germanos. Es una opinión que el propio Cneo Malio me corroboró
cuando se puso en pie en la cámara a finales de mayo y dijo que no podía
asegurar que toda su tropa supiera lo que se debe hacer en el campo de batalla.
¡Siempre hay quienes no saben qué hacer en el campo de batalla, pero uno no se
pone en pie en el Senado a decirlo!
¿Y qué hizo el Senado? Enviar
órdenes a Quinto Cepio en Narbo para que se trasladase inmediatamente con su
ejército al Rhodanus y se uniese al de Cneo Malio en cuanto éste llegue allí.
Por una vez el Senado no aplazó una decisión y el mensaje salió por correo a caballo
y en menos de dos semanas de Roma a Narbo. Ayer recibimos su respuesta. ¡Y vaya
respuesta!
Naturalmente, las órdenes
senatoriales decían que Quinto Cepio se subordinase con sus tropas al imperium
del cónsul del año. Todo perfectamente normal y legal. El cónsul del año pasado
tiene imperium proconsular, pero en cualquier empresa conjunta es el cónsul del
año el que asume el mando.
¡Ah, Cayo Mario, pero eso no le
apetecía a Quinto Cepio! ¿Pensaba sinceramente la cámara que él, un Servilio
patricio descendiente directo de Cayo Servilio Ahala, iba a avenirse a ser
subordinado de un advenedizo y hombre nuevo que no tiene efigies de antepasados
en sagrarios ancestrales, que un hombre ha llegado al consulado sólo porque
nadie de mejor linaje se ha presentado a la elección? Hay cónsules y cónsules, decía
Quinto Cepio. ¡Te juro que eso es lo que alegaba! En su año hubo bastantes candidatos,
pero este año lo más que pudo presentar Roma fue un noble menor arruinado (yo)
y un presuntuoso nuevo rico con más dinero que gusto (Cneo Malio). Así que,
Quinto Cepio concluía su carta diciendo que desde luego marcharía inmediatamente
hacia el Rhodanus, pero que cuando llegase esperaba encontrar un correo
senatorial que le aguardase con la noticia de que se le nombraba comandante supremo
de ese ejército mixto. Y añadía que con Cneo Malio a sus órdenes todo iría
estupendamente.
¡Qué carta tan larga! Pero es
que no habrá quien te explique las cosas con tanta sinceridad, y debes
saberlas. La carta de Quinto Cepio estaba dirigida a Escauro, príncipe del Senado,
y no a mí, y, naturalmente, ya conoces a nuestro querido Marco Emilio Escauro.
Leyó la horrenda carta ante el Senado con patentes muestras de sádica
satisfacción. Realmente, babeaba. ¡Ah, y puso los perros en danza! Hubo rostros
congestionados, puños alzados y una gresca entre Cneo Malio y Metelo el
Meneitos, que yo interrumpí llamando a los lictores del vestíbulo de la Curia,
iniciativa que a Escauro no le gustó. ¡Oh, qué día para Marte! Lástima no haber
podido embotellar aquella ardiente atmósfera para haber arrojado contra los
germanos el arma más ponzoñosa con que cuenta Roma.
El resultado es que,
efectívamente, habrá un correo esperando a Quinto Cepio a orillas del Rhodanus,
pero las nuevas órdenes serán exactamente iguales que las anteriores. Tiene que
ponerse a las órdenes de Cneo Malio Máximo, cónsul del año legalmente elegido. Es
una lástima que el necio se atribuyese un cognomen como Máximo, ¿no? Algo así
como regalarse una corona de hierba cuando te han salvado tus hombres y no al
revés. No sólo es el colmo ese autobombo, sino que, además, cuando no se es un Fabio,
lo de Máximo es de una presunción insoportable. Claro, él sostiene que su
abuela era una Fabia Máxima y que su abuelo lo usaba, pero yo sé que no es
cierto. Y dudo mucho lo de Fabia Máxima.
Bien, aquí me tienes, como un
corcel de guerra que ha vuelto al prado, deseando encontrarme en la piel de
Cneo Malio y, por el contrario, agobiado por cruciales decisiones, como, por
ejemplo, si podemos dar este año una nueva capa de pez a los silos estatales después
de haber pagado el equipamiento de siete nuevas legiones de proletarios.
¿Querrás creer que con toda Roma no hablando más que de los germanos, la cámara
estuvo discutiendo ese tema ocho días? ¡Es para volverse loco!
Pero tengo una idea y voy a
ponerla en práctica. Venzamos o nos derroten en la Galia, la voy a poner en
práctica. Como en toda Italia no queda un solo hombre que llegue a la altura
del zapato a ningún centurión, voy a reclutar instructores militares en las
escuelas de gladiadores. Capua está llena de escuelas de gladiadores, y de las
mejores. Así que, ¿no es lo más acertado, dado que Capua es el campamento base
de nuestras nuevas tropas? Si Lucio Tidlipus puede contratar suficientes
gladiadores para dar un gran espectáculo en los funerales de su abuelo, más lo
necesita Roma. Y al mismo tiempo, te digo que voy a seguir reclutando del censo
por cabezas.
Ya te mantendré informado. ¿Qué
tal van las cosas en la tierra de los comedores de lotos, las sirenas y las
islas encantadas? ¿Aún no has conseguido ponerle los grilletes a Yugurta?
Seguro que ya falta poco. Metelo el Meneitos está un poco nervioso estos días porque
no acaba de decidirse en si arremeter contra ti o contra Cneo Malio. Naturalmente,
pronunció un magnífico discurso a favor de que diesen el mando a Quinto
Servilio y me procuró el inopinado placer de hundirle la argumentación con unas
cuantas flechas.
¡Por los dioses, Cayo Mario,
cómo me deprimen! ¡No hacen más que proclamar las proezas de sus malditos
antepasados, cuando lo que Roma necesita ahora es un genio militar de carne y
hueso! Date prisa y vuelve a Italia. Te necesitamos, porque yo no puedo enfrentarme
a todo el Senado; no puedo.
POSTDATA.- Por cierto, se han
producido un par de curiosos incidentes en Campania. No me gusta nada, aunque
tampoco acierto a ver por qué se han producido. A principios de mayo hubo una
revuelta de esclavos en Nuceria, que fue fácilmente sofocada y cuya
consecuencia ha sido la ejecución de treinta pobres criaturas de todos los
rincones del mundo. Pero luego, hace tres días, volvió a estallar otra
revuelta, esta vez en un gran campo de las afueras de Capua, para esclavos varones
de baja calidad, en el que aguardaban la venta a compradores que necesitaban un
centenar para mano de obra en muelles, canteras o para el empuje de ruedas.
Esta vez participaron unos doscientos cincuenta esclavos. Fue sofocada
rápidamente ya que cerca de Capua había varias cohortes recién reclutadas. Unos
cincuenta revoltosos perecieron en la lucha y al resto se los ejecutó
inmediatamente. Pero no me gusta, Cayo Mario. Es mal augurio. En este momento,
los dioses no están de nuestro lado. Lo noto.
POSTDATA.- En este momento me
llegan malas noticias para ti. Cuando mi carta ya estaba lista para que Marco
Granio de Puteoli la llevase en su nave más rápida que zarpará a finales de semana
para Utica, he preferido decirte lo que ha sucedido. Tu querido suegro, Cayo
Julio César, murió esta tarde. Como sabes, hacía tiempo que padecía una
malignidad en la garganta. Y esta tarde se echó sobre su espada. Estoy seguro
de que estarás de acuerdo en que ha elegido la mejor alternativa. Nadie debe
constituir una carga para sus seres queridos, y más cuando se ve mermado en su dignidad
e integridad de ser humano. ¿Quién de nosotros prefiere aguardar la muerte
cuando la vida le obliga a yacer en sus propios excrementos o a que un esclavo
le limpie esos excrementos? No, cuando un hombre es incapaz de dominar su vientre
o su garganta, debe eliminarse. Yo creo que Cayo Júlio habría optado por
hacerlo antes, de no haber sido porque estaba preocupado por su hijo menor, que
como creo que ya sabrás, se casó hace poco. Hace tan sólo dos días fui a ver a
Cayo Julio y pudo susurrarme en medio de su ahogo que se habían disipado sus
dudas respecto al matrimonio del joven Cayo Júlio, porque la hermosa Aurelia
-si, ya sé que es mi adorada sobrina- era la mujer ideal para su hijo. Así que
ave atque vale, Cayo Julio César.
( C. McC. )
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