Feronia
era una diosa a la que los antiguos paganos atribuían la intendencia de los
bosques, vergeles y florestas.
La
llamaban así por el nombre de la ciudad de Feronia situada a raíz del monte
Soracto, hoy San Silvestre, en donde tenía un templo.
Más
abajo de la montaña había un bosquecillo que le estaba consagrado, el cual, se
dice, que habiéndose quemado una vez por casualidad, asombrados los habitantes,
quisieron tomar el ídolo de la diosa para transportarlo a otra parte pero que
brotó de nuevo y reverdeció al instante.
Dice Estrabón hablando de este bosque, que se
hacía animalmente allí un sacrificio, en donde los que estaban llenos y
animados del espíritu de la diosa andaban con los pies desnudos sobre carbones
hechos ascuas, sin quemarse.
Merecía en verdad una diosa tan célebre y potente los vasallajes de los caminantes.
Merecía en verdad una diosa tan célebre y potente los vasallajes de los caminantes.
No
dejó Horacio que por allí había pasado, en cuanto llegó (así como lo advierte
en fus fatytas) de ir a lavarse las manos y el rostro, según costumbre, en la
fuente sagrada que estaba a la entrada del bosque de esta diosa, pero Horacio
no lo refiere sino bufoneando.
Tenemos
aún medallas de Augusto, en las cuales se ve la cabeza de la diosa Feronia con
una corona y por esto se llamaba quien ama las coronas.
La tenían los libertos por su numen, porque
cuando eran puestos en libertad, era en su templo donde se ponían el sombrero o
el bonete indicando la nueva condición. Creía Servio que Feronia y Juno
representaban a la misma diosa.
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