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miércoles, 26 de junio de 2019

TEMPLO DE BELONA


Belona era la diosa original de la guerra de Roma, y se remontaba a las épocas en que los dioses romanos eran simples fuerzas que no tenían rostro ni sexo. Su otro nombre era Nerio, una deidad todavía más misteriosa entrelazada con Marte, el posterior dios de la guerra. Cuando Apio Claudio el Ciego inauguró el templo para que los protegiera durante las guerras etruscas y samnitas, colocó una estatua de ella en el edificio; era elegante y estaba bien conservada: se pintaba regularmente con vividos colores. Como la guerra era algo que no se podía discutir dentro del pomerium de la ciudad, el recinto de Belona, que era muy espacioso, estaba en el Campo de Marte, fuera del recinto sagrado. Como todos los templos romanos, estaba montado sobre un alto podio. Para llegar al interior había que subir veinte escalones en dos tramos de diez; sobre la ancha extensión de la plataforma, entre los dos tramos de escalera y exactamente en el medio, había una columna de mármol rojo cuadrada de un metro veinte de altura. Al pie de los escalones había un iugerum de lozas, los márgenes marcados con plintos fálicos sobre los que descansaban las estatuas de los grandes generales romanos: Fabio Máximo Cunctator, Apio Claudio Caecus, Escipión el Africano, Emilio Paulo, Escipión Emiliano, Cayo Mario, César Divus Julius y muchos otros, todos tan bien pintados que parecían vivos.












domingo, 15 de julio de 2018

TERRITORIO ENEMIGO DE ROMA, DELANTE DEL TEMPLO DE LA DIOSA DE LA GUERRA



 

Delante del templo de Belona había una explanada denominada el Territorio Enemigo, y hacia la mitad de la escalinata, un pilar cuadrado de piedra de unos cuatro pies de altura; cuando se declaraba una guerra justa contra un enemigo extranjero -que eran las únicas que había-, se convocaba a un sacerdote de circunstancias para que lanzase un venablo desde la escalinata del templo, justo por encima del antiguo pilar, hacia el Territorio Enemigo. No se sabía el origen del ritual, pero formaba parte de la tradición y así se hacia cada vez que se declaraba la guerra contra alguien o contra otro pueblo.