Belona era la diosa original de la guerra de Roma, y
se remontaba a las épocas en que los dioses romanos eran simples fuerzas que no
tenían rostro ni sexo. Su otro nombre era Nerio, una deidad todavía más
misteriosa entrelazada con Marte, el posterior dios de la guerra. Cuando Apio
Claudio el Ciego inauguró el templo para que los protegiera durante las guerras
etruscas y samnitas, colocó una estatua de ella en el edificio; era elegante y
estaba bien conservada: se pintaba regularmente con vividos colores. Como la
guerra era algo que no se podía discutir dentro del pomerium de la ciudad, el
recinto de Belona, que era muy espacioso, estaba en el Campo de Marte, fuera
del recinto sagrado. Como todos los templos romanos, estaba montado sobre un
alto podio. Para llegar al interior había que subir veinte escalones en dos
tramos de diez; sobre la ancha extensión de la plataforma, entre los dos tramos
de escalera y exactamente en el medio, había una columna de mármol rojo
cuadrada de un metro veinte de altura. Al pie de los escalones había un iugerum
de lozas, los márgenes marcados con plintos fálicos sobre los que descansaban
las estatuas de los grandes generales romanos: Fabio Máximo Cunctator, Apio
Claudio Caecus, Escipión el Africano, Emilio Paulo, Escipión Emiliano, Cayo
Mario, César Divus Julius y muchos otros, todos tan bien pintados que parecían
vivos.
Pasión por los romanos. Un blog de divulgación creado por Xavier Valderas que es un largo paseo por el vasto Imperio Romano y la Antigüedad, en especial el mundo greco-romano.
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miércoles, 26 de junio de 2019
domingo, 15 de julio de 2018
TERRITORIO ENEMIGO DE ROMA, DELANTE DEL TEMPLO DE LA DIOSA DE LA GUERRA
Delante del templo de Belona
había una explanada denominada el Territorio Enemigo, y hacia la mitad de la
escalinata, un pilar cuadrado de piedra de unos cuatro pies de altura; cuando
se declaraba una guerra justa contra un enemigo extranjero -que eran las únicas
que había-, se convocaba a un sacerdote de circunstancias para que lanzase un
venablo desde la escalinata del templo, justo por encima del antiguo pilar,
hacia el Territorio Enemigo. No se sabía el origen del ritual, pero formaba
parte de la tradición y así se hacia cada vez que se declaraba la guerra contra
alguien o contra otro pueblo.
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