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lunes, 14 de septiembre de 2020

REFLEXIONES DE CÉSAR TRAS ENCONTRARSE CON MARCO JUNIO BRUTO AL GANAR LA BATALLA DE FARSALIA, PARA DECIDIR A QUIÉN NOMBRARÁ SU HEREDERO



No había visto a Bruto desde aquella época. Le había ofrecido un puesto en las Galias que él no aceptó. Como supe por Servilia, era un joven estudioso, demasiado influido por su tío Catón, pero lleno de buenas cualidades y muy capaz. Aunque desde lejos, siempre me interesé por él, y en verdad hubo ocasiones, tanto cuando me encontraba en las Galias como más recientemente, en que pensé hacerlo mi heredero. En cierto modo uno desea (y este deseo no proviene de la vanidad) dejar detrás de sí no sólo sus obras, sino también una persona, un hijo o por lo menos un colega de confianza capaz de garantizar y acaso mejorar esas obras. De vez en cuando he pensado en varios candidatos que pudieran llegar a ser, por así decirlo, mis sucesores; pero no he tenido la felicidad de hacer una elección enteramente satisfactoria. Respecto a mis propios parientes, abrigaba la esperanza de que Quinto Pedio, el nieto de mi hermana Julia, mostrara las cualidades que yo deseaba. Pero aunque Pedio es un soldado muy competente, no entiende absolutamente nada de política. También he pensado en mis mejores generales, Décimo Bruto y Antonio; pero a Décimo Bruto le falta imaginación; y a Antonio, aunque es absolutamente leal, carece de estabilidad. Por eso he legado mi nombre y la mayor parte de mis propiedades al joven Octavio. Su padre fue un hombre que no se distinguió por nada; pero mi sobrina Atia lo educó con esmero, y en los últimos años he llegado a convencerme plenamente de su capacidad. Es inteligentísimo, muy ambicioso, patriótico y absolutamente despiadado; y si yo muriese repentinamente o fuera asesinado, sería necesaria por cierto esta última cualidad, una cualidad que Bruto no posee.


 

 Bruto está formado para actuar en un período de orden. Puedo imaginarlo emprendiendo alguna acción violenta en nombre de un principio u otro, pero es incapaz de llevar a cabo con eficacia una política violenta, aun cuando se le demuestre que por tales medios pueden defenderse sus preciosos principios. Obviamente, no es un problema fácil. Es muy importante conservar la distinción entre hombres y monstruos. Incluso yo he obrado a veces con deliberada crueldad en las Galias, pero deploro la necesidad de ese tipo de acciones; es más: hay acciones que de ningún modo yo podría realizar. Por ejemplo, no podría -cualquiera que fuera el beneficio que ello me reportase- traicionar a un amigo o formar parte de algún grupo que ha de cometer un asesinato a traición. Es curioso que me parezca posible que Bruto, movido, desde luego, por los más altos motivos, pueda ser culpable, muy ocasionalmente, de actos contra los cuales se rebelaría su naturaleza moral. Esto no es raro en personas que extraen sus nociones de moral principalmente de los libros que estudian. En cuanto a mí, soy clemente y me niego a traicionar a un amigo por la sencilla razón de que soy César; en cambio Bruto y su tío Catón se inclinan a buscar precedentes o pretextos para su humanidad.


 

 Y el joven Octavio, según creo, no se detendría ante nada para hacerse poderoso; peto al buscar el poder para sí mismo él perseguirá genuina y sinceramente mi propio gran objetivo: el del orden, la prosperidad y la civilización. Octavio nunca disipará el poder, como haría Antonio, ni le volverá las espaldas con arrogancia, como hizo Catón y podría hacerlo Bruto. Estos hombres tienen la tendencia a creer que son mas grandes que el poder que ejercen; y es ésta una tendencia inmodesta y peligrosa. En cambio los egoístas como Octavio y yo, que ocupamos principalmente nuestros pensamientos en los asuntos de los demás, somos acaso mis valiosos a la sociedad que aquellos otros egoístas con apariencia de santos que se repliegan en su propia naturaleza o en alguna concepción abstracta del bien y del mal. Personalmente difiero de Octavio en que soy más dúctil y menos cruel; pero me diferencio más aún de los otros, cuyas mejores intenciones están deformadas por el hecho de que, por tradición o por pedantería, no comprendieron la naturaleza de nuestra vida y de nuestros tiempos y han perdido el contacto con la realidad física de los hombres y mujeres que forman un mundo que inevitablemente está en transformación y que, lo amemos o no, lo toleremos o lo despreciemos, ha de serlo todo para nosotros, puesto que fuera de él no existe otra cosa que rocas, vegetación, aves y bestias.


sábado, 4 de mayo de 2019

ARISTÓCRATAS EN EL EJÉRCITO DE CÉSAR



En el ejército de César, los altos rangos tienen pocos privilegios. Los legados superiores como por ejemplo, su sobrino Quinto Pedio no viajan con el lujo que se llevan los aristócratas con otros generales o cónsules. Normalmente los aristócratas se llevan una cuadra de caballos, pero como César muchas veces acostumbra a ir pie como el resto de los legionarios, los demás también han de caminar, incluso sus legados superiores. Un caballo para la batalla es obligatorio para cada aristócrata, pero tener más de uno está mal visto. Como también lo está un gran carromato lleno de pertenencias personales. Apenas se notan las distinciones sociales en el ejército de César; allí nadie vive como un sibarita, por muy aristócrata o rico que sea, y todos sufren más o menos los mismos esfuerzos durante la campaña.




martes, 22 de enero de 2019

EL CÓNSUL QUINTO PEDIO, SOBRINO DE CAYO JULIO CÉSAR


Quinto Pedio (en latín, Quintus Pedius; m. 43 a. C.) fue un político y general romano que vivió los últimos acontecimientos de la República Romana, era hijo de Quinto Pedio y sobrino nieto de Cayo Julio César. Según Suetonio Pedio era nieto de Julia la Menor, la hermana mayor de César, pero Glandorp ha conjeturado, no sin razón, que Pedio podría ser no el nieto sino el hijo de Julia la Menor, puesto que ejerció altos cargos en vida de César.
Pedio sirvió como legatus de su tío abuelo (o tío) durante la Guerra de las Galias de 57 a. C. a 55 a. C.,3 año en el que volvió a Roma para presentarse a la edilidad, junto con Cneo Planius y otros, elecciones en las que fue derrotado. En la Galia comandó con Lucio Aurunculeyo Cota la caballería de Julio César a la batalla de Áxona, en la que los belgas fueron vencidos.
Cuando estalló la guerra civil entre Cayo Julio César y Cneo Pompeyo Magno en 49 a. C., Pedio se unió a su tío-abuelo. En 48 a. C., Pedio obtuvo el cargo de pretor como un nombramiento personal de César, permaneciendo en Italia. Ese mismo año, Pedio derrotó a Tito Anio Milón cerca de Turios, en Lucania. En 45 a. C. sirvió como legado contra los pompeyanos en Hispania, y participó en la batalla de Munda. César recompensó a su pariente con un triunfo y le otorgó el título de procónsul.
César fue asesinado en Roma en marzo de 44 a. C. En el testamento de César, Pedio figuraba como uno de los herederos. Al igual que su primo Lucio Pinario recibió una octava parte de los bienes de César. El resto de los bienes de César fueron para su heredero Cayo Octavio, el futuro emperador Augusto. Pedio renunció a su parte de la herencia en beneficio de Octavio.
En abril de 43 a. C., tras la victoria en la Batalla de Mutina, y muertos los cónsules Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa, Octaviano marchó contra Roma a la cabeza de un ejército. En agosto de ese mismo año, Octaviano fue nombrado para el consulado, junto con Pedio.
Durante su consulado Pedio elaboró una ley, la Lex Pedia, que declaraba enemigos públicos a todos los asesinos de César y los condenaba a muerte. Pedio quedó como gobernador de Roma cuando su primo Octaviano marchó hacia el Norte de Italia. Cuando Octaviano se unió a Marco Antonio y Marco Emilio Lépido, Pedio propuso anular la sentencia de proscripción que tenían estos últimos. El Senado se vio obligado a aprobar esta ley. No mucho después de esto, Octaviano, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato en Bononia.
Llegaron a Roma noticias de que los triunviros habían hecho listas de proscritos que estuvieron a punto de causar una revuelta en la ciudad puesto que no se sabía quiénes integraban estas listas. Pedio apenas pudo evitar una insurrección abierta, y al día siguiente, declaró, sin saber nada, que sólo 17 personas habían sido condenadas a muerte y dio garantías para los otros. La tensión vivida le causó tal fatiga física que murió a la noche siguiente (noviembre del 43 a. C.).
Pedio contrajo matrimonio con una mujer noble llamada Valeria, que era la hermana del cónsul, senador y orador romano, Marco Valerio Mesala Corvino. Pedio y Valeria tuvieron un único hijo llamado Quinto Pedio Publícola, senador romano conocido por su brillante oratoria.


martes, 25 de diciembre de 2018

QUINTO PEDIO



 
Quinto Pedio (en latín, Quintus Pedius; m. 43 a. C.) fue un político y general romano que vivió los últimos acontecimientos de la República Romana, era hijo de Quinto Pedio y sobrino nieto de Cayo Julio César. Según Suetonio, Pedio era nieto de Julia la Menor, la hermana mayor de César, pero Glandorp ha conjeturado, no sin razón, que Pedio podría ser no el nieto sino el hijo de Julia la Menor, puesto que ejerció altos cargos en vida de César.
 
Pedio sirvió como legatus de su tío abuelo (o tío) durante la Guerra de las Galias de 57 a. C. a 55 a. C.,3 año en el que volvió a Roma para presentarse a la edilidad, junto con Gneo Planius y otros, elecciones en las que fue derrotado. En la Galia comandó con Lucio Aurunculeyo Cota la caballería de Julio César a la batalla de Áxona, en la que los belgas fueron vencidos.
 
Cuando estalló la guerra civil entre Cayo Julio César y Cneo Pompeyo Magno en 49 a. C., Pedio se unió a su tío-abuelo. En 48 a. C., Pedio obtuvo el cargo de pretor como un nombramiento personal de César, permaneciendo en Italia.
 Ese mismo año, Pedio derrotó a Tito Anio Milón cerca de Turios, en Lucania. En 45 a. C. sirvió como legado contra los pompeyanos en Hispania, y participó en la batalla de Munda. César recompensó a su pariente con un triunfo y le otorgó el título de procónsul.
 
César fue asesinado en Roma en marzo de 44 a. C. En el testamento de César, Pedio figuraba como uno de los herederos. Al igual que su primo Lucio Pinario recibió una octava parte de los bienes de César. El resto de los bienes de César fueron para su heredero Cayo Octavio, el futuro emperador Augusto. Pedio renunció a su parte de la herencia en beneficio de Octavio.
 
En abril de 43 a. C., tras la victoria en la Batalla de Mutina, y muertos los cónsules Aulo Hircio y Gayo Vibio Pansa, Octaviano marchó contra Roma a la cabeza de un ejército. En agosto de ese mismo año, Octaviano fue nombrado para el consulado, junto con Pedio.
 
Durante su consulado Pedio elaboró una ley, la Lex Pedia, que declaraba enemigos públicos a todos los asesinos de César y los condenaba a muerte. Pedio quedó como gobernador de Roma cuando su primo Octaviano marchó hacia el Norte de Italia. 
Cuando Octaviano se unió a Marco Antonio y Marco Emilio Lépido, Pedio propuso anular la sentencia de proscripción que tenían estos últimos. El Senado se vio obligado a aprobar esta ley. No mucho después de esto, Octaviano, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato en Bononia.
 
Llegaron a Roma noticias de que los triunviros habían hecho listas de proscritos que estuvieron a punto de causar una revuelta en la ciudad puesto que no se sabía quiénes integraban estas listas. Pedio apenas pudo evitar una insurrección abierta, y al día siguiente, declaró, sin saber nada, que sólo 17 personas habían sido condenadas a muerte y dio garantías para los otros. La tensión vivida le causó tal fatiga física que murió a la noche siguiente (noviembre del 43 a. C.)
 
Pedio contrajo matrimonio con una mujer noble llamada Valeria, que era la hermana del cónsul, senador y orador romano, Marco Valerio Mesala Corvino. Pedio y Valeria tuvieron un único hijo llamado Quinto Pedio Publícola, senador romano conocido por su brillante oratoria.


jueves, 8 de noviembre de 2018

EL PINTOR QUINTO PEDIO, LA PRIMERA PERSONA SORDA QUE MENCIONA LA HISTORIA


Quinto Pedio (m. c. 13 d. C.) fue un pintor romano, y la primera persona sorda que menciona la historia.​
 
Pedio era hijo del senador y orador romano Quinto Pedio Publícola, mientras que se desconoce la identidad de su madre. El abuelo paterno de Pedio fue el cónsul Quinto Pedio y su abuela paterna fue Valeria, hermana del senador y orador romano Marco Valerio Mesala Corvino. Su abuelo paterno y el emperador César Augusto eran primos maternos
 
Pedio nació sordo. Fue educado por su tío-abuelo Marco Valerio Mesala Corvino. Corvino obtuvo permiso del emperador Augusto para enseñarle a pintar; el joven se convirtió en un talentoso pintor, pero murió joven.
 
Pedio es el primer pintor sordo que recuerda la historia y su educación es la primera que se recuerda impartida a un niño sordo. La vida de Pedio se menciona en la Historia Natural, escrita por el historiador romano Plinio el Viejo.


domingo, 3 de junio de 2018

LUCIO AURUNCULEYO COTA



 
Lucio Aurunculeyo Cota (en latín, Lucius Aurunculeius Cotta, m. 54 a. C.) fue un oficial del ejército de las Galias de Cayo Julio César. Lo poco que se sabe sobre este Cota se encuentra en el Libro V de la obra de César Comentarios a la guerra de las Galias. En el año 54 a. C., cuando César regresó de su segunda expedición a Britania, encontró que escaseaban las provisiones de manera que distribuyó sus ocho legiones entre un gran número de estados galos de los cuales podrían conseguir su sustento a lo largo del invierno. A la octava legión, que había levado recientemente del otro lado del Po (trans Padum) añadió otras cinco cohortes. Al mando de esta legión y las otras cohortes, puso a Quinto Titurio Sabino y Lucio Aurunculeyo Cota. Ambos fueron nombrados Legati.
 
Las tropas de Sabino y Cota fueron enviadas por César al país de los eburones, en la Galia Bélgica, cuya mayor parte queda entre los ríos Mosa y Rin donde ellos establecieron el Fuerte Atuátuca en el que pasar el invierno. La tribu de los eburones estaba regida por Ambíorix y Catuvolco. Estos dos, instigados por los tréveros, reunieron a sus hombres y después de una quincena, cayeron sobre un destacamento de romanos que estaban recogiendo leña. Los merodeantes eburones asaltaron el fuerte romano. La infantería romana montó los terraplenes y despachó un escuadrón de caballería hispana, cayendo sobre el flanco del enemigo y los derrotó de forma aplastante en aquella ocasión.
 
Entonces, Ambíorix parlamentó con los romanos y él admitió a César que habían tomado su parte en ciertas disputas con otras tribus galas pero dijo que, a pesar de la fuerza limitada de los eburones, se vio obligado a emprender acciones por la presión de otras tribus que estaban decididas a ganar su libertad frente al yugo romano. Señaló que una gran fuerza de germanos, muy enojados por los éxitos de César estaban empezando a arrasarlo todo cruzando el Rin y se ofreció a dar a los romanos un pase seguro al fuerte de cualquiera de las dos legiones cercanas.
 
Los representantes romanos, Quinto Junio, un hispano y Gayo Arpinio, llevaron las noticias al fuerte. Se formó un consejo de guerra, al que acudieron los oficiales más destacados. Durante este consejo, se plantearon dos opiniones opuestas. Hablando primero, Cota arguyó que no debían moverse sin una orden de César. Señaló que la experiencia había demostrado que podían resistirse a los germanos desde detrás de las fortificaciones de un fuerte romano, que ellos tenían muchas provisiones, tenían la ayuda a fácil alcance por parte de las legiones vecinas y que no debían confiar ni en las noticias ni en los consejos de un enemigo.
 
Sabino asumió un punto de vista adusto. Negando que lo motivara el miedo, dijo que creía que César estaba de camino a Italia, que los germanos iban a sumar al número de los eburones que asediaban y que parecía que ellos se iban a enfrentar a la ira combinada de los germanos y galos movidos por el rencor, pues seguramente los eburones débiles militarmente no se atreverían a enfrentarse a las legiones romanas en caso contrario. Más aún, dijo que sería mejor intentar alcanzar a la legión más próxima y enfrentarse a los problemas con sus camaradas que arriesgarse al hambre a través de un asedio prolongado. Los oficiales dijeron a los comandantes que no era tan importante qué opinión prevaleciera sino que la decisión fuese unánime. Forzaron finalmente a Cota a dar su brazo a torcer y prevaleció la opinión de Sabino.
 
Los romanos pasaron la noche en desorden, reuniendo sus pertenencias y preparándose a salir del fuerte cuando llegase la mañana. El enemigo oyó el movimiento en el fuerte y preparó una emboscada. Cuando vino la mañana, los romanos, en orden de marcha, (largas columnas de soldados con cada unidad siguiendo una detrás de otra), con mucha más carga de lo habitual, salieron del fuerte. Cuando la mayor parte de la columna había entrado en un barranco, los galos los asaltaron desde ambos lados y buscaron acosar a la retaguardia e impedir a la vanguardia que dejase el barranco.
 
César señala que Sabino enloqueció, corriendo de cohorte a cohorte y lanzando órdenes inútiles. Cota, en contraste, mantuvo su frialdad y cumplió con su deber de comandante en acción, su deber como un soldado. Debido a la longitud de la columna, los comandantes no podían emitir órdenes con eficacia de manera que pasaron la palabra a lo largo de la fila a las unidades que formaran un cuadrado. Las tropas lucharon con valentía aunque con miedo y en los choques tuvieron éxito. Así, Ambiórix ordenó a sus hombres que lanzaran las lanzas a las tropas, que se retirasen si los superaban y que persiguieran a los romanos cuando ellos intentaran colocarse en línea. Durante el enfrentamiento, Cota recibió un golpe en la cara de una piedra lanzada con una honda.
 
Entonces Sabino envió un mensaje a Ambiórix para tratar la rendición. Ambiórix accedió a la petición. Cota rechazó entrar en negociaciones y permaneció firme en su rechazo a rendirse. Sabino, sin embargo, siguió con su plan de rendirse. Sin embargo, Ambíorix, después de prometer a Sabino su vida y la salvación de sus tropas, hizo que se rindiera. Los galos entonces cargaron contra ellos en masa donde mataron a Cota, aún peleando, y a la gran mayoría de las tropas. El resto se retiraron al fuerte donde, desesperando de obtener ayuda, se mataron entre sí. Sólo unos pocos hombres consiguieron escapar para informar a Tito Labieno, un teniente general de una legión próxima, del desastre.
 
César menciona a Cota otras veces en sus Comentarios. En el Libro II, cap. 11, durante la campaña belga, César nombró a Cota y Quinto Pedio para comandar la caballería. En el libro IV, cap. 22, César dejó a Cota y a Sabino al mando de las legiones en la Galia para reprimir a los menapios y los mórinos si causaban problemas mientras César llevaba a cabo su segunda invasión de Britania. En el Libro IV, cap. 38, después de la invasión de Britania, César señala que mientras Labieno fue enviado a apaciguar a los mórinos, Cota y Sabino regresaron de devastar los territorios de los menapios, que huyeron hacia los densos bosques en su territorio. César relata, en el libro V, cap. 52, cómo supo de la muerte de Cota y Sabino por prisioneros capturados por la guarnición asediada de Quinto Tulio Cicerón, otro teniente-general, cuya fuerza fue la siguiente en ser atacada después del desastre de Atuátuca. En el Libro VI, cap. 32, César al pasar señala que el nombre del fuerte, en el que Cota y Sabino habían acampado durante sus últimos días luchando contra los eburones, era Atuátuca. En el Libro VI, 37, César relata cómo los soldados del fuerte de Atuátuca, ellos mismos asediados por los germanos, fueron amedrentados en su estación en el mismo fuerte en el que la legión de Cota y Sabino fue destruida.