UNA GUÍA EN CUATRO PASOS
Este momento le llegara a
todo legionario durante su periodo de servicio. Finalmente, tras meses o años
de entrenamiento, ha llegado el momento de que la legión haga lo que mejor se
le da: enfrentarse al enemigo en campo abierto. Este será uno de los momentos
decisivos en la vida del legionario, y no solo porque será también el ultimo si
las cosas van mal. Participar en una gran batalla es algo que contarle a los
nietos, una oportunidad de quedar inmortalizado para la historia. Cuando en el
futuro el nombre de la batalla sea mencionado en su presencia, el legionario
alzara la cabeza y dirá: "¿ Esa batalla? La recuerdo. Yo estuve allí".
PRIMERA FASE: PRIMEROS
DERRAMAMIENTOS DE SANGRE
EXPLORACIÓN
El ejercito romano moderno
se toma en serio la tarea de los exploradores, y gracias a ello el general tendrá
una idea bastante aproximada de las posiciones del enemigo cuando aun le
falten 30 kilómetros o mas para llegar hasta el. Mientras, otras patrullas
se encargaran de buscar parajes en los que pueda forzarse al enemigo a
presentar batalla. Es posible que el comandante incluso acompañe a los exploradores
para inspeccionar el terreno personalmente. (De hecho, el general romano
Claudio Marcelo resulto muerto cuando participaba en
una de estas partidas de exploración durante la guerra contra Aníbal.)
PREPARACIÓN
Es posible que el general también
envíe patrullas con la misión expresa de provocar pequeñas escaramuzas con el
enemigo para medir su estado de animo. Una vez que haya quedado claro que el
enemigo se dispone a presentar batalla, se consideraran las posiciones desde
las que este pueda lanzar emboscadas y también las posibilidades de darle
alguna sorpresa desagradable por nuestra parte. La tienda del comandante será
testigo de un ir y venir constante de mensajeros, oficiales y centuriones que
reciben instrucciones para el inminente combate. Los ordenanzas médicos harán
acopio de vendas y afilaran unas herramientas extrañas cuya función los
legionarios querrían no descubrir nunca.
ESCOGIENDO EL MOMENTO JUSTO
En ocasiones, esta tensa situación
puede prolongarse durante días, con los dos ejércitos acampados a la vista uno
del otro. Puede suceder que uno decida marchar y colocarse en orden de batalla,
pero que el otro opte por mantenerse en el campamento. A menudo, estos retrasos
resultan inexplicables para los soldados, cuyos nervios estarán ya
completamente desquiciados. ¿ Han sido favorables los auspicios? . Es el terreno
demasiado favorable para el enemigo? . Esta uno de los dos bandos esperando
refuerzos (por favor, que seamos nosotros)?
Cuando los soldados pasen
revista por la mañana todos los ojos se detendrán sobre la tienda del general,
los praetoria. Si en ella ondea una bandera roja, eso significa que el general
ha decidido librar batalla ese día, y los legionarios, con su armadura bien bruñida,
su espada bien afilada y su escudo bien pulido, saldrán del campamento por la
puerta para colocarse en posición. Si el enemigo empieza a reunirse en el lado
opuesto, respira hondo y trata de no vomitar el desayuno. La
espera ha terminado. Muchos hombres morirán antes de
la hora de la cena.
LA ARENGA ANTES DE LA
BATALLA
Mientras esperas en tu posición,
presta atención a la arenga del general. Si puedes oír lo que dice, mala cosa.
La arenga del general esta pensada para subir la moral de las tropas. Puesto
que su voz solo llegara a una legión, mas o menos, lo mas probable es que la legión
a la que se destine sea la que mas necesitada de moral estará durante la carnicería
que se avecina.
Por ello, desde el punto de
vista del legionario lo ideal es que el comandante sea una figura distante,
solo visible sobre su caballo a través de varias filas de cascos, y que sus palabras
queden reducidas a algunas frases inconexas traídas por rachas ocasionales de
viento. Pero no te olvides de dar vítores cuando haya terminado. Que el enemigo
crea que estáis de buen animo y que confiáis en el resultado de la batalla.
SEGUNDA FASE: PRIMEROS
DISPAROS
El legionario no tiene por
que comprender la batalla en la que participa. Sin embargo, es conveniente
tratar de hacerse una idea de las posiciones de las distintas unidades, porque
estas incidirán directamente sobre las posibilidades de seguir vivo cuando se
ponga el sol. Si las líneas de infantería auxiliar se colocan en vanguardia para
servir como primera oleada de ataque, ese sera un primer signo alentador. Los
generales romanos prefieren no malgastar vidas romanas y, si parece posible
resolver la papeleta solo con los auxiliares, el comandante intentara jugar esa
carta antes que ninguna otra. No olvidemos que, aunque en comparación con las
legiones actué como infantería ligera, en relación con el bárbaro medio la infantería
auxiliar esta fuertemente armada y profesionalmente entrenada.
FORMACIÓN
Si el ejercito adopta una posición
defensiva, dándole profundidad a sus líneas, te esperan duros combates. La
profundidad en las líneas quiere decir que el general espera que las cohortes
se vean sometidas a una fuerte presion, tanto físicamente como en términos de
moral. Contrastemos, por ejemplo, dos batallas contra los britanos. En la
decisiva batalla librada contra Boudicca -que hasta entonces había vencido en
todos los enfrentamientos que había mantenido contra los romanos- las legiones
le dieron profundidad a su formación encarando la ladera de una colina y
dejando que los britanos cargaran y se estrellaran contra sus líneas. En Mons
Grapius, en Caledonia, el ejercito estaba en una posición mucho mas favorable y
lanzo a los auxiliares a la carga ladera arriba, sin que los legionarios tuviesen
que hacer nada mas que aplaudir su técnica.
ESCARAMUZAS
Debido a la gran cantidad
de enemigos distintos a los que ha de enfrentarse Roma y a las variaciones
introducidas por los distintos generales y por las condiciones del terreno, no
podemos decir que exista la batalla típica. No obstante, es tradicional empezar
con un intercambio de proyectiles entre las tropas ligeras y con algunas escaramuzas
entre las unidades de caballería en los flancos. (Los generales romanos vigilan
con atención estas primeras refriegas: en la mayor derrota jamás sufrida por Roma,
en la batalla de Cannas, celebrada en el 216 a. C., la caballería romana fue expulsada
del campo de batalla, tras lo que los jinetes enemigos dieron la vuelta y cogieron
al ejercito romano por la espalda, rodeándolo completamente.)
INTERCAMBIO DE FLECHAS
Durante estas primeras
fases, aquellos que vayan después a meterse en todo el meollo recibirán ahora
una lluvia de flechas como aperitivo. Los arqueros, que estarán a unos 100 o
150 metros de distancia, no apuntan a nadie en particular, y las flechas
raramente son letales si mantienes el escudo subido hasta la garganta, pero
pueden provocar desagradables heridas en las extremidades desprotegidas. Mantén
la cabeza gacha mientras caen las flechas. Es lo mejor para que la flecha que
se te iba a meter por un ojo acabe rebotándote en el casco.
CABALLERÍA
Si la batalla se libra
contra un enemigo que carezca de experiencia enfrentándose a los romanos es
posible que intente barrer una cohorte con una feroz carga de caballería. Es
ciertamente aterrador observar como cientos de caballos medio enloquecidos se
te tiran encima, pero mientras el soldado novato esta pensando en tirarlo todo
y salir corriendo, los veteranos estarán dándole gracias a Júpiter por ponerle
al enemigo en bandeja. La caballería no tiene nada que hacer contra una unidad
de infantería bien disciplinada y que mantenga las filas cerradas, simplemente porque
los caballos se negaran a chocar contra ella. Si las filas de infantes mantienen
la calma, los caballos acabaran por tascar justo delante de ellos, y podrá comprobarse
empíricamente que aquello que decía el instructor, de que una lluvia de pila
puede detener en seco una carga de caballería, era rigurosamente cierto.
CONTRAMEDIDAS
Ante todo esto, un buen
general romano estará pensando en tomar sus propias medidas. Los arqueros se
encargaran de hacer retroceder a los arqueros a caballo y a los honderos
enemigos, mientras los escorpiones, unas piezas de artillería especialmente puñeteras,
entran en acción. Lanzan unos venablos largos y rapidísimos, que tienen la función
de bajar la moral del enemigo haciendo una brocheta con aquel de entre sus
filas que luzca una armadura especialmente lustrosa y con los tres tipos que
tenga detrás. Te garantizo que el resultado final sirve para subirles la moral
a los legionarios, aunque también les revuelva un poco las tripas.
"TAMBORES DE
GUERRA"
El ruido, especialmente el
procedente de las líneas enemigas, ira entretanto progresivamente in crescendo.
En nuestros días, el sonido del carnix de los celtas siempre sale de una unidad
de auxiliares romanos, pero los dacios cuentan con un instrumento similar. Los partos
prefieren una especie de tambor que termina siendo mas molesto que un dolor de
muelas, mientras que los germanos cantan a capella con su baritus, un áspero
canto guerrero amplificado por los escudos que sujetan junto a la boca. Suma
todo esto a los gritos con los que cada uno de los combatientes individuales se
da ánimos para lanzarse a la carga y, en el caso de ciertos pueblos, como los
britanos, a los aullidos de las mujeres animando a sus hombres. Ente todo este escándalo,
los romanos prefieren mantenerse taciturnos y en silencio, con la esperanza de
que esto pondrá al enemigo todavía mas nervioso. Ocasionalmente, algún centurión
dará una orden seca, lo que con un poco de suerte se vera seguido de un grito
de dolor cuando una flecha se le clave en el pie (manteniendo la tradición
romana de dirigir a las tropas desde la vanguardia, muchos centuriones se
colocan en primerísima fila, y entre ellos la tasa de mortalidad es
considerablemente mas alta que entre los soldados rasos).
TERCERA FASE: EL COMBATE
Es imposible saber cuanto
tiempo duraran estos preliminares, pero mas tarde o mas temprano -y por lo
general a la primera ocasión- el general dará la señal y las cohortes empezaran
a marchar hacia adelante, con el paso lento que precede a la carga contra las
apretadas filas de la infantería enemiga.
MOVIMIENTOS DE ATAQUE
Es muy habitual que el
detonante para iniciar el ataque sea que el enemigo empiece a prepararse para
hacer otro tanto y, a no ser que sus tropas sean muy bisoñas, el general romano
preferirá golpear al enemigo con una contracarga. Todo esto le resultara muy
familiar hasta al mas inexperto de los legionarios, que habrá ensayado tanto
cada movimiento que puede hacerlos dormido (y, de hecho, los habrá hecho prácticamente
dormido en mas de una ocasión, durante esos días de duro entrenamiento que
siguen a una noche de guardia). Como afirmaba el general judío Josefo: "Para
los romanos, las batallas son exactamente iguales que la instrucción, pero con
mas sangre". Trota, frena, levanta el pilum, dos pasos y tíralo fuerte. No
hace falta apuntar a ningún blanco en concreto, si son muchos, seguro que le
das a alguien, y si no son muchos de todas formas no tienen nada que hacer. Ahora,
espera un poco. Un sonido sibilante recorrerá las filas a medida que cientos de
espadas salgan de sus vainas, y entonces... !a la carga!
LA CARGA
Entonces es cuando la legión
rompe con su silencio y da un poderoso alarido mientras las filas recorren los últimos
metros al trote. Como hasta el momento la legión ha avanzado ordenadamente, los
romanos golpean sobre el enemigo como un sólido muro de acero. Por su lado, lo
mas probable es que el enemigo este algo mas disperso por haber cargado a la
carrera, alocadamente, y su vanguardia estará formada por los mas rápidos y por
los mas estúpidos (o por los mas rápidos y los mas valientes, como prefieras.
En el campo de batalla los dos tipos se comportan de forma muy similar).
Por la naturaleza de la
carga legionaria, los primeros oponentes en llegar ni siquiera tienen la
oportunidad de demostrar sus habilidades con la espada, porque se pegan una
costalada contra un escudo sobre el que un legionario apoya todo su peso mientras
corre. Si todo va bien, esto manda al héroe en potencia por los suelos,
para ser rematado de una rápida estocada gentileza de un
legionario de la segunda fila, mientras la cohorte sigue avanzando.
ESGRIMA
Cuando las filas enemigas
se hagan mas prietas, llegara el momento de emplear las técnicas que aprendimos
durante la instrucción. Pégale al enemigo con el escudo en la cara y, si
levanta su guardia, lánzale una estocada desde abajo hacia arriba y clávale la
espada en la barriga. Recuerda que esto funciona incluso cuando el contrincante
lleva una armadura de placas puesta, por el ángulo de la estocada y, porque
desde el punto de vista de una espada bien blandida, una cota de malla es poco
mas que una colección de agujeros. Gira la espada y tira de ella para
extraerla, asegurándote de paso de ampliar aun mas la herida con el filo. Trata
de no tropezarte con las tripas de tu victima mientras sigues avanzando.
LA MELÉ
Inevitablemente, llegara un
momento en que las líneas se aprieten todavía mas, pero mantener un ojo en el
hombre que tienes a la izquierda y otro en el que tienes a la derecha forma
parte del trabajo del legionario. No te retrases, para poder seguir cubriéndolos
-especialmente el hombre a tu izquierda, que puede necesitar que protejas su
lado derecho- ni te dejes llevar por tu sed de sangre, adelantándote, para no
abandonar la protección que a su vez ellos te proporcionan. Y recuerda que cuando
estas luchando casi hombro con hombro con tus camaradas, ponerse a pegar
mandobles sin sentido resulta peligroso para todo el mundo, no solo para el enemigo.
Mientras sigas avanzando en formación, simplifica con la espada y limítate a
lanzar estocadas precisas. Solo si te las apañas para acabar rodeado de
enemigos esta permitido que te pongas a pegar espadazos frenéticos en todas
direcciones.
Y, pase lo que pase, agarra
tu espada y tu escudo con firmeza. Si los pierdes, no solo te veras en una situación
muy comprometida, sino que además, tras la batalla, tendrás que aguantar un
severo interrogatorio por parte del centurión. Ningún soldado quiere que la
sospecha de haber tirado su equipo de combate para quitarse de en medio recaiga
sobre el. Esta situación es tan embarazosa que se conocen casos de soldados
que, habiendo perdido su espada o su escudo, han convencido a sus compañeros
para volver a cargar contra las líneas enemigas y así poder recuperarlos.
BAJO PRESIÓN
Estar a las puertas de la
muerte siempre supone una fuerte inyección de adrenalina y, como por arte de
magia, durante los primeros minutos tu espada y tu escudo serán tan ligeros
como plumas. No hay nada mejor para sellar el compromiso de un soldado que la
primera batalla. En dichas circunstancias es muy probable que cualquiera que
trate de ahorrar energías para mas tarde compruebe que para el no hay un
"mas tarde". Pero a medida que la batalla entra en una fase mas
espesa, si un legionario tuviese tiempo de pararse a pensar, posiblemente pensaría
que, al final, eso de estar horas y horas peleándose con un poste de madera con
una espada mas pesada de la cuenta había resultado ser una buena idea. De lo contrario,
sus brazos estarían ya cansados y caídos (esto ultimo posiblemente desde un
punto de vista literal, con ayuda de una espada enemiga).
RELEVOS
Si después de cinco o diez
minutos de lucha el enemigo aun aguanta, mala señal. Lo normal, con una legión
empujando en la dirección opuesta, es que ya hubiera empezado a retroceder. Así,
los soldados de la primera fila empezaran a pensar que es el momento de que
otro coja su sitio. Un soldado que este herido o completamente agotado tiene la
opción de hacer algo que a su oponente no le esta permitido. Adelantando su
escudo y girando el cuerpo tras el puede dar un paso a la derecha para que alguien
de la segunda fila ocupe su lugar pasándole limpiamente por la izquierda. Lo
mas frecuente es que esta operación se haga cuando se produzca una pequeña
tregua, y ambos bandos se hayan separado unos cuantos metros. Los que se
retiren de la primera fila pueden ahora tomarse su tiempo y comprobar cuanta de
la sangre que tienen por todas partes es suya. Un soldado en plena batalla es
capaz de sufrir heridas increíblemente graves y no darse cuenta hasta que uno
de sus preocupados camaradas le pregunte por ellas.
CONTINUACIÓN
Cuando esto ocurre, el
soldado debe retroceder por las filas hasta la retaguardia, donde esperaran los
médicos, pero si el soldado aun esta mas o menos ileso puede pararse a observar
los estandartes de la unidad. Si estos no aparecen por ningún lado, es que la
batalla va terriblemente mal. Sin embargo, lo mas probable es que sea posible
verlos avanzar poco a poco, en volandas sobre la fuerza irresistible de las
armas romanas. Los soldados de las primeras filas enemigas serán, con mucha diferencia,
los mejor entrenados, equipados y aleccionados. Una vez que se atraviese ese
cascaron será tarea relativamente fácil hacer picadillo a las filas traseras.
PERSECUCIÓN
Una vez que la melé haya
llegado a su fin y el enemigo este en desbandada, trata por todos los medios de
perseguirlo y cortarle la retirada, pero primero echa un vistazo a tu
alrededor. Una victoria parcial no significa que la batalla este ganada. Antes
de ponerte a correr rompiendo la formación presta atención a los toques de
corneta, que pueden estarte diciendo, por ejemplo, que la caballería enemiga se
dispone a formar para cargar sobre tu flanco. En general, y a no ser que estés
seguro de que el enemigo esta en desbandada en todas partes, suele ser una
buena idea reunirse y aprovechar para descansar un poco y recuperar el aliento.
Normalmente, en reserva habrá una segunda línea de infantería cuya misión es la
de explotar las brechas abiertas en las filas enemigas, así que déjalos pasar y
que ellos se encarguen de los últimos combates. Y deja que sean los muchachos a
caballo los que se harten de correr para terminar de dar el golpe de gracia; a
ellos se les da mucho mejor. Mientras tanto, relájate y disfruta de la enorme euforia
que te producirá seguir vivo y estar rodeado solo de escudos romanos, y dedícate
a escuchar como los gritos y los sonidos de la batalla se alejan cada vez mas
mientras la caballería pasa atronadoramente a tu lado para terminar de rematar
la victoria.
CUARTA FASE: DESPUÉS DE
LA BATALLA
Es muy posible que tras la
batalla los auxiliares germanos y galos decoren sus cinturones con cabezas
enemigas. Las cabezas enemigas están tan cotizadas que no es infrecuente ver a
un soldado luchando con una cabeza especialmente golosa cogida con los dientes.
Incluso los legionarios, una vez que han recuperado el resuello, se dedican a
buscar algún recuerdo, como broches de oro y plata, un cinturón particularmente
lustroso o incluso una bolsa o dos llenas de monedas. Debes recordar, sin embargo,
que el saqueo del campo de batalla y del campamento enemigo es una empresa
colectiva. No solo los que sigan en pie, sino también los que estén heridos en
retaguardia, tienen derecho a su parte de las ganancias.
LA TIENDA DEL MÉDICO
Afortunadamente para los
heridos la medicina de campana romana esta sorprendentemente avanzada. Después
de todo, los médicos militares acumulan 700 años de experiencia. Además,
tampoco tiene por que haber demasiada cola para ser atendido. En una batalla
exitosa el numero de bajas puede ser asombrosamente bajo, porque la mayor parte
de las heridas se sufren cuando un ejercito se rompe y los soldados son cogidos
en plena desbandada. Por otro lado, si la batalla ha ido realmente mal los
heridos suelen ser dejados a su suerte mientras los supervivientes tratan de
regresar a la seguridad que ofrece el campamento. Por lo general, las heridas
se acumulan en el lado derecho (menos protegido por el escudo) y especialmente
en la pierna. Un corte de espada suele ser tratado por un medico ayudante,
llamado capsarius por su capsa, una bolsa de cuero en la que lleva vendas y medicamentos.
Este medico lavara la herida con vino, vinagre o aceite de oliva, la coserá y
la cubrirá con una venda de lino. Las herramientas de los médicos se
esterilizan con frecuencia y se limpian tras cada uso.
CIRUGÍA DE CAMPAÑA
Las heridas de flecha se
dejaran para el medicus, que sera un hombre con una formación medica
considerable y rango de centurión. Cuenta con utensilios especificos para sacar
flechas y también puede coger tendones cortados y coserlos. Los doctores tienen
un formidable instrumental de forceps, separadores, escalpelos y otras
herramientas que le permiten incluso practicar "operaciones heroicas"
-cirugía aplicada sobre la cavidad ventral y pectoral- con ciertas perspectivas
de éxito. A pesar de la aplicación de varias formas de anestesia -el conocido
zumo de amapola es un opiáceo que resulta bastante eficaz, al igual que las
semillas de beleno-, estas ultimas operaciones mencionadas y las amputaciones hacen
que la tienda del medico sea fácil de identificar por los desgarradores gritos
de que es origen.
HOSPITAL
Por lo general, los
hospitales son lugares bien iluminados, limpios y tranquilos, y lo mas seguro
es que el comandante haga una inspección para comprobar que todo esta en orden
y para alabar a los heridos por su coraje. Las heridas son revisadas y los vendajes cambiados con frecuencia, y se ofrecen instalaciones para hacer un
poco de ejercicio y acelerar la recuperación. Para abreviar, el ejercito romano
es uno de los mejores lugares del mundo para un héroe herido.
EL BALANCE
Una vez que el polvo de la
batalla se haya asentado, los prisioneros serán puestos a trabajar ordenando el
campo de batalla, a no ser que el comandante romano prefiera dejar
expuestos los cuerpos de los oponentes abatidos como tétrica advertencia. Los
nombres de los romanos caídos serán cuidadosamente inscritos en los registros
de la legión y sus cuerpos preparados para ser enviados al mas allá con una
solemne ceremonia.
Poco después de la batalla,
el comandante se reunirá con sus oficiales y pasara revista a las tropas. Este
es el momento para distribuir el botín obtenido -tanto en el campo de batalla
como en el campamento enemigo- y para que el general reconozca los méritos de aquellos que se hayan destacado especialmente durante el combate.
También es posible que este
momento sirva para otorgar condecoraciones formales, especialmente si la
batalla ha servido para poner fin a la campana (lo que ocurre a menudo, a no
ser que el enemigo disponga de otro ejercito y también este dispuesto a
perderlo). La mayor condecoración que puede recibir un soldado es una corona
-por ejemplo la Corona de Hierba, concedida por salvar un ejercito-, pero generalmente
estas están reservadas a los oficiales de alta graduación. En la mayor parte de
las ocasiones los soldados serán condecorados con torques (collares), armillae (brazaletes)
γ phalerae (discos grabados que se lucen en el uniforme). Incluso estas condecoraciones menores están por lo general reservadas a los ciudadanos,
aunque los auxiliares pueden ganárselas con actos de valor suicida.
Merece la pena obtener una condecoración
militar. No solo porque añaden lustre a la armadura durante los desfiles, sino
porque son un símbolo de estatus en la unidad, y esto reduce las posibilidades
de tener que ponerse a limpiar letrinas o a hacer guardias en el cementerio
(durante la noche). Por otro lado, una reputación de bravura excepcional
también supondrá que el centurión siempre te mire a ti cuando busque
voluntarios para cumplir una misión especialmente peligrosa. Como tantas otras
cosas en el ejercito, las ventajas siempre vienen acompañadas de
inconvenientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario