En algún
momento la legión terminara presentándose ante los muros de la capital enemiga
o de alguna otra población de importancia que haya por el camino. Por lo general, los legionarios
son ambivalentes en lo que a asedios se refiere. Por un lado, el saqueo de una
ciudad grande y rica suele aumentar considerablemente el saldo de su fondo de
pensiones. Por otro, los riesgos son tales que el fondo de pensiones puede
terminar resultando completamente superfluo. Mantener un asedio no deja
demasiado tiempo libre para ponerse al día con la correspondencia o para
mejorar nuestra técnica jugando a los dados mientras esperamos a que el enemigo
se muera de hambre o se vea obligado a rendirse por culpa de una epidemia de disentería
(incluso el ejercito romano -mas cuidadoso con estas cosas que la mayoría-
tiende a colocar los pozos negros demasiado cerca de los pozos de donde se saca
el agua).
En realidad, los asedios son arriesgados, incómodos e
inciertos (y mortales de necesidad si los dirige un comandante incompetente),
especialmente porque la mayoría de generales utiliza la táctica del "a por
ellos", pero al menos suelen estar resueltos en unas pocas semanas como
mucho. No olvidemos que un asedio le costo la vida a uno de los nietos de
Augusto y que el ayudante de Tito, hijo del emperador Vespasiano, fue abatido
justo cuando se encontraba junto a el. Si unos personajes tan importantes
corren riesgos es fácil imaginarse la tasa de mortalidad entre los soldados
rasos.
Tomar una ciudad no es lo mismo que tomar un
campamento bárbaro. Aunque los bárbaros suelen asentarse sobre alturas
precarias e inaccesibles, tomar una de sus fortalezas suele ser tarea fácil
para una unidad romana de buen tamaño.
Debe hacer el legionario:
1.- Usa la artillería y machaca un poco el muro
exterior.
2.- Construye unas cuantas escalas.
3.- Pega un alarido desgarrador y lánzate a la carga.
4.- Que la pelea sea limpia y rápida.
5.- Recomponte un poco y
saquea lo que puedas.
La mala noticia es que estos campamentos apenas
contienen nada de interés, a no ser que seas especialmente aficionado a los
cerdos y a los patos, y además las mujeres bárbaras suelen esconder cuchillos
en los lugares mas insospechados. Y no les asusta utilizarlos.
Por desgracia, asaltar una ciudad en condiciones
raramente resulta tan sencillo. Las ciudades dacias, persas y griegas están
seriamente fortificadas, y en Judea los defensores añaden la resistencia fanática
como extra no opcional.
Estos pueblos son buenos conocedores del arte del
asedio: los asirios les enseñaron a los fenicios, que a su vez les enseñaron a
los griegos y a los judíos, que a su vez les enseñaron a los partos (que ya
eran bastante buenos de por si). Por eso, nada resulta tan deprimente para un
legionario como oír a su comandante decir que "hay que tomar esos muros a
cualquier precio". Porque el legionario sabe perfectamente a quien le
tocara pagar la cuenta.
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