Las
provincias de Africa y Numidia están pacificadas y en orden. Tardé cuarenta
días en lograrlo. Zarpé de Lilibeo a finales de octubre con seis legiones y dos
mil soldados de mi caballería, dejando a Cayo Memio al mando en Sicilia. No
juzgué necesario establecer guarniciones allí donde ya había comenzado a reunir
naves nada más llegar. A finales de octubre tenía ya más de ochocientos barcos.
Me gusta organizarlo todo bien porque se gana mucho tiempo. Antes de zarpar,
envié un mensajero al rey Bogud de Mauritania, quien actualmente tiene su
ejército en Iol, no muy lejos de Tingis. Bogud reina desde Iol y ha dejado en
Tingis un reyezuelo. Todos estos cambios se deben a la contienda de Numidia, en
donde el príncipe Yarbas ha usurpado el trono del rey Hiempsal. Mi mensajero
instó al rey Bogud a que invadiese inmediatamente Numidia por el oeste, sin
aceptar pretexto alguno. Mi estrategia consistía en que Bogud obligase a Yarbas
a replegarse hacia el este hasta que llegase a donde yo estaba para aplastarle.
Desembarqué
mis tropas en dos divisiones: una en Cartago y la otra en Utica. Me puse al
mando de esta segunda, y nada más tocar tierra recibí la sumisión de siete mil soldados
de Cneo Ahenobarbo, lo que interpreté como buen augurio. Ahenobarbo decidió
presentar batalla sin dilación, pues temía que, de no hacerlo, se pasaran a mis
filas más tropas suyas. Desplegó su ejército ante una garganta para tenderme
una emboscada cuando la atravesase, pero no caí en la trampa porque subí a un
risco y vi su posición. Comenzó a llover (el invierno es la estación lluviosa
en la provincia de Africa) y aproveché la circunstancia de que la lluvia
azotaba los ojos de sus tropas. Gané una gran batalla y mis hombres me
proclamaron imperator en el campo de batalla. Pero tres mil soldados de
Ahenobarbo lograron escapar ilesos. Mis hombres seguían vitoreándome, pero yo
les dije que lo hiciesen más tarde, y nos apresuramos a perseguir a
Ahenobarbo hasta su campamento y lo aniquilamos con todas sus tropas. Entonces,
permití que mis hombres me vitoreasen como imperator.
Luego
marché a Numidia, una vez sometidos en todo el territorio de la provincia de Africa
los insurgentes, a quienes ejecuté en Útica. El usurpador Yarbas se refugió en
Bulla Regis, una ciudad en el curso superior del río Bagradas, al saber que yo
avanzaba por el este y Bogud por el oeste. Por supuesto, yo llegué a Bulla
Regis antes que el rey Bogud, y la ciudad me abrió sus puertas y se rindió,
entregándome a Yarbas, a quien ejecuté inmediatamente, junto con otro noble
llamado Masinisa; y repuse en su trono de Cirta al rey Hiempsal. Tuve
oportunidad de dedicarme a la caza de animales salvajes, que en este país los hay
de toda clase, desde elefantes hasta unos muy parecidos a grandes gatos. Te
escribo ésta desde el campamento en la llanura de Numidia.
Me
propongo volver pronto a Utica, al haber sometido todo el norte de Africa en cuarenta
días, como te decía. No es necesario dejar guarniciones en esta provincia, y
puedes enviar un gobernador sin cuidado. Voy a embarcar mis seis legiones y dos
mil soldados de caballería y zarparemos hacia Tarentum. Después nos dirigiremos
a Roma por la vía Apia, y me gustaría celebrar un triunfo. Mis hombres me han vitoreado
como imperator en el campo de batalla y tengo derecho a ello. He pacificado
Sicilia y Africa en cien días, y ejecutado a todos tus enemigos. Tengo también
un buen botín para mostrar en el desfile triunfal.
( C.
McC. )
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