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martes, 4 de septiembre de 2018

MIMNERMO DE COLOFÓN



 
Mimnermo de Colofón (en griego, Μίμνερμος) fue un poeta y músico griego de finales del siglo VII a. C.
 
Fue un contemporáneo de Solón, unos años más joven que éste. La Suda afirma que Mimnermo es de las ciudades de Asia Menor Colofón, o de Esmirna, o de la isla del mar Egeo Astipalea, y añade, con peculiar exactitud, que escribió bastantes obras. Al menos hay noticia de dos: un poema épico que hablaba de la fundación de Esmirna por colonos de Colofón, que conocemos como Esmirneida, donde además se narraba la batalla entre los naturales de Esmirna y el rey Giges de Lidia hacia 680 a. de C., es decir, tres generaciones antes que la del poeta, y un libro de versos amatorios por los que es sobre todo conocido, escritos en metro elegíaco, aunque también escribió yambos. Estas elegías, publicadas en un volumen con el título Nanno, "Muñequita" (una flautista de la que estaba enamorado), fueron transmitidas por Estobeo y se caracterizan por una gran sensualidad y erotismo y una velada melancolía; pero el tono general es vitalista y no se resigna al paso del tiempo. El goce de la juventud contrasta sin embargo con la fugacidad de la vida y las tribulaciones de la vejez que, por desgracia, son los versos que más nos han quedado de este presunto maestro de goces terrenales. El texto de uno de ellos hace referencia a la brevedad de la vida, a los placeres de la juventud y a la triste condición de la vejez, a la cual es preferible la muerte.
 
En su poesía se inspiraron después los poetas alejandrinos, Calímaco entre ellos. El gran poeta romano Sexto Propercio dirá de él (I, 9, 11) que plus in amore valet Mimnermi versus Homero ("en cuestiones de amor vale más un verso de Mimnermo que Homero"), señal inequívoca de estima.
 
La actitud hedonista de Mimnermo, que considera la vejez como un mal peor que la muerte, se expresa en los versos:
 
¿Y qué vida, y qué goce, quitando a Afrodita de oro?
Morirme quisiera, cuando no importen ya más
los amores ocultos, los dulces obsequios, la cama,
cuanto de amable tiene la flor de la edad
para hombre y mujer; pues tan pronto llega la triste
vejez, que hace al hombre feo y malo a la par,
sin cesar le consumen el alma los viles cuidados,
ya no se alegra mirando a los rayos de sol,
los muchachos lo odian, lo vejan también las mujeres
tan terrible dispuso Dios la vejez.



jueves, 19 de abril de 2018

TESPIS, EL PRIMER ACTOR DE LA HISTORIA



 

Tespis (en griego antiguo, Θέσπις: Thespis; Icaria, actual Dionýsios, Ática Oriental, fl. ca. 550 - 500 a. C.) fue un dramaturgo griego del siglo VI a. C. Es considerado uno de los padres griegos del teatro y el primer actor de la Historia.
 
Se dice que fue el ganador del primer concurso de tragedias durante las Dionisiacas de Atenas celebradas entre el 536 a. C. y el 533 a. C. Se le atribuyen cuatro piezas teatrales de tema mitológico: Sacerdotes, Muchachos (tal vez sobre el mito de Teseo), Juegos en honor de Pelias o Forbante y un Penteo,​ obra de la que se conserva un verso por transmisión indirecta.
 
Si bien no se conserva obra suya, ni siquiera de forma fragmentaria, Tespis es considerado por la tradición como el iniciador o inventor de la tragedia como forma teatral.
 
En su Poética, Aristóteles le atribuye este papel al haber sido el primero en introducir a un personaje o actor (hipocrites, ὑποκριτής), lo que abría la posibilidad del diálogo con el corifeo, el jefe del coro. De esta manera la representación coral perdía parte de su carácter recitativo para iniciar nuevos caminos por la vía del diálogo y del enfrentamiento entre las partes.
 
 Otros autores le suponen introductor de la máscara como elemento caracterizador del personaje: desde la aplicación de un simple maquillaje a base de albayalde, hasta la fabricación de máscaras de lino.Temistio, por su parte, le atribuye también la invención del prólogo.
 
Tespis de Icaria, que tras una fulgurante carrera dramática en las Grandes Dionisiacas atenienses, fue desterrado por el sabio Solón y obligado a recorrer los caminos con un carro, según relata la leyenda.


domingo, 15 de octubre de 2017

ANACARSIS DE ESCITIA


Anacarsis (en griego, Ἀνάχαρσις) fue un filósofo escita que vivió en el siglo VI a. C.
 
Es muy poco lo que se sabe sobre Anacarsis. Era un príncipe escita (pueblo al sureste de la actual Rusia) que, hacia el siglo VII a. C., conquistó una región al norte del Ponto Euxino y viajó mucho por Grecia, adquiriendo tal reputación de sabiduría que figura en algunas de las listas de los famosos Siete Sabios de Grecia.
 
Tras conseguir la difícil amistad del famoso jurista griego, Solón le explicó que los hombres cumplen los contratos cuando ninguno de los que los firman tiene interés en quebrantarlos, y al unir las leyes que él había creado con los intereses de los ciudadanos, él había hecho leyes que nadie tendría interés en quebrantar, ya que tendría más interés para ellos observarlas que desobedecerlas. Anacarsis no estuvo de acuerdo y le reprochó la ingenuidad de creer que sus leyes iban a contener las injusticias y frenar la codicia de los ciudadanos, para lo cual comparó las leyes a meras telas de araña, que rompe cuando quiere el fuerte, poderoso o rico como un pájaro o un insecto fuerte, mientras que sufren los débiles como mosquitos su rigor. Plutarco, que es quien cuenta la anécdota, se inclina a pensar que Anacarsis andaba más en lo cierto que Solón al respecto.
 
También se conservan de él algunas máximas sobre ética: "Es un gran mal el no poder sufrir mal alguno; es menester sufrir, para sufrir menos". "El primer trago se sirve por la salud, el segundo por placer, el tercero por vergüenza, y el cuarto por locura". "La vida da tres especies de fruto: el placer, la embriaguez y el arrepentimiento".
 
Parece haber sido un ingenioso inventor, no depreciador de las artes mecánicas como otros griegos; se le atribuyen la invención del fuelle, la rueda de alfarero1 y la mejora del ancla. Entre los chismes que sobre él cuenta Diógenes Laercio narra su muerte: al parecer, cuando regresó a su patria convencido de la bondad de las leyes de Solón, quiso introducirlas en su patria y su hermano lo asesinó con ese pretexto durante una partida de caza de un flechazo, quedando impune, ya que lo sucedería, con lo cual demostraba que también la opinión original de Anacarsis sobre la debilidad de las leyes de Solón tenía su razón de ser.
 
Anacarsis se hizo famoso también como personaje literario. Ya lo usó como tal Luciano de Samosata en su diálogo Escita. La novela Viaje a Grecia del Joven Anacarsis a mediados del siglo cuarto antes de la era vulgar fue escrita de 1788 a 1790 por Jean-Jacques Barthélemy (1716 - 1795), conocido como el Abad Barthélemy (Abbé Barthélemy).
 
En el siglo IV a. C., Anacarsis se convirtió en una especie de modelo de vida para los filósofos cínicos.



miércoles, 2 de agosto de 2017

SOLÓN DICE SOBRE EL BUEN GOBIERNO



La sociedad está bien gobernada cuando sus habitantes obedecen a los magistrados y los magistrados obedecen la ley.



CRESO, EL HOMBRE MÁS RICO DE LA ANTIGÜEDAD

 
Creso (en griego Κροῖσος, Kroisos), último rey de Lidia (entre el 560 y el 546 a. C.),​ de la dinastía Mermnada, su reinado estuvo marcado por los placeres, la guerra y las artes.
 
Creso nació hacia el 595 a. C.. Al morir su padre Aliates de Lidia en el 560 a. C., Creso conquistó Panfilia, Misia y Frigia; en definitiva, sometió a todas las ciudades griegas de Anatolia hasta el río Halis (salvo Mileto), a las que hizo importantes donaciones para sus templos. Debido a la gran riqueza y prosperidad de su país, de él se decía que era el hombre más rico en su tiempo.
 
Ante el inquietante avance de Ciro II de Persia, Creso envió un mensajero al Oráculo de Delfos, que le respondió que si conducía un ejército hacia el Este y cruzaba el río Halis, destruiría un imperio. 
Alentado por el oráculo, Creso organizó una alianza con Nabónido de Babilonia, Amosis II de Egipto y la ciudad griega de Esparta. Sin embargo, las fuerzas persas derrotaron a la coalición en Capadocia, en la batalla del río Halis (547 a. C.). De esta manera se cumplió el vaticinio: por culpa de Creso y su creencia en los oráculos, se había destruido su propio imperio lidio.
 
Creso es nombrado por cuatro autores clásicos. Heródoto le dedica buena parte del primer libro de su Historia, centrándose en la conversación con Solón (I, 29-33), la tragedia de su hijo Atis (I, 34-45) y el fin del imperio lidio (I, 85-89). Plutarco critica la visión de Heródoto por considerarla muy negativa y presentar a Creso como un «ignorante, fanfarrón y ridículo».​ Jenofonte incluye a Creso en la biografía sobre Ciro, la Ciropedia (VII, 1). También habla brevemente de Creso Ctesias en su encomio a Ciro. Por último, el poeta Baquílides cuenta en su tercera oda un supuesto fin de Creso en la pira.
 
Con treinta y cinco años, Creso se convierte en rey tras la muerte de Aliates hacia 560 a. C.n . Sometió a las ciudades griegas de Anatolia, haciéndolas tributarias, pero decidió no atacar a los isleños, por consejo de uno de los siete sabios de Grecia, que pudo haber sido Biante de Priene o Pítaco de Mitilene.  Convertida la capital de Lidia, Sardes, en un lugar de encuentro de sabios por su riqueza y esplendor, según Heródoto llegó a la ciudad el ateniense Solón, que viajaba por el mundo por diez años tras promulgar sus leyes. Este encuentro parece sin embargo que jamás existió, pues Solón promulgó sus leyes en 594 a. C. y Creso comenzaría a reinar unos treinta años después. En cualquier caso, la entrevista con Solón puede ser entendida como una muestra de la filosofía popular del momento. Cuenta Heródoto que Creso preguntó a Solón cuál creía que era el hombre más dichoso. El ateniense, en vez de decir que era el rey lidio, mencionó varios nombres, todos muertos tras alguna hazaña y después de llevar una vida tranquila y gozosa. Al cuestionarle Creso por qué no apreciaba la dicha lidia, Solón expresó que «el hombre era pura contigencia» y sólo se podría hablar sobre la dicha de Creso después de su muerte. Creso molesto, dejó marchar a Solón, convencido de ser el más dichoso de los hombres.
 
Creso tenía dos hijos, uno lisiado y sordomudo al que despreciaba y, otro, Atis, que destacaba en todos los campos. Una noche, tuvo un sueño que presagiaba la muerte de Atis producida por una punta de hierro. Para evitar que se cumpliera el sueño, impidió que su hijo corriera cualquier riesgo y que se acercara lo más mínimo a cualquier objeto punzante. Además, aceleró la boda de su primogénito, a fin de asegurar la descendencia. En ese contexto, apareció en Sardes un extranjero, Adrasto, de familia real, desterrado por haber matado a su propio hermano sin querer. Creso, siguiendo la tradición, lo aceptó en su corte y lo purificó de sus crímenes. Al mismo tiempo un jabalí apareció en el país, arrasando todo a su paso. Atis suplicó a su padre que le dejara tomar parte de la caza. Éste accedió al entender que su hijo no podía morir por los colmillos del jabalí. Acompañó a la expedición Adrasto para vigilar que a Atis no le ocurriera nada malo. Sin embargo, en medio de la caza, Adrasto lanzó su jabalina con tan mala fortuna de acertar en Atis, matándolo tal como predijo el sueño. Al presentarle el cadáver a Creso, Adrasto le pidió que lo matara en justa correspondencia con su infortunio. El rey se negó, al no considerarlo el responsable del mal hecho. Pese a todo, Adrasto se suicidó al considerarse el más desgraciado de los hombres. Heródoto relaciona el fin de Atis con un castigo divino por la soberbia de Creso mostrada ante Solón.
 
La muerte de Atis cumple, asimismo, según la narración de Heródoto, la profecía dada por el oráculo de Delfos en ocasión del asesinato del rey heráclida Candaules por parte del mermnada Giges. Según la Pitia, este último y sus sucesores gobernarían a los lidios, pero la venganza caería sobre el quinto descendiente de Giges. Esta parte del vaticinio, eclipsada por la otra que daba por bueno el reinado mermnada, fue desoída por el agradecido Giges, y olvidada por sus sucesores.
 
Después de superar el duelo por la muerte de su hijo, Creso vio como amenaza el creciente poder del imperio persa de Ciro II el Grande, quien había destronado a Astiages, rey persa casado con Arienis, hija de Aliates y, por tanto, pariente de Creso. Pensando que podría a su vez contener ese peligro y vengar a Astiages, y deseando consultar sobre ello a los oráculos, primero decidió probarlos, mandando emisarios a todos los santuarios conocidos a fin de que adivinaran que hacía en un preciso momento. Realizada la prueba, Creso sólo quedó satisfecho con los vaticinios de los oráculos de Delfos y Anfiarao. De esta forma, decidió mandar ofrendas y sacrificios a Delfos, a fin de ganarse el favor del santuario.​ También envió ofrendas a Anfiaro, pero al enterarse de la muerte del adivino sólo quedó la opción de Delfos. Así pues mando unos emisarios para que preguntaran si debía emprender la guerra contra los persas. La Pitia contestó de forma ambigua, declarando que se destruiría un imperio, sin dejar claro si sería el persa. Creso no tuvo dudas e incluso hizo una tercera consulta, sobre cuanto duraría su monarquía a lo que la Pitia contestó que sólo la perdería cuando un mulo reinara sobre los medos.​ Creso pensó que jamás reinaría ninguno, pero no se dio cuenta de que realmente a Ciro se le podía considerar un «mulo», por ser hijo de una pareja de diferente condición.
 
Interpretados de esa manera los oráculos, no puso Creso en duda su victoria y decidió organizar en primer término una expedición a Capadocia, ubicada al otro lado del río Halis, que hacía de límite natural entre territorios lidios y persas.​ Previamente concretó una alianza con los lacedemonios, a los que consideraba como los griegos más poderosos, y con quienes los lidios siempre habían mantenido muy buenas relaciones.​ Antes de partir, hizo caso omiso a una recomendación del sabio Sandamis, consistente en la argumentación de que organizar un enfrentamiento contra los persas, hombres carentes de riquezas, ponía en riesgo a los lidios que, a su modo de ver, frente a un desenlace positivo nada ganarían, mientras que frente a uno negativo podían perder mucho.
 
Tras cruzar el Halis, las tropas de Creso se establecieron en Pteria, comarca de Capadocia, y esclavizaron a sus habitantes. Por su parte, Ciro se dirigía a su encuentro sumando tropas mientras avanzaba. Los ejércitos de ambas partes se encontraron allí y pelearon hasta que se puso el sol sin que ninguno resultara vencedor. Comprendiendo Creso al día siguiente que su ejército era menor en número, decidió volver a Sardes y pedir auxilio a los egipcios y babilonios, con cuyos respectivos reyes Amosis II y Labineto (probablemente Nabonido)​ tenía concertada una alianza.
 
Al regresar de Capadocia a su capital, Sardes, Creso mandó emisarios a sus aliados para que confluyeran en la ciudad en cuatro meses, a fin de formar un ejército capaz de derrotar a Ciro. Según Heródoto, despediría a sus mercenarios ya que iba a formar un mejor ejército. Ciro se daría cuenta de la marcha de los mercenarios y entendería las intenciones de Creso por lo que avanzó rápidamente hacia la capital. Al norte de ésta tuvo lugar la batalla de Timbrea, en la que ambos ejércitos se enfrentaron y que significó la victoria bélica decisiva para los persas, que obligaron a los lidios a refugiarse tras las murallas de la ciudad. Creso creía a Sardes inexpugnable y, pensando en un largo asedio, mandó más emisarios a los aliados, a los efectos de pedirles que descartaran el tiempo de espera antes notificado y fueran en su auxilio lo antes posible.
 La inexpuganibilidad de la ciudad proviene de una leyenda según la cual, el rey Meles hizo pasear por las murallas de la ciudad a un león consagrado a Sandón. Pero se dejó una parte de la muralla, ya que era una zona escarpada por la que parecía imposible acceder. Sin embargo, un persa se percató de que se podía acceder por esa zona, y el ejército de Ciro pudo tomar la ciudad antes incluso de que los espartanos, principales aliados de Creso, pudieran partir de su puerto. Heródoto hace coincidir los días de asedio, catorce, con los años que reinó Creso en Lidia. De este modo, los persas capturaron a Creso al año siguiente de la batalla de Capadocia, en el 546 a. C.
 
Sobre lo que ocurrido tras su apresamiento hay dos versiones, una contada primero por Heródoto y otra por Baquílides.​ Ambas coinciden en que Creso fue conducido a una pira y al iniciarse el fuego, en vez de implorar a cualquier dios, recordó a Solón, que le había hablado de la inestabilidad del hombre, gritando su nombre. Ciro intrigado le cuestionó sobre Solón. Según Heródoto, Creso respondió que Solón «es aquel que yo deseara tratasen todos los soberanos de la Tierra, más bien que poseer inmensos tesoros», y le refirió lo sucedido y lo que Solón había dicho sobre la felicidad, esto es, que la fortuna del hombre es tan cambiante que sólo es posible conocer o medir su felicidad después de que ha muerto.​ Heródoto plantea la cuestión de una manera teatral, de cómo un hombre puede aprender de los errores de otro, además le sirve para trasladar a partir de ese momento su atención de Creso a Ciro en su historia.
 
En todo caso, las palabras de Creso sobre Solón conmueven a Ciro y, viendo reflejada su dicha actual en la otrora buena fortuna de Creso, manda apagar el fuego, aunque demasiado tarde. A partir de ese punto las versiones se contradicen. La maś defendida, por el propio Heródoto, Éforo, Jenofonte y Ctesias dice que Creso al ver el arrepentimiento de Ciro imploró a los dioses y estos apagaron el fuego con una tormenta. 
En la otra versión, expresada por Baquílides, Creso muere de forma voluntaria pese a la tormenta. La Crónica de Nabónido también apoya la teoría de la muerte de Creso, al contar que Ciro conquistó Lidia y mató a su rey. Siguiendo la primera versión, cuenta Heródoto,​ que quedó en la corte de Ciro, siendo bien tratado y sirviendo al rey persa, y a su hijo Cambises, como consejero. Así lo muestra Heródoto, aconsejando a Ciro que ataque a los masagetas en el país de éstos y no en la propia Persia como había propuesto Tomiris, reina de los masagetas. Antes de partir a la batalla, en la que moriría, Ciro deja a Creso con Cambises, al que ya había nombrado heredero.
 
Cuenta Heródoto que las leyes lidias con las que gobernó Creso fueron muy parecidas a las de los griegos, pero señala una excepción consistente en la prostitución voluntaria de las mujeres lidias como forma de obtener la dote antes de contraer matrimonio, lo que constituiría una peculiaridad de las costrumbres lidias y de las leyes que las regulan.
 
El historiador francés Victor Duruy afirma que el dominio de Creso fue «bastante suave» y que este hecho explica en parte el rechazo que los griegos asiáticos sentían por Ciro y los persas. Considera asimismo que el monarca, en sus modos y costumbres, era «casi griego», es decir, a tono con los pueblos bajo su dominio: estaba casado con una jonia, consultaba oráculos, gustaba de las artes, recibía a los sabios de Grecia y pedía el auxilio de los lacedemonios. El mismo historiador destaca de Creso el hecho de que no fuese avaro (afirmación que encuentra sustento en varias historias referidas por Heródoto; por ejemplo, la que comenta los costosos y muchos regalos que dejó en Delfos para Apolo y sus habitantes, o la que habla sobre la entrega de oro en calidad de regalo a los lacedemonios mucho tiempo antes de procurar una alianza con ellos).
 
A Creso se le atribuye la emisión de las primeras monedas de oro, entre los años 640 y 630 a. C. con una pureza normalizada y una circulación general. Se basarían en una aleación de electrum, es decir, oro y plata con trazas de cobre y otros metales. La composición de estas monedas sería similar a los depósitos de sedimentos del río de la capital Sardes.


sábado, 22 de julio de 2017

CRITIAS


Critias (griego antiguo Κριτίας) (460 - 403 a. C.) fue un sofista griego nacido en Atenas. Hijo de Calescro, fue tío carnal de Platón.
 
Aunque es principalmente recordado por haber formado parte del gobierno de los Treinta Tiranos impuesto por los espartanos tras su victoria sobre Atenas, también produjo una amplia gama de obras, además de dedicarse a la enseñanza y la poesía.
 
Critias es una de las figuras atenienses más enigmáticas y polémicas del siglo V a. C. Pocos escritores de la Grecia clásica fueron tan prolíficos. Existe cierto disenso acerca de la autoría de algunas obras que se le atribuyen, conservándose únicamente fragmentos de las mismas.
 
La primera aparición de Critias en la historia, es como uno de los hermocópidas, es decir, uno de los implicados en la mutilación de los hermas en el 415 a. C. Critias es mencionado en el testimonio de Andócides durante el curso de la investigación del crimen,​ a pesar de que no se sabe nada más acerca de su participación en dicho sacrilegio. También hay referencias esporádicas a Critias en algunos de los acontecimientos principales de los últimos años de la Guerra del Peloponeso. No se sabe a ciencia cierta si era miembro del gobierno oligárquico de Los Cuatrocientos, en el 411 a. C., pero siguió a Frínico, el oligarca radical y cabecilla de Los Cuatrocientos tras la caída del régimen en el 410 a. C.
 
En los años posteriores a la caída del régimen, Critias estuvo implicado activamente en política como asociado de Alcibiades. Critias proclama en uno de sus poemas elegíacos que propuso la vuelta de Alcibiades del exilio, probablemente alrededor del año 408 a. C. (fragmentos 4 y 5). Debido a la opinión popular ateniense contra Alcibiades, Critias probablemente siguió a Alcibiades al exilio en el año 406 a. C. Durante este tiempo, Critias estuvo implicado en una insurrección en Tesalia, pero se desconoce el alcance de su participación, aparte de la enigmática declaración de defensa de Terámenes sobre el juicio y la ejecución de los generales atenienses acusados de no rescatar a los supervivientes en la Batalla de Arginusas:
 
Critias estaba en Tesalia organizando la democracia con Prometeo y armaba a los penestes contra sus amos.
No se posee suficiente información sobre la historia de Tesalia, como para saber quién era Prometeo, o determinar la naturaleza de la revolución "democrática" en la cual Critias pudo estar implicado.
 
A la llegada de su exilio en la primavera del año 404 a. C., Critias era uno de los cinco cabecillas que lideraban varias facciones oligárquicas de la posguerra ateniense. Critias era también miembro principal de los Treinta Tiranos, cuyo reinado de terror brutal en los años 404–403 a. C. fue vivamente relatado por Jenofonte. En el reinado de terror de los Treinta Tiranos se cometieron ejecuciones sumarias, incautación de propiedades y el exilio de cientos de demócratas atenienses. Incluso Terámenes, uno de los miembros fundadores de los Treinta, fue ejecutado sin derecho a réplica tras haberse opuesto a Critias en público. Otra víctima de los Treinta fue el aún exiliado Alcibiades, que permanecía en su estado fortificado de Tracia. Según los informes de Cornelio Nepote y Plutarco, ​que se encargaron de biografiar la vida de Alcibiades más tarde, fue el propio Critias, su viejo compañero, quién ordenó su asesinato en el año 403 a. C.
 
Hay indicios de que Critias tenía cierto grado de control sobre la caballería ateniense y sobre "Los Once", que actuaban como verdugos.​ Critias también parece ser el guía de los elementos más extremistas de Los Treinta. Se convirtió en su indiscutido líder tras la ejecución de Terámenes en el año 403 a. C. También aparece como uno de los principales legisladores de la oligarquía.8
 
Independientemente de cuales fueran los planes de Critias y Los Treinta para el establecimiento de un nuevo régimen oligárquico en Atenas, los mismos fueron desbaratados abruptamente por los éxitos militares de un grupo de exiliados pro-democráticos liderado por Trasíbulo en el puesto fronterizo ateniense de Filé y en la ciudad portuaria de El Pireo.
 
En un solo día, en mayo del año 403 a. C., en una batalla entre las fuerzas comandadas por Trasíbulo, las fuerzas de Critias y los partidarios de Los Treinta, la mente maestra del movimiento oligárquico fue derrotado. En aquella época Critias, comandante de la falange, optó por una línea de 50 escudos hoplitas. Los propios miembros de Los Treinta se encontraban entre las primeras filas, en el extremo izquierdo de la falange. Lejos de evitar el peligro del campo de batalla, Critias se colocó en el extremo izquierdo de la línea. Sin embargo, la formación de la falange en una columna profunda falló, costando muchas vidas en una batalla sangrienta. Critias fue uno de los más de 70 que perdieron la vida en dicha batalla. La muerte de Critias dejó a los miembros restantes de Los Treinta y a otros 3.000 hombres sin líder y confusos. Las tentativas de establecer un nuevo gobierno oligárquico fallaron y la democracia fue restaurada poco tiempo después.
 
Se erigió un monumento a Critias y Los Treinta, en el que se podía ver la personificación de la oligarquía llevando antorchas y dando fuego a la democracia. Una inscripción en la base del monumento rezaba «Esto es un monumento conmemorativo a esos nobles hombres que refrenaron a los hubris atenienses de los demócratas atenienses durante un breve periodo».​ El precio que tuvieron que pagar por ello fue la vida de al menos 1500 atenienses.
 
Platón admite en su séptima carta que el comportamiento extremo de Critias así como el de otro primo suyo, Cármides (líder de Los Diez que gobernaron El Pireo durante el gobierno de Los Treinta) alejaron cualquier pensamiento acerca de que él hubiera podido tener una carrera política.
 
Jenofonte caracterizó a Critias como un tirano despiadado, sin moral, cuyos crímenes podrían haber desembocado en la muerte de Sócrates. Filóstrato continuó extendiendo esta visión negativa de Critias, a quien llamó «el mayor malvado... de todos los hombres».​ Por otra parte, en cuatro diálogos de Platón (Lisis, Cármides, Critias y Timeo), Critias aparece como un miembro refinado e instruido de una de las familias aristocráticas más antiguas y distinguidas de Atenas, así como un participante de la cultura filosófica ateniense.
 
Aunque estas representaciones de Critias difieran tanto, no se contradicen. La familia de Critias estaba entre las más prominentes de los viejos clanes eupátridas aristocráticos que habían gobernado Atenas antes de la llegada de la democracia. No menos de cuatro de sus antepasados directos habían sido arconte epónimos, el mayor cargo al que se podía llegar en el Estado de Atenas. Uno de ellos fue Drópides en los años 645–644 a. C. Solón era uno de sus parientes más famosos,​ y tanto Solón como el poeta Anacreonte elogiaron a los antepasados de Critias en sus poemas.
 
Aunque no hay constancia literaria acerca de la juventud de Critias, su biógrafo Filóstrato dijo que la enseñanza que obtuvo Critias fue de la clase más noble, y Ateneo dice que su entrenamiento como flautista lo hizo famoso en su juventud. Existe un fragmento de una dedicatoria en dos victorias en los Juegos Ístmicos y dos victorias en los Juegos Nemeos en 438 a. C., en la que aparece Critias, hijo de Calescro, aunque la restauración del nombre sigue siendo incierta. Aunque parece claro que Critias sobresalió en dos de los elementos más importantes de la educación ateniense tradicional: la música y el atletismo.
 
Si Platón hubiera divulgado exactamente el carácter de figuras históricas en sus diálogos, tal vez dichos diálogos hubieran proporcionado más rasgos del carácter y el comportamiento de Critias. En el Protágoras de Platón, Critias aparece entre los sofistas principales (Protágoras, Hipias mayor, Pródico) y la élite educada de Atenas. En el Protágoras, Critias participa en el diálogo junto a Alcibíades. Este emparejamiento parece irónico, ya que Jenofonte había relatado la cólera ateniense sobre el comportamiento imprudente y destructivo de Critias y Alcibíades, ambos discípulos de Sócrates. Esa asociación fue una de las razones que motivaron la ejecución de Sócrates en el año 399 a. C.18​ Es significativo que la única contribución de Critias en dicha discusión filosófica es una súplica a los participantes a ser imparciales y justos en un punto en el cual los presentes parecían más a favor de Sócrates o de Protágoras. En contraste con la representación de Jenofonte como tirano despiadado, la representación de Critias, hecha por Platón, como ejemplo de moderación es un contrapunto notable.
 
Un papel más sustancial de Critias en el Cármides, que se abre con el regreso de Sócrates de la Batalla de Potidea en el año 432 a. C., proporciona un contraste igualmente notable frente a la visión de Jenofonte y otros. El diálogo se centra en el significado de sophrosyne (autodominio), que Cármides, claramente siguiendo el camino iniciado por su primo y guardián Critias, definió para Sócrates como "pensar en las tareas propias".
 
Aunque esta definición, en particular, se abandona en la discusión descrita en el Cármides, reaparece en una forma ampliada como el último significado del dikaiosyne (justicia) en La República: "que cada individuo debe actuar en los asuntos de la ciudad tan bien como sea capaz de hacerlo". Esta definición de la justicia (dikaiosyne), es sostenida por Platón como la virtud más alta y es su pilar central en su concepto utópico de ordenar las clases sociales y políticas del estado ideal.
 
Critias es también un personaje principal en el Timeo y en el Critias, que se basan en el día después de los acontecimientos acaecidos en la república, en el año 421 a. C. Critias relata la historia de Atlantis y su guerra contra Atenas hace unos 9.000 años. Él había escuchado esta historia de su abuelo, quien a su vez la había escuchado de su pariente, el legislador Sólon. La historia que según Critias había sido preservada por sacerdotes egipcios, presenta un retrato idealizado de una Atenas antigua que encajaban fielmente en el estado utópico descrito en La República. Lo que es realmente significativo es que Platón eligiera a Critias como el reportero del mito de Atlantis. De esta forma Platón ensalza a su primo como un hombre que sabe de historia antigua, de una época en la que los gobiernos se asemejaron a la utopía de La República, y no a los sistemas imperfectos de gobierno del siglo IV a. C. de Grecia.
 
Entre las leyes bosquejadas por Critias había un decreto de prohibición de "instrucción en el arte de palabras". Jenofonte divulga que Sócrates respondió con una contestación sarcástica: "si alguien fuera un pastor e hiciera su rebaño menor y más pobre, él no diría que es un mal pastor; si alguien fuera un líder de una ciudad e hiciera a sus ciudadanos más pobres, él no estaría avergonzado ni pensaría que es un mal líder".Aunque es la relación entre Critias y su profesor anterior la que Jenofonte niega, es Caricles quien amenaza a Sócrates con el castigo si no renuncia a seguir haciendo declaraciones contra el régimen. ​Critias permanece en el fondo de la conversación, haciendo solamente una observación acerca de la afinidad del filósofo hacia los "curtidores, artesanos, y a los trabajadores del bronce". En otro cara a cara, Sócrates regaña a Critias por su atracción y comportamiento excesivamente celoso por un hermoso joven llamada Eutidemo diciendo que él se frotaba contra otro hombre joven "como un pequeño cerdo que se rasca contra una roca".  Anécdotas como estas de Sócrates y de Critias, demostraban que ambos se divertían y se conocían mutuamente, pero también estaban a menudo en desacuerdo el uno con el otro.
 
A pesar de las amenazas y la obvia tensión que había entre los dos, Sócrates sobrevivió al terror y a la guerra civil posterior. Quizás fue por la insistencia de Critias por la que el comportamiento insubordinado de Sócrates fue pasado por alto durante el terror. Fuera la que fuera la razón, está claro en los acontecimientos del enjuiciamiento de Sócrates en el año 399 a. C. y las reprimendas dispersadas en la literatura de los siglos IV y III a. C., que la unión entre Critias y el filósofo se propagó rápidamente en la mente popular.