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jueves, 29 de diciembre de 2022

EL PASTOR FÁUSTULO



Ese cuadro de Felice Cattaneo hace referencia a uno de los episodios sobre la leyenda de Rómulo y Remo.

Representa que después de haber sido amamantados por la loba Capitolina, el pastor del Rey Numitor, Fáustulo, encuentra a los gemelos.


martes, 17 de marzo de 2020

LUPERCALES



En la Antigua Roma, las fiestas lupercales, también llamadas simplemente lupercales o incluso lupercalia (en latín, Lupercalia), se celebraban ante diem XV Kalendas Martias, lo que equivale al 15 de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa al dios Fauno, que tomó el sobrenombre de Luperco), y de hircus (macho cabrío, un animal impuro).
 
Cada año, se elegía de entre los miembros más ilustres de la ciudad, a una congregación especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci, "amigos del lobo"). Debían ser en su origen adolescentes que durante el tiempo de su iniciación en la edad adulta sobrevivían de la caza y el merodeo en el bosque. Era por aquel entonces un tiempo sagrado y transitorio en que se comportaban como lobos humanos. Se reunían el 15 de febrero en la recién encontrada gruta (más tarde llamada Ruminal, en honor a Rómulo y Remo) del monte Palatino (la colina central en donde, según la tradición, se fundó Roma). Según la tradición, fue en este lugar donde Fauno Luperco, tomando la forma de una loba, Luperca, había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y en cuyo honor se hacía la fiesta. También cuenta la tradición que allí había una higuera cuyas raíces habían detenido la cesta en cuyo interior se encontraban los gemelos Rómulo y Remo.
 
Bajo la sombra de esta venerable higuera, llamada Ruminalis, comenzaba la fiesta con una ceremonia oficiada por un sacerdote en la que se inmolaba una cabra. Después ese mismo sacerdote tocaba la frente de los luperci con el cuchillo teñido con la sangre del sacrificio y a continuación borraba la mancha con un mechón de lana impregnada en leche de cabra. Éste era el momento en que los lupercos prorrumpían en una carcajada ritual. A continuación, se formaba una procesión con los lupercos desnudos que llevaban unas tiras o correas hechas con la piel de la cabra recién inmolada y con ellas azotaban manos y espaldas de las mujeres que encontraban en el camino dispuestas a ser parte de la ceremonia; era el ritual para la fecundidad. Se consideraba además que esto era un acto de purificación, la así denominada februatio.
 
Según un pasaje narrado por Tácito, el cortejo salía del Lupercal hacia el Foro Boario por el sur del Monte Palatino y llegaba al Ara Máxima de Hércules Invicto. Pasaban por el altar de Consus y el santuario de los Lares para terminar en el lugar de inicio. El recorrido no era un acto serio como lo había sido el comienzo de la ceremonia; los propios lupercales, animados por el público, convertían el paseo en una carnavalada cuyos gritos, cantos y bailes llegaban a ser obscenos.
 
Con el paso del tiempo, el papa Gelasio I prohibió y condenó, en el año 494, la celebración pagana de las lupercales. Quiso cristianizar esta festividad, y la sustituyó por la fiesta de la Purificación, que se celebraría el 2 de febrero, con la procesión de las candelas. Esta celebración se unió más tarde a la liturgia de la Presentación de Jesús, por la referencia que el anciano Simeón hace, en su canto, a Cristo como «luz de las naciones», asociada a los cirios, antorchas y candelas encendidas en las manos de los fieles. El 2 de febrero se cumplían cuarenta días desde que, en la época de san Ambrosio (Ambrosio de Milán), se fija el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, también para desterrar el festejo pagano del culto a Helios.
 
Las lupercales aparecen marcadas en el cronógrafo del 354, junto con otros festivales tradicionales y cristianos. A pesar de la prohibición que se hizo, en el año 391, de todos los cultos y festivales no cristianos, el pueblo considerado cristiano celebraba las lupercales con regularidad durante el periodo del emperador Anastasio I. El papa Gelasio I (494-496), que afirmaba que únicamente la "vil chusma" participaba en el festival, intentó abolirla de manera contundente; el Senado protestó, con el argumento de que las lupercales eran fundamentales para la seguridad y el bienestar de Roma. Esto hizo que Gelasio sugiriera, con una actitud de desprecio, que "Si ustedes aseguran que este rito tiene beneficios para la salud, celébrenlo entonces ustedes a la manera de nuestros ancestros; corran desnudos, ustedes que pueden escenificar muy bien la farsa." Este comentario iba dirigido al senador Andrómaco, en una extensa epístola literaria de Gelasio que era prácticamente una diatriba en contra de las lupercales.
 
Los historiadores generalmente afirman que Gelasio finalmente abolió las lupercales, después de una larga disputa, reemplazándolas con la Fiesta de la Purificación de la Bendita Virgen María, aunque Jack B. Oruch, en cambio, dice que no hay registro escrito que demuestre que Gelasio haya intentado siquiera reemplazar las lupercales.
 
Algunos investigadores, como Kellog y Cox, han afirmado por separado que las costumbres modernas del Día de San Valentín tienen su origen en las costumbres de las lupercales. Otros autores han rechazado esta afirmación: dicen que no hay pruebas de que las costumbres de la era moderna del Día de San Valentín tienen su origen en las costumbres de las lupercales, y esta afirmación parece tener su origen en conceptos erróneos o ideas falsas acerca de las festividades.
 
El poema número 18 del libro III de las Odas (Carmina) del poeta lírico y satírico latino Horacio (Quinto Horacio Flaco), describe las Lupercalia y es un himno al fauno. El autor le pide al fauno que bendiga su ganado y sus campos pues, cuando el fauno está cerca, todo el campo se alegra.
 
En la tragedia Julio César, William Shakespeare comienza hablando de las lupercales. Marco Antonio, jefe de los lupercos (llamados julianos, una tercera orden, creada por César), recibe de éste la instrucción de tocar durante las lupercales a su cuarta esposa, Calpurnia, con la esperanza de que pueda concebir. Enseguida, el fragmento correspondiente, que se halla en la escena segunda del acto I, tomado del texto íntegro de la obra:

CÉSAR. — ¡Calpurnia!



CASCA. — ¡Silencio, oh! César habla.



(Cesa la música.)



CESAR. — ¡Calpurnia!



CALPURNIA. — Aquí me tenéis, señor.



CÉSAR. — Colocaos en la dirección del paso de Antonio cuando emprenda su carrera. ¡Antonio!



ANTONIO. — ¡César, señor!



CÉSAR. — No olvidéis en la rapidez de vuestra carrera, Antonio, de tocar a Calpurnia, pues, al decir de nuestros antepasados, la infecunda, tocada en esta santa carrera, se libra de la maldición de su esterilidad.



ANTONIO. — Lo tendré presente. Cuando César dice: «Haz esto», se hace.



CÉSAR. — Proseguid, y no olvidéis ninguna ceremonia.



Más adelante, después del asesinato de César, Marco Antonio ofrece su discurso funerario. En seguida, el texto de la escena segunda (línea 74) del acto III , en donde él explica cómo, en las lupercales, ofreció tres veces a César la corona:
 
ANTONIO

Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición?

domingo, 8 de diciembre de 2019

QUINTO HORACIO FALCO DICE SOBRE LA GUERRA CIVIL ROMANA



Es verdad: un destino aciago persigue a los romanos, y el crimen de fratricidio, desde que la sangre del inocente Remo fuera derramada sobre el suelo, es una maldición sobre sus herederos.






domingo, 21 de octubre de 2018

GENS ROMANA


 

 La gens era una agrupación civil o sistema social de la Antigua Roma. Cada gens comprendía a varias familias que se identificaban a través del cognomen de los individuos, por lo que sus integrantes eran agnados o gentiles entre sí y estaban dirigidos por varios pater familias. En este sentido, la gentilidad era sobre todo un título de nobleza que daba fe de la antigüedad e ingenuidad​ del grupo, algo en principio exclusivo de las familias patricias.

 

La gens fue la organización social, que precedió en Roma la constitución del estado-ciudad. La gens podría definirse como un conjunto de familias que descendían o creían descender de un antepasado común vinculadas por un parentesco más o menos lejano, que tenían sus divinidades, sus costumbres y su territorio.

 

La gens constituye una asociación política y económica; cada gens tenía su propia divinidad protectora, sus costumbres particulares, vigilando la gens para que estos mores sean respetados pudiendo excluir del grupo mediante la notae gentiliciae a quien contraviniere dichas normas. Todos los componentes de una misma gens tienen sepultura común. El interés económico es común a toda la gens, determinado por la permanencia en un mismo territorio que la gens cultiva en común. Cada gens tuvo un jefe que mandaba sobre los demás miembros, y el cual gobierna la familia tanto en el orden político-social como en el religioso.

 

Las familias que formaban la gens son organismos más reducidos, pero de naturaleza semejante. Ambas son instituciones fundadas con miras del orden y la defensa de los grupos primitivos, de donde proviene su carácter político y económico. Podemos decir que lo que distingue a los dos grupos, gens y familia, no es propiamente su función sino su extensión. En Roma, el vínculo que fundamenta y organiza la familia no es únicamente el de sangre pues la familia comprende además del padre, de la madre y de los hijos, a los nietos nacidos en la familia, a los adoptados, a los prisioneros por deudas, a los prisioneros de guerra, a los hijos de éstos, a los clientes (que estaban constituidos por huéspedes pobres, por individuos expulsados de otras gens, por esclavos libertados, por extranjeros vencidos, los cuales piden y obtienen protección por parte del grupo), a los animales, al fundo y por último a los dioses tutelares y protectores del hogar. Todas estas personas se encuentran sometidas a la autoridad de un jefe (pater familias).

 

El pater familias era sacerdote, juez y rey dentro de su propia familia. Como sacerdote tenía a su cargo el culto al lar familiar (espíritu que cuida a la familia ). La autoridad del padre (patria potestad) era absoluta. Tenía derecho de vida y muerte sobre las personas que estaban sometidas a él. Este poder lo ejercitaba sobre todo el grupo de personas que constituía la familia, esposa, hijos, esclavos, clientes, campo familiar. El pater familias era el único sui-juris, o sea, el único que no estaba sometido a la potestad de otro, mientras que los demás estaban en estrecha relación de dependencia con respecto a él, de la que no podrían salir sino con la muerte del pater familias. Esta emancipaba a los hijos varones, mientras las mujeres pasaban a depender del varón más cercano.

 

La gens era un cuerpo jurídico perfectamente organizado reinando entre sus miembros un espíritu de solidaridad y de asistencia mutua. Se llega a ser gentil o miembro de la gens, de la misma manera en que se llega a ser miembro de un Estado, es decir, por nacimiento de padre gentil o por agregación directa de la gens, mediante el voto de los gentiles. La gens sobrevivió en la época antigua, aun cuando su organización se debilitaba cada vez más, sobre todo porque las familias que las formaban se iban poniendo en contacto directo con la ciudad, conjuntamente con las nuevas familias plebeyas que no estaban organizadas en gens. La ciudad fue así, poco a poco, minando los cimientos de la gens sustituyéndola en las funciones de orden y defensa correspondientes al Estado. La familia, en cambio no corrió la misma suerte, no sufrió la absorción que experimentó la gens por la ciudad. Esta supervivencia de la familia con su primitivo carácter político perdura durante varios siglos y lentamente la autoridad severa y suprema del pater familias va siendo remplazada por el derecho y la autoridad del Estado.

 

El ocaso de las gens se produjo con la proliferación de familias que hacían difícil la identificación de los orígenes.

 

La pertenencia a una determinada gens comprendía una serie de derechos y obligaciones con respecto al resto de miembros. El deber de socorro mutuo, el derecho a poseer las propiedades de la gens, a ser sepultado en el lugar común, o la prohibición de contraer matrimonio con un miembro de la misma gens.

 

La sociedad romana estaba conformada por varios grupos, existían los cliens​ conformada por los plebeyos en sociedad, a ésta se le llamaba clientela, éstos conformaban clanes los cuales eran llamados gens, los gens que al contrario que la familia, podían ser conformados por cualquier clan, sin importar su clase, y si este clan era patrocinado o adoptado por un patronus, entonces podía ser una familia.

 

En el sentido romano la palabra familia no tenía el mismo significado que en el resto de Europa, tal como se entiende en nuestros días, las familias estaban compuestas de nobles, de clanes nobles con la cabeza el pater familias​ de forma patrilineal, de los pater familias salían los patricios quienes gobernaban Roma.

 

Según la leyenda, Rómulo, el primer Rey de Roma, le dio la tierra a los romanos, pero rápidamente los descendientes de Rómulo y Remo quienes amasaron fortunas pronto se apoderaron de las tierras de iure, lo cual explicaba por qué las tierras no podían ser divididas o traspasadas a la muerte del pater familias a nonfamilia, dejando la herencia prácticamente generacional. ​

 

Las divisiones entre familias se hacían sobre el nomen, praenomen, y cognomen. De las gens salían los gentiles quienes dependiendo de si eran cognati (de sangre) o agnati  podían heredar (cognati).

 

Hay que destacar que el origen del Derecho sucesorio romano se sitúa en la idea de que los bienes de los integrantes de una misma gens deben permanecer dentro de ella, cuando se produce una transmisión patrimonial mortis causa. La mayor parte de los ordenamientos jurídicos del Derecho continental contemporáneo han recibido la influencia del Derecho romano, mostrando los rasgos característicos de este principio en los cálculos de legítimas y sucesiones intestadas. Así, por ejemplo, la legítima del cónyuge viudo, en el Derecho español, consiste siempre en un usufructo, que no podrá ser perpetuado y no supondrá una fuga indirecta del patrimonio del fallecido hacia personas que no le hubieran sucedido directamente.

 

Cada gens tenía su propia deidad, en este caso la deidad patricia correspondiente de los Calpurnia era la diosa Diana, quienes erigirían templos de ella unidos a otras familias afines, como los Calpurnios Pisones y la gens Tulia, de donde procedía Cicerón, quienes compartían la adoración del templo.​

 

DEBERES Y DERECHOS DE UNA GENS:

-El derecho hereditario recíproco de los gentiles; los bienes quedaban siempre dentro de la gens.

-La posesión de un lugar de sepultura común.

-Las solemnidades religiosas comunes.

-La obligación de no casarse dentro de la gens.

-La posesión de la tierra en común.

-La obligación de los miembros de la gens de prestarse mutuamente socorro y asistencia.

-El derecho de llevar el nombre de la gens.

-El derecho a adoptar a extraños en la gens.

-El derecho de elegir y deponer al jefe no se menciona en ninguna parte.



domingo, 12 de agosto de 2018

BATALLA DEL LAGO CURCIO



La batalla del Lago Curcio tuvo lugar en los primeros años del reinado del primer rey de Roma, Rómulo, entre el ejército romano dirigido por el mismo monarca y los sabinos de Tito Tacio. Según la leyenda, al final de la batalla los dos pueblos unidos en la misma comunidad.
 
Una vez que los romanos fundaron la ciudad en el Monte Palatino, comenzó a crecer, con el fin de aparecer de acuerdo a Tito Livio "lo suficientemente potente como para competir militarmente con las ciudades de los alrededores." Dado que las mujeres eran escasas, esta potencia estaba destinada a no durar más que una generación, si los romanos no encontraban suficientes esposas con las que procrear niños nuevos a la ciudad.
 
...Rómulo envió embajadores a las ciudades vecinas para celebrar tratados de alianza con estos pueblos y promover la unión de los nuevos matrimonios. [...] Las embajadas no fueron bien recibidas en ninguna parte, ya que sentían desprecio y temor a la vez por su presencia, que constituía una amenaza para ellos y sus sucesores, cada vez más precisa. (Tito Livio)
 
La juventud romana acogió con resentimiento las noticias de las embajadas, por lo que muchos fueron partidarios de usar la fuerza. Rómulo decidió, sin embargo, ocultar su resentimiento y organizar unos juegos solemnes en honor de Neptuno, a los que llamó Consualia. Luego, pidió a sus hombres que llevaran invitaciones a las ciudades vecinas de Caenina, Antemnae, Crustumenium y a los sabinos, que vivían cerca de la colina del Quirinal.
 
El espectáculo comenzó, y cuando acaparaba toda la atención, se lanzó el ataque, según el plan convenido. A una señal, los jóvenes romanos comenzaron a correr para secuestrar a las muchachas. La mayor parte de los secuestros se hicieron al azar de los encuentros. Las más bellas se destinaron a los senadores más importantes... (Tito Livio)
 
Después del espectáculo los padres de las chicas huyeron, acusando a los romanos de haber roto el pacto de hospitalidad. ​ Rómulo fue capaz de apaciguar los ánimos de las muchachas y, con el paso del tiempo, parece que la ira de ellas fue desapareciendo, gracias al cuidado y la pasión con la que los romanos las trataron en los días siguientes.
 
De los pueblos que habían sufrido la indignidad, los primeros vencidos fueron los de Caenina, que fueron conquistados por los romanos.  Luego fue el turno de los antemnati​ y los crustumini. Ahora sólo faltaban los sabinos.
 
El último ataque llevado a cabo sobre Roma fue el de los sabinos.​ En el curso del ataque, se cuenta que la virgen vestal, Tarpeya, hija del comandante de la fortaleza Spurius Tarpeius, fue corrompida por el oro de Tito Tacio, y facilitó la entrada a la ciudadela fortificada del Capitolio a un escuadrón armado, bajo cualquier pretexto.​ 
La ocupación de la fortaleza por los sabinos llevó a los dos ejércitos a reunirse al pie de las dos colinas, Capitolio y Palatino, justo donde más tarde se colocó el Foro Romano, mientras que los comandantes de ambas partes exhortaban a sus soldados a luchar: Mezio Curzio por los sabinos y Hostus Hostilius por los romanos. El campo de batalla estaba rodeado por numerosas colinas, y no ofrecía vías de escape.  Hay que añadir que en aquellos días, las fuertes lluvias habían desbordado el río, sacándolo de su cauce y dejando un barro espeso, estancada, no fácilmente visible ni evitable, sino peligroso e insidioso.
 
Plutarco cuentan algunos sucesos curiosos en el curso de la batalla:

El comandante sabino, Mezio Curzio, un hombre de coraje altivo, que se encontraba a caballo, lejos de su ejército, logró escapar, de milagro luego que su caballo fuera tragado por un limo oscuro de ese lugar, que en virtud de este suceso fue llamado Lago Curcio.
Hostus Hostilius cayó durante la batalla que estalló poco después, lo que obligó a las tropas romanas a replegarse cerca de la puerta del Palatino.
Rómulo, herido por una piedra en el curso de la batalla, se desvaneció cuando los sabinos tomaron ventaja y comenzaron a llegar a la falda del Palatino;​ a continuación, recuperado de las heridas, invocó a Júpiter y le prometió, en caso de victoria, la construcción de un templo, dedicado a él (Templo de Júpiter Stator,cerca del foro romano); Después, se arrojó en medio de la batalla, y organizó un contraataque sobre los lugares donde, unos años más tarde, se alzarían la denominada Regia, y el Templo de Vesta, pero los romanos llevaban las de perder frente a los sabinos.
 
 Fue en este momento cuando las sabinas, que habían sido secuestradas con anterioridad por los romanos, se lanzaron bajo una lluvia de proyectiles entre las facciones opuestas, para separar a los contendientes y aplacar sus iras.​
 
Ellas suplicaron por un lado a sus maridos (los romanos), y por otro a sus padres (los sabinos), que no cometieran un crimen horrible, con la sangre de un yerno o de un suegro para no manchar con la muerte de sus ancestros a los niños que ellas habían dado al mundo, los hijos y nietos de ellos. (Tito Livio) .
 
Con este gesto, ambos bandos eligieron firmar un tratado de paz, declarar la unión entre los dos pueblos, asociar sus reinos, y transferir el poder de decisión a Roma. La ciudad vio así duplicada su población. Tito Livio cuenta que, para cumplir con los sabinos, los romanos tomaron el nombre de Quiritas, de la ciudad de Cures, mientras que el lago cercano, en la vecindad de el foro romano, fue nombrado en memoria de la batalla y el comandante sabino Mezio Curzio, como Lago Curcio.