Domiciano invitó un día a cenar a un selecto grupo de
senadores y caballeros romanos. Preparó una sala pintada enteramente de negro,
con los muebles igualmente de este color. Los platos tenían forma de lápidas
sepulcrales y los camareros eran muchachos pintados de negro. La comida era
asimismo negra, como la que se usa para hacer las ofrendas a los difuntos. Y de
lo único que habló el emperador fue de muerte y de asesinatos. Todos esperaban
que de un momento a otro ordenara cortarles la cabeza, hasta que por fin les
dio permiso para retirarse. Cuando llegaron a sus casas, muertos de espanto,
recibieron unos costosísimos regalos de parte del emperador.
( Dión Casio en "Historia romana" )
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