No
había sospecha, por ligera que fuese, ni denuncia, por falsa, ante las cuales
el temor no le indujese a precauciones excesivas y a la venganza. Un litigante,
que había ido a saludarle, le dijo secretamente que había visto en sueños cómo
le asesinaba un desconocido; pocos momentos después, al ver entrar a su
adversario con un escrito, fingió reconocer en él al asesino que había visto en
su sueño y lo mostró al emperador. Claudio mandó en el acto que le llevaran al
suplicio como a un criminal. Se dice que también obraron así para perder a Apio
Silano; Mesalina y Narciso, que habían urdido la trama, se repartieron los
papeles. Narciso entró antes del amanecer, con aspecto agitado, en la cámara
del emperador y le dijo que acababa de ver en sueños a Apio atentar contra su
vida; Mesalina, fingiéndose sorprendida, dijo que también por su parte hacía
muchas noches que soñaba lo mismo. Un momento después llegaba Apio, que la víspera
había recibido orden terminante de presentarse a aquella hora, y Claudio,
persuadido de que iba a realizar el sueño, le hizo detener y darle muerte en el
acto. A la mañana siguiente hizo al Senado una relación de todo lo ocurrido y
dio gracias a su liberto porque, incluso durmiendo, velaba por su vida.
(
Suetonio)
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