sábado, 15 de octubre de 2016

CICERÓN DICE SOBRE LA ACRÓPOLIS DURANTE SU ESTANCIA EN ATENAS



 No es de extrañar, que hombres de todas partes del mundo vinieran para ver esta Acrópolis, para subir sus escaleras, para recrearse en sus jardines y en sus floridas terrazas, para cruzar aquellos muros e inclinarse ante Athenea Parthenos, para pasear a lo largo de las columnatas del Partenón, detenerse ante los santuarios y dejar allí una ofrenda y seguir los pasos de los filósofos y poetas que no volverían a ser igualados, no, por muchos siglos que transcurrieran. Que los hombres del futuro admiraran su propia ciencia y su propia sabiduría, sus propias leyes y sus propias filosofías. Que alardearan todo lo que quisieran. No volvería a haber una raza de hombres que erigiera una maravilla de gloria semejante, con tan absoluta perfección  y nobleza bajo el sol. El hombre había alcanzado su ápice de encanto y sabiduría en esta Acrópolis. De ahora en adelante, se declinaría y se haría más pequeño. 











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