César era según Plutarco, uno de los aristócratas más refinados
y cultos y muy apto para apreciar las comodidades de los privilegiados pero
capaz igualmente de someterse a la más dura de las disciplinas y al mismo
tiempo disponer de una lucidez y una creatividad incluso en las condiciones
materiales más difíciles: dictar cartas mientras cabalgaba y tener ocupados
simultáneamente a dos o más escribanos. Ello es reflejo de la educación
aristocrática recibida que incluso se manifiesta en su primer acto como cónsul,
en el que aprueba una disposición que hacía público el informe escrito de las
actas del senado, así como los informes verbales que rendían cuentas de los
trabajos de las asambleas populares, lo cual evidencia una tradición
democrática de raigambre griega y vinculada al uso de la escritura.
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