Ese sentido de la lisonja estaba muy difundida entre la
sociedad romana, que tenía siempre muy presente el rango de cada uno, y desde
luego que no se limitaba a los griegos.
Séneca en su "Sobre la ira", nos cuenta que:
"Sabido es que Celio Rufo (orador de finales de la época republicana) era
muy irascible. Dícese que una noche cenaba con un cliente suyo, hombre de rara
paciencia; pero a éste le resultaba muy difícil, estando solo con el orador,
evitar una discusión con él. Consideró, por tanto, que lo mejor sería seguirle
la corriente en todo lo que dijese y desempeñar el papel de lisonjero. No
pudiendo Celio soportar tanta aprobación, exclamó: "Llévame la contraria,
para que vea que somos dos" "
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