El tráfico de animales salvajes con destino al anfiteatro
disminuyó el número de muchas especies dentro y fuera del Imperio o incluso
supuso su exterminio. Ya en 50 a. C., Cicerón, gobernador de Cicilia ( al
sudeste de la actual Turquía), escribía a Marco Celio Rufo, que se disponía a
ofrecer unos juegos para incrementar su popularidad política:
"En cuanto a las panteras, los cazadores profesionales
cumplen mis órdenes con diligencia, pero hay una asombrosa escacez, y las que
quedan se quejan vivamente, según cuentan, de que en mi provincia, salvo ellas,
ningún otro ser corre peligro. Por tanto, han decidido -siguen contando- dejar
nuestra provincia y retirarse a Caria"
Por otra parte, Plinio en su "Historia natural",
nos cuenta que Escauro fue el primero que durante su edilidad envió al circo
ciento cincuenta panteras, todas moteadas (es decir, leopardos), después
Pompeyo Magno, cuatrocientas diez, y el divino Augusto, cuatrocientas veinte.
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