Nicolás Damasceno, que vivió en la época de Augusto,
comenta que durante sus banquetes, cuando los romanos habían acabado de cenar y
habían bebido en abundancia, hacían pasar a los gladiadores y cuando alguno de
ellos era degollado aplaudían encantados.
( Citado en "Ateneo, Banquete de los eruditos )
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