[…] se encendió de tal manera que rompiendo
su habitual taciturnidad declaró a voces que en aquella causa también él
declararía, públicamente y bajo juramento, para que los demás se vieran
obligados a hacer lo mismo. Quedaban todavía entonces restos de la libertad
moribunda. Y así, Cneo Pisón le dijo: «¿En qué lugar, César, quieres declarar?
Si eres el primero, tendré una pauta para guiarme; pero si lo haces el último,
tengo miedo de disentir de ti sin saberlo».
( Tácito )
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