Si yo muriera por disposición del hado,
tendría derecho a dolerme incluso frente a los dioses, por verme arrebatado de
mis padres, de mis hijos, de mi patria, en plena juventud con una muerte tan
prematura. Pues bien, ahora, detenido en mi carrera por el crimen de Pisón y Plancina,
confío mis últimos ruegos a vuestros pechos: que hagáis saber a mi padre y a mi
hermano por qué crueldades desgarrado, por qué asechanzas rodeado he terminado
mi desdichada vida con la peor de las muertes…
y llorarán el que yo, antaño floreciente y tras haber sobrevivido a tantas
guerras, haya caído víctima por la traición de una mujer.
( Tácito )
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