Augusto era accesible a todo el mundo y llano y directo en
su trato con la gente. Una nueva prueba de ello es el siguiente caso. Un hombre
llamado Atenodoro se hizo llevar a los aposentos del emperador en litera
cubierta, como si fuera una mujer, y una vez en su presencia saltó de ella con
una espada en la mano y exclamó: "¿No temes que entre alguien así en tus
aposentos y te mate?". Lejos de irritarse, Augusto se lo agradeció.
( Dión Casio, en "Historia romana")
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