En 61 d. C. el ex cónsul Pedanio Secundo, prefecto de la
ciudad, fue asesinado por uno de sus propios esclavos, bien porque le negara la
libertad, sobre la cual ya habían acordado un precio, bien por una rivalidad
sexual. La antigua costumbre establecía que era preciso llevar al suplicio a
todos los siervos que vivieran bajo el mismo techo. Aunque muchos de ellos eran
mujeres y niños, cuya inocencia estaba fuera de duda, se impuso en el Senado el
partido que propugnaba la vigencia de esa usanza, haciendo caso omiso a las
protestas públicas y de las peticiones de clemencia; los cuatrocientos esclavos
de Pedanio acabaron siendo ejecutados.
( Tácito en "Anales")
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