Tisafernes (hacia el 445 a. C.-395 a. C.), sátrapa
persa de Lidia y Caria desde aprox. el 415 a. C.
Tisafernes pertenecía a la alta nobleza persa.
Su bisabuelo Hidarnes fue uno de los siete conspiradores que mataron al mago
Gaumata facilitando el acceso de Darío I al trono.
Su carrera empezó en el año 415 a. C. al ser nombrado
sátrapa de Lidia y Caria como recompensa por haber acabado con la rebelión que
el anterior sátrapa Pisutnes mantenía contra el rey Darío II.
Durante la Guerra del Peloponeso, Esparta comprendió
que nunca derrotaría a Atenas mientras ésta dominara el mar. Necesitaba dinero
para construir una flota. En el año 412 a. C. llegó a un acuerdo con Farnabazo
II, sátrapa de la Frigia Helespóntica y Tisafernes, ya comandante en jefe
del ejército persa en Asia Menor, a cambio de no intervenir más en defensa de
las ciudades independientes griegas de Jonia, cosa que Atenas siempre había
hecho.
Los persas veían con buenos ojos esta colaboración, pues con ello
pretendían acabar con la hegemonía naval de Atenas y de paso desgastar a ambos
contendientes. Los griegos eran, al fin y al cabo, los enemigos más temidos por
los persas.
Al poco, el ateniense Alcibíades tuvo que huir
de Esparta refugiándose en casa de Tisafernes. Había seducido a la
esposa del rey espartano Agis II, que ordenó matarlo al enterarse.
Alcibíades convenció a Tisafernes durante su estancia con el sátrapa que la
mejor política persa posible era la de mantener el equilibrio entre Esparta y
Atenas. Además Tisafernes estaba enfrentado a Farnabazo, por lo que cada vez
mostraba menos interés por ayudar a los espartanos a pesar del acuerdo previo,
tratando incluso de entablar tratos con Atenas haciendo doble juego.
Así pues, cuando en 408 a. C. el rey Darío II decidió
que el respaldo a Esparta tenía que ir en aumento, envió a su propio hijo el príncipe
Ciro el Joven al Asia Menor provisto de poderes especiales como nuevo sátrapa
de Lidia y Capadocia y como responsable directo de las negociaciones con los
griegos y para establecer una estrecha colaboración con Lisandro, nuevo
comandante de la flota espartana, relegando a Tisafernes a la satrapía de
Caria. La guerra terminó con la derrota ateniense, y al mismo tiempo, Ciro,
Farnabazo y Tisafernes ocuparon las ciudades griegas de Jonia, con lo que se
beneficiaron de la victoria espartana.
A la muerte de Darío II, Artajerjes II subió
al trono y Tisafernes delató a Ciro en la corte por supuestas intrigas contra
el rey, lo que llevó al príncipe a prisión. Según Plutarco, "el
resentimiento por su detención le hizo más ansioso del trono que antes."
La posterior intervención de la madre de ambos, Parisátide, salvó a Ciro
de su encarcelamiento, recuperando entonces su libertad, rango y gobierno de
las ricas satrapías que había recibido de su padre, Lidia, Capadocia y Frigia.
Este hecho relegó a Tisafernes a un segundo plano, manteniendo sólo el control
de las rentas de las ciudades griegas de Jonia, muy poco para un hombre que
había sido con anterioridad sátrapa de Lidia y Caria.
Con el deseo de venganza, pero también como excusa
para armarse antes de iniciar sus planes de rebelión contra su hermano, Ciro
invadió Jonia apoyándose en las defecciones de las mismas ciudades que quería
arrebatar a Tisafernes, las cuales, hartas del despotismo del persa,
prefirieron pasarse abiertamente al bando de Ciro. Sólo en Mileto los
partidarios de Tisafernes lograron organizar cierta resistencia, lo que aprovechó
el antiguo sátrapa para enviar refuerzos a la ciudad con la esperanza de que si
alargaba el tiempo de resistencia lo suficiente, podría comunicar al rey la
invasión y convencerle de que ordenara al príncipe devolverle sus territorios. Sin embargo Tisafernes
estaba equivocado ya que el rey no tenía ninguna intención de inmiscuirse en lo
que consideraba un pequeño problema local, mientras le fueran llegando
puntualmente los tributos de la región.
El continuo rearme de Ciro finalmente no pasó inadvertido
a Tisafernes, quien adivinó las verdaderas intenciones del príncipe y avisó al
rey.
Ciro y Artajerjes finalmente se encontraron en la
Batalla de Cunaxa, muriendo el primero en el enfrentamiento. Tisafernes luchó
en el lado del Gran Rey, y aunque su flanco quedó rápidamente desmantelado ante
el ímpetu de los Diez Mil (mercenarios griegos hoplitas y peltastas), logró
salvar la vida.
Los mercenarios habían ganado militarmente la
contienda, pero con la muerte de Ciro no quedaba nadie para pagarles y se
encontraban muy adentrados en territorio hostil. En el viaje de regreso,
Tisafernes y los suyos los seguían de cerca ya que él mismo volvía a Jonia para
retomar el gobierno de sus satrapías. En un momento dado, Tisafernes traicionó
una tregua previa establecida con Clearco, líder de los mercenarios,
apresando al propio Clearco y a los otros generales griegos Próxeno, Menón,
Agias y Sócrates, con la intención de llevarlos a Babilonia para que fueran
juzgados.
Los griegos se negaron a rendirse y los generales fueron ejecutados.
Como recompensa por su lealtad, Artajerjes entregó a Tisafernes en matrimonio a
una de sus hijas, y le repuso como gobernador de Lidia y comandante en jefe del
ejército persa en Asia Menor. Jenofonte tomó entonces el mando de los
mercenarios siguiendo la marcha hasta finalmente salir del Asia Menor, no sin
ser permanentemente hostigados por Tisafernes durante el camino. El persa no
podía hacer otra cosa sino “molestar” la marcha griega. No se atrevía a un
enfrentamiento en toda regla después de ver el comportamiento de los
mercenarios en Cunaxa.
Al llegar Tisafernes a Jonia inició una campaña de
castigo contra las ciudades griegas de Jonia como represalia por el apoyo que
habían dado a Ciro y por la demora o negativa de las mismas a entregar los
tributos correspondientes al estado persa. Se reinició, pues, la guerra en el
año 399 a. C.
Las ciudades griegas solicitaron ayuda de Esparta y
tras el fracaso de la diplomacia, Esparta envió a Tibrón con 5.500
hombres como ayuda a las ciudades griegas. Tibrón conquistó Magnesia pero
fracasó ante Tralles. Tibrón llevó a cabo posteriormente una campaña en el
valle del Caico, al sur de la Tróade, fracasando ante Larisa. La campaña en
Caria, los pocos resultados obtenidos y la mala relación del Tibrón con los
aliados llevaron a su destitución.
Dercílidas fue nombrado nuevo jefe de las
fuerzas expedicionarias en Asia. Éste aprovechó la desunión entre los sátrapas
Tisafernes y Farnabazo, estableciendo un pacto de no agresión con el primero
para poder realizar incursiones contra el segundo. Este hecho fue denunciado
por Farnabazo a Artajerjes pues Tisafernes llegó a procurar suministros a
Dercílidas como parte de su pacto. A Tisafernes le fue retirado el mando de la
flota persa y su posición en la corte empezó a tambalearse.
Sin embargo
posteriormente, y debido a la posibilidad de que la campaña se recrudeciese por
parte griega por las demandas de las ciudades jonias de atacar con firmeza a
Tisafernes para que éste acabara reconociendo la independencia de las mismas,
el rey persa ordenó unificar los ejércitos de los dos sátrapas bajo el mando de
Tisafernes. Este hecho produjo un impasse en la campaña, pues ni Dercílidas
podía hacer nada contra un enemigo tan numeroso ni Tisafernes quería luchar por
miedo a los griegos.
En Esparta, subió al trono Agesilao II apoyado
por Lisandro. Agesilao decidió entonces acometer una gran empresa. La aventura
de Los Diez Mil había revelado una fragilidad inesperada en el aparentemente
poderoso Imperio Persa ya que un ejército griego desorientado había podido
moverse libre por su territorio. Agesilao había perdido todo el temor a Persia,
así que decidió dirigir una expedición contra ella. Partió llevando consigo a
muchos de Los Diez Mil, entre ellos el propio Jenofonte.
Tisafernes tenía inicialmente miedo de Agesilao. Por
eso intentó retrasar la llegada del espartano diciendo que en breve el rey de
Persia liberaría a las ciudades griegas de Jonia de sus obligaciones, pero tan
pronto hubo reunido una fuerza lo suficientemente fuerte como para enfrentarse
a Agesilao, marchó decididamente a la guerra.
Los preparativos de Agesilao se hicieron como si
pretendiera invadir Caria pero realmente entró en Frigia, donde tomó ciudades,
botín y esclavos por doquier. Tisafernes había sido completamente engañado.
Agesilao le enseñó que romper un juramento ofende a los dioses y trae mala
suerte, mientras que engañar a un enemigo en batalla no era sólo honorable sino
también beneficioso y placentero. Agesilao volvió a Éfeso, su base de
operaciones, para incrementar su fuerza de caballería y esperar a la siguiente
campaña.
Corría el año 395 a. C. Agesilao hizo conocer sus
intenciones de marchar contra Lidia. Tisafernes esta vez no fue engañado por el
lacedemonio sino por sí mismo, ya que creyó que esta vez sí que marcharía
contra la Caria. Sin embargo Agesilao hizo lo que había dicho que haría,
marchar hacia Lidia contra Sardes sin oposición. Cuando Tisafernes advirtió el
engaño, volvió sobre sus pasos, pero en la batalla fue ampliamente derrotado a
orillas del río Pactolo, aunque Sardes no pudo ser tomada.
Esta nueva derrota significó la destitución y el fin
de Tisafernes. La ocasión fue aprovechada por sus enemigos, en especial Parisátide,
que le acusaron de traición. El nuevo sátrapa llegado a la zona, Titraustes,
ejecutó a Tisafernes y envió su cabeza a Agesilao para intentar llegar a un
acuerdo de paz.
Tisafernes había sido uno de los más leales
servidores del rey, un noble verdadero. Sin embargo, durante su servicio se
ganó la enemistad de dos fuerzas muy poderosas, Esparta y Parisátide, que al
final le costaron la vida. El rey no hizo nada para proteger al hombre al que
debía el trono.
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