Samos es una isla griega del mar Egeo, situada frente
a la costa del Asia Menor, cerca de Mileto. Era también una ciudad griega de
Jonia, pero por su carácter insular no fue sometido al reino del rey lidio Creso.
Cuando este rico gobernante cayó frente al persa Ciro II en el 547 a.
C., Lidia fue incorporada al imperio aqueménida. El general persa Harpago
subyugó a las ciudades griegas de tierra firme una por una, y la situación
política en el resto del mundo griego cambió considerablemente. Se produjo
cierta confusión en Samos, y en el 540 a. C., tres hermanos, Polícrates,
Pantagnosto y Silosonte, llevaron a cabo un golpe de estado. Apoyados por
ciudadanos que pudieron armarse capturaron la ciudadela de Samos.
Polícrates ejecutó al segundo hermano y desterró al
más joven, Silosonte, quien marchó a Persia. Desde ese momento, Polícrates se
convirtió en gobernante en solitario, o, usando el término griego, se convirtió
en tirano. Parece que fue un hombre popular, que no cambió la constitución para
controlar el estado. Por otra parte, los opositores a su reinado, normalmente
miembros de la vieja aristocracia, fueron exiliados o prefirieron
voluntariamente abandonar la isla. El más famoso fue Pitágoras, quien
marchó a Egipto y al sur de Italia.
Entre los primeros actos de Polícrates, se encuentra
la fortificación de la ciudad, que puede fecharse arqueológicamente en el
tercer cuarto del siglo V a. C. Junto con este proyecto se inició también un
acueducto. Estos edificios fueron diseñados por un hombre llamado Eupalino.
Tal y como hacían otros tiranos, Polícrates trató de
mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Samos prosperó y Polícrates pudo
mostrarlo al mundo construyendo un templo dedicado a Hera y un gran palacio que
reconstruirá el emperador romano Calígula.
Junto con la muralla y el acueducto, el santuario fue
reconocido como uno de los mayores logros de la ingeniería antigua. El filósofo
Aristóteles incluso lo comparó con las pirámides.
Varios científicos y eruditos visitaban la corte
samia: por ejemplo el médico Democedes, los poetas Anacreonte e Íbico,
y el ya mencionado ingeniero Eupalino.
«En muy poco tiempo subieron los asuntos de
Polícrates a tal punto de fortuna y celebridad que así en Jonia como en lo
restante de Grecia se oía sólo en boca de todos el nombre de Polícrates,
observando que no emprendía expedición alguna en que no le acompañase la misma
felicidad.» (Heródoto III, 39)
Los persas no mostraban gran interés en la conquista
de las islas del Egeo. Ellos eran guerreros, no marineros. Por otra parte, el
faraón Amasis, temiendo un ataque persa, había desarrollado una
estrategia defensiva naval. Mientras él y sus aliados controlaran el mar, el
rey Ciro no podría atacar al país del Nilo, ya que se vería forzado a atravesar
la árida costa norte de la península del Sinaí, donde su ejército sería muy
vulnerable. Así pues, el faraón construyó una armada, contrató a mercenarios
carios y griegos, conquistó Chipre y se alió con Polícrates, al cual dio
grandes sumas de dinero para que el samio construyera de igual forma una gran
flota (100 navíos de 50 remeros y 10 arqueros cada uno). Este contingente de
barcos costaba 1 talento al día, o lo que es lo mismo, unas 7-8 toneladas de
plata al año, lo que en el siglo VI a. C., representaba una gran suma.
La defensa de Egipto estaba ahora parcialmente en
manos de Samos, lo que hacía vulnerable al reino de Amasis. No sabemos lo que
fue mal, pero lo cierto es que tras la muerte de Ciro, Polícrates decidió
cambiar de bando aliándose con el nuevo rey persa Cambises II, tal y
como nos narra el historiador griego Heródoto de Halicarnaso. El almirante de
la flota egipcia cambió de bando al mismo tiempo, y Egipto cayó el 525 a. C. Es
muy posible que Cambises hubiera preparado el ataque a Egipto con el plan de
hacerse suyas previamente las flotas egipcias aliadas.
El porqué del cambio de bando de Polícrates es
desconocido. Heródoto relata una historia fantástica, según la cual Polícrates
era un hombre tan afortunado y bendecido por los Dioses que lanzó al mar uno de
sus anillos de gran valor y este le fue devuelto posteriormente por un pescador
que había capturado al pez que se lo había tragado. Amasis pensó que un hombre
así tendría que ser castigado algún día por los dioses por la envidia que les
causaría el éxito y felicidad de un humano.
Esto fue para él suficiente razón como para romper la alianza ya que no
quería que la posible futura mala suerte de su aliado se volviera también
contra él.
Tras la derrota egipcia, Polícrates se quedó sin
apoyo financiero. Rebeldes samios, apoyados por contingentes de Esparta y
Corinto invadieron la isla. Sin embargo, las murallas de Eupalino eran
resistentes y Polícrates pudo sobrevivir en la ciudadela. A pesar de esto quedó
vulnerable debido a la falta de capital.
En marzo del 522 a. C., se desató una guerra civil en
el imperio persa. El usurpador Gaumata, se rebeló contra Cambises,
haciéndose pasar por el hermano de éste, Esmerdis. Cambises falleció antes de
que pudiera dar caza a Gaumata. Más o menos al mismo tiempo, durante el
verano, Polícrates fue invitado por el sátrapa de Lidia, Oretes, a acudir a
Sardes. Oretes ofrecía a Polícrates como cebo dinero y posesiones a
cambio de que lo sacara del país ya que supuestamente se había enterado que
Cambises tramaba su muerte. Polícrates muy falto de dinero y haciendo caso
omiso de las advertencias de su hija y de un adivino se preparó para visitar a
Oretes. A su llegada, fue asesinado por el sátrapa.
Los motivos reales de Oretes son inciertos. Quizás es
tan simple como que hizo lo que se esperaba de él en un conflicto entre Persia
y Egipto, atacar a un ex aliado egipcio, para evitar que pudiera volver a
cambiar de bando. O quizás la ejecución fue ordenada por el mismo Cambises.
Otra posibilidad es que Oretes hubiera caído en desgracia y quisiera hacer algo
para ganarse de nuevo el favor del rey.
Cuando el caos en el imperio persa tocó a su fin al
cabo de varias semanas – Gaumata fue asesinado y sucedido por Darío I –
los persas restauraron el orden. Oretes fue ejecutado y Samos fue dada al
hermano desterrado de Polícrates, Silosonte.
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