El cuadro Saturno
devorando a un hijo es una de las pinturas al óleo sobre revoco que formó parte
de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en
1819, llamada la Quinta del Sordo. Por tanto, la obra pertenece a la serie de
las Pinturas negras.
Saturno ocupaba un lugar a la izquierda de la ventana, en el muro del lado este, opuesto a la entrada del comedor del piso bajo de la Quinta del Sordo.
Representa al dios Crono, como es habitual indiferenciado de Chronos, o Saturno en la mitología romana, en el acto de devorar a uno de sus hijos. La figura era emblema alegórico del paso del tiempo, pues Crono se comía los hijos recién nacidos de Rea, su mujer, por temor a ser destronado por uno de ellos.
Saturno ocupaba un lugar a la izquierda de la ventana, en el muro del lado este, opuesto a la entrada del comedor del piso bajo de la Quinta del Sordo.
Representa al dios Crono, como es habitual indiferenciado de Chronos, o Saturno en la mitología romana, en el acto de devorar a uno de sus hijos. La figura era emblema alegórico del paso del tiempo, pues Crono se comía los hijos recién nacidos de Rea, su mujer, por temor a ser destronado por uno de ellos.
El tema de Saturno está relacionado, según Freud, con
la melancolía y la destrucción, y estos rasgos están presentes en las Pinturas
negras. Con expresión terrible, Goya nos sitúa ante el horror caníbal de las
fauces abiertas, los ojos en blanco, el gigante avejentado y la masa informe
del cuerpo sanguinolento del supuesto hijo.
El cuadro no solo alude al dios Cronos, que inmutable
gobierna el curso del tiempo, sino que también era el rector del séptimo cielo
y patrón de los septuagenarios, como lo era ya Goya.
El acto de comerse a su hijo se ha visto, desde el
punto de vista del psicoanálisis, como una figuración de la impotencia sexual,
sobre todo si lo ponemos en relación con otra pintura mural que decoraba la
estancia, Judit matando a Holofernes, tema bíblico en el que la bella viuda
judía Judit invita a un banquete libidinoso al viejo rey asirio Holofernes,
entonces en guerra contra Israel y, tras emborracharlo, lo decapita.
El hijo devorado, con un cuerpo ya adulto, ocupa el
centro de la composición. Al igual que en la pintura de Judit y Holofernes, uno
de los temas centrales es el del cuerpo humano mutilado. No solo lo está el
cuerpo atroz del niño, sino también, mediante el encuadre escogido y la
iluminación de claroscuro extraordinariamente contrastada, las piernas del
dios, sumidas a partir de la rodilla en la negrura, en un vacío inmaterial.
Emplea una gama de blancos y negros, aplicada en
manchas de color gruesas, solo rota por el ocre de las carnaciones y la llama
fúlgida en blanco y rojo de la carne viva del hijo. Francisco Javier Sánchez
Cantón lo comparó con el que pintó Rubens en 1636 para la Torre de la Parada
del Palacio del Pardo de Madrid (Saturno). En su estudio señala cómo la
violencia del de Goya es muy superior, despojado de su pretexto mitológico,
prefigurando con ello el expresionismo.
( Fuente: wikipedia )
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