Adriano comprobaba e investigaba personalmente absolutamente
todo, no simplemente los elementos habituales de los campamentos, tales como
armamento, máquinas, trincheras, defensas y empalizadas, sin también los
asuntos privados de los hombres que servían como soldados rasos y de los mismos
oficiales -sus vidas, alojamientos y sus hábitos-, y reformó y corrigió en
muchos casos las prácticas y los alojamientos que se habían vuelto
excesivamente lujosos. Instruía a los hombres en todo tipo de batallas,
honrando a algunos y reprobando a otros, y les enseñó cuanto debería hacerse. Y
con el fin de que salieran beneficiados al observarle, llevó siempre una vida
llena de vitalidad, caminando o cabalgando en cualquier ocasión... Nunca
llevaba la cabeza cubierta ni en el calor del verano ni en el frío del
invierno, y ya fuera en medio de las nieves germanas o de los abrasadores soles
egipcios, marchaba siempre con la cabeza descubierta. En resumen, con su
ejemplo y sus preceptos. tanto adiestró y disciplinó a todas las fuerzas
militares del Imperio entero que incluso hoy (es decir, un siglo después) los métodos
introducidos por él constituyen la ley de los soldados en campaña.
( Dión Casio )
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