Adversus naciones es una larga y confusa apología del
cristianismo, «desigual y pesada», donde Arnobio, en estilo ampuloso, con
erudición e ironía, ataca el politeísmo, sobre todo en su forma de
antropolatría. Los dos primeros libros van encaminados a rebatir la
superstición pagana, que estima a los cristianos responsables de las
calamidades que asuelan al género humano. Los libros 3-5 constituyen una
violenta requisitoria contra la mitología grecorromana. Con fecundidad retórica
desarrolla los temas tradicionales llevando a sus últimas consecuencias de ridículo
las leyendas paganas. Los libros 6-7 son un ataque al culto politeísta y
defiende a los cristianos de la acusación de impiedad. Adquieren especial
interés por la cantidad de detalles concernientes a ritos y ceremonias.
Llama la atención en Arnobio la ausencia de
argumentos tomados de la Biblia. Las raras veces en que se citan pasajes del
Nuevo Testamento, aparecen confundidos; así por ejemplo: en I, 46, col. 778,
afirma que cuando el Señor (Jesucristo) hablaba era entendido por gentes de
diversas naciones en su propia lengua, transposición manifiesta de la narración
de Pentecostés en el Libro de los Hechos. No solo desconoce el Nuevo
Testamento, sino que parece no encontrar lazo alguno con el Antiguo. Este
repudio del Dios veterotestamentario, que se asemeja con el marcionismo, sigue
apareciendo en su concepto de la divinidad. Dios está totalmente por encima de
las criaturas, sin contacto con ellas, indiferente y pacífico, con
impasibilidad totalmente pagana, epicúrea.
Sigue concibiendo a los demás dioses
como existentes en dependencia del Dios de los cristianos, «Deus princeps, Deus
summus». El alma tiene por autor un demiurgo inferior a la divinidad. El alma,
material y mortal, consigue la inmortalidad por la gracia de Dios y por sus
méritos. Los condenados van siendo aniquilados lentamente por las llamas del
infierno. En la defensa de la fe disminuye en exceso la fuerza de la razón
humana. La convicción de la existencia de un supremo «señor y regulador» del
universo es innata en el alma. En Arnobio tenemos, pues, un neoconverso de edad
avanzada y amplia erudición pagana, influenciado por todas las escuelas ―desde
Platón a los gnósticos y desde los estoicos a los epicúreos― que se adhiere de
corazón a la verdad cristiana asimilada muy lentamente.
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