A finales del siglo II d. C., un decreto del Senado permitía
conceder al gladiador que se alzara con la victoria una gratificación de
quinientos sestercios si era libre, o de cuatrocientos si era esclavo, lo mismo
que podía ganar en un año un maestro de escuela.
( Inscriptiones Latina Selecta)
La finalidad de ese decreto era reducir los costes de los
espectáculos de gladiadores, aunque en la práctica esas gratificaciones debían
de ser mucho más generosas que las limitadas por el Senado.
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