Cuando los germanos estaban
comenzando a padecer la secuela de cualquier pueblo bárbaro tras una larga
guerra contra los romanos sobre todo después de la batalla de Arausio donde
fueron frenados y no pudieron avanzar y saquear Roma, tenían que tomar
decisiones de supervivencia.
Como todo lo que quedaba del
pueblo germano que había invadido la provincia romana de la Galia Comata, menos
los viejos y los tullidos, avanzan en bloque para la retirada en las
superpobladas tierras germanas adentro, todo guerrero caído solía dejar viuda y
huérfanos, y esas mujeres eran una carga, a menos que sus hijos varones
tuvieran edad para convertirse en guerreros sin gran tardanza. Así que las
viudas tenían que esforzarse por encontrar nuevos maridos entre los guerreros
que aún son jóvenes o no han sabido procurarse esposa. Si una mujer conseguía
unirse con su hijo a otro guerrero, se le permitía seguir igual que antes. Su
carro era la dote; aunque no todas las viudas poseían carro ni todas encontraban pareja. Claro que poseer un carro ayudaba
mucho. Se les concedía un tiempo de tres meses para encontrar pareja, es decir
el plazo de una estación. Si no lo conseguían, se les daba muerte junto con los
hijos, y los miembros de la tribu que no tenían carro se los repartían a
suertes. Mataban a los que consideraban demasiado viejos para contribuir productivamente al bienestar de la tribu, y si había exceso de niñas, las
mataban también.
Por lo demás, los romanos
conseguían muchísimos esclavos con los guerreros vencidos capturados con los que surtir el mercado, y
siempre salían muy baratos y abundantes con los que reemplazar los que se
morían en las tareas más duras a las que estaban sometidos.
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