El Senado no va a cruzarse de
brazos de nuevo, porque ahora casi toda Roma está convencida de que los
germanos no van a presentarse. Nunca. De hecho, los germanos se han convertido
en una nueva Lamia, un monstruo tan manido para inspirar terror, que ya no
asusta a nadie.
Naturalmente, vuestros enemigos
han puesto el grito en el cielo alegando que ya es el segundo año en la Galia
Transalpina en que os dedicáis a reparar calzadas y a excavar canales
navegables, y alegan que vuestra presencia allá con un numeroso ejército le
cuesta al Estado más de lo que puede permitirse, y más teniendo en cuenta el
precio que ha alcanzado el trigo.
He sondeado las aguas
electorales en lo que respecta a nombraros cónsul in absentia por tercera vez y
se me ha quedado helado el dedo del pie que sumergí en ellas. Vuestras posibilidades
mejorarían algo si vinierais a Roma y participaseis personalmente en los comicios. Pero, claro, si hacéis
eso, vuestros enemigos argüirán que el supuesto peligro en la Galia Transalpina
no existe.
Sin embargo, he hecho cuanto
pude y he obtenido apoyo del Senado de modo que logréis que se os prorrogue el
mando con categoría proconsular. Esto significa que los cónsules del año que viene serán
vuestros superiores. Y, como divertida nota final, os diré que el candidato
consular favorito para el año que viene es Quinto Lutacio Catulo. Los electores
están tan hartos de que se presente cada año que han decidido quitárselo de en
medio votándole. Espero que ésta os halle bien de salud.
RESPUESTA
DE CAYO MARIO:
Os habréis vengado, Lucio
Apuleyo, pero recordad que fui yo quien hizo posible que sobrevivieseis hasta
poder resarciros. Aún me estáis obligado, y yo espero de vos una clientela leal.
No supongáis que no puedo acudir
a Roma. Aún puede presentarse la oportunidad. O, cuando menos, quiero que
actuéis como si efectivamente, fuese a presentarme en Roma. Así que aquí está lo que quiero.
La necesidad más inmediata es posponer las elecciones consulares, una tarea que
vos y Cayo Norbano, como tribunos de la plebe, sois bien capaces de llevar a
cabo. Lo haréis con todo entusiasmo, dedicando a ello todas vuestras energías. Después,
espero que sepáis utilizar ese cerebro de que gozáis para aprovechar la primera
oportunidad que os permita presionar al Senado y al pueblo para que me llamen a
Roma.
Iré a Roma, no lo dudéis. Así
que, si queréis elevaros mucho más en el tribunado del pueblo, os interesa
seguir siendo el instrumento de Cayo Mario.
NUEVA
CARTA DE A DE LUCIO APULEYO SATURNINO A CAYO MARIO:
No dudo de que vendréis a Roma.
Al mismo día siguiente al recibo de vuestra aleccionadora nota, vuestro
estimado colega Lucio Aurelio Orestes, segundo cónsul, murió de repente. Y, aun
a riesgo de sufrir vuestras censuras, aproveché la oportunidad para forzar al Senado
a que os llamase. No era ése el plan trazado por los padres de la patria,
quienes mediante el portavoz de la cámara recomendaron que los padres conscriptos
eligiesen un cónsul suffectus para ocupar la silla dejada vacante por Orestes.
Pero, ¡oh sorprendente suerte!, el día anterior Escauro habia pronunciado un
largo discurso en la cámara diciendo que vuestra presencia en la Galia
Transalpina era una afrenta a la credulidad de todos los varones honrados y que
habíais fabricado el pánico a los germanos para haceros elegir como auténtico dictador.
Por supuesto, nada más morir Orestes, Escauro cambió de tonada completamente:
la cámara no osaría llamaros a ejercer las funciones electorales teniendo
Italia encima la amenaza germana, y, por consiguiente, la cámara debía nombrar
un cónsul suplente para no interrumpir las elecciones.
Como no he tenido tiempo de
comenzar a valerme del cargo de tribuno para posponer las elecciones, creo que
ya es innecesario. En lugar de eso, me levanté en la cámara y pronuncié un
sagaz discurso para que nuestro estimado príncipe del Senado pudiera interpretarlo
de dos maneras. O hay una amenaza germana o no la hay. Y decidí aceptar su discurso
del día anterior como su sincera opinión: no había amenaza germana. Por consiguiente, no había necesidad
de ocupar la silla de marfil del finado cónsul con un suffectus. No, dije, hay
que llamar a Cayo Mario y que Cayo Mario lleve a cabo la tarea para la que ha sido
elegido. No necesitaba acusar a Escauro de modificar su punto de vista en el
segundo discurso para acomodarse a las circunstancias. Todos lo entendieron.
Espero que ésta llegue antes que
el correo oficial. La época del año favorece la ruta marítima, aunque,
naturalmente, podríais deducir perfectamente los acontecimientos leyendo los
comunicados del Senado. Pero si consigo que mi carta llegue antes que ellos,
tendréis algo más de tiempo para planificar vuestra campaña en Roma. He
comenzado a mover las cosas entre los electores, naturalmente, y cuando
lleguéis a Roma dispondréis de una delegación de los más respetables dirigentes
del pueblo que os rogará que os presentéis a las elecciones de cónsul.
( C.
McC.)
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