martes, 13 de enero de 2015

CARTA DEL TRIBUNO DE LA PLEBE LUCIO APULEYO SATURNINO AL CANDIDATO A LA REELECCIÓN COMO CÓNSUL CAYO MARIO


El Senado no va a cruzarse de brazos de nuevo, porque ahora casi toda Roma está convencida de que los germanos no van a presentarse. Nunca. De hecho, los germanos se han convertido en una nueva Lamia, un monstruo tan manido para inspirar terror, que ya no asusta a nadie.


Naturalmente, vuestros enemigos han puesto el grito en el cielo alegando que ya es el segundo año en la Galia Transalpina en que os dedicáis a reparar calzadas y a excavar canales navegables, y alegan que vuestra presencia allá con un numeroso ejército le cuesta al Estado más de lo que puede permitirse, y más teniendo en cuenta el precio que ha alcanzado el trigo.


He sondeado las aguas electorales en lo que respecta a nombraros cónsul in absentia por tercera vez y se me ha quedado helado el dedo del pie que sumergí en ellas. Vuestras posibilidades mejorarían algo si vinierais a Roma y participaseis personalmente en los comicios. Pero, claro, si hacéis eso, vuestros enemigos argüirán que el supuesto peligro en la Galia Transalpina no existe.


Sin embargo, he hecho cuanto pude y he obtenido apoyo del Senado de modo que logréis que se os prorrogue el mando con categoría proconsular. Esto significa que los cónsules del año que viene serán vuestros superiores. Y, como divertida nota final, os diré que el candidato consular favorito para el año que viene es Quinto Lutacio Catulo. Los electores están tan hartos de que se presente cada año que han decidido quitárselo de en medio votándole. Espero que ésta os halle bien de salud.

 

RESPUESTA DE CAYO MARIO:

Os habréis vengado, Lucio Apuleyo, pero recordad que fui yo quien hizo posible que sobrevivieseis hasta poder resarciros. Aún me estáis obligado, y yo espero de vos una clientela leal.


No supongáis que no puedo acudir a Roma. Aún puede presentarse la oportunidad. O, cuando menos, quiero que actuéis como si efectivamente, fuese a presentarme en Roma. Así que aquí está lo que quiero. La necesidad más inmediata es posponer las elecciones consulares, una tarea que vos y Cayo Norbano, como tribunos de la plebe, sois bien capaces de llevar a cabo. Lo haréis con todo entusiasmo, dedicando a ello todas vuestras energías. Después, espero que sepáis utilizar ese cerebro de que gozáis para aprovechar la primera oportunidad que os permita presionar al Senado y al pueblo para que me llamen a Roma.


Iré a Roma, no lo dudéis. Así que, si queréis elevaros mucho más en el tribunado del pueblo, os interesa seguir siendo el instrumento de Cayo Mario.

 

NUEVA CARTA DE A DE LUCIO APULEYO SATURNINO A CAYO MARIO:

No dudo de que vendréis a Roma. Al mismo día siguiente al recibo de vuestra aleccionadora nota, vuestro estimado colega Lucio Aurelio Orestes, segundo cónsul, murió de repente. Y, aun a riesgo de sufrir vuestras censuras, aproveché la oportunidad para forzar al Senado a que os llamase. No era ése el plan trazado por los padres de la patria, quienes mediante el portavoz de la cámara recomendaron que los padres conscriptos eligiesen un cónsul suffectus para ocupar la silla dejada vacante por Orestes. Pero, ¡oh sorprendente suerte!, el día anterior Escauro habia pronunciado un largo discurso en la cámara diciendo que vuestra presencia en la Galia Transalpina era una afrenta a la credulidad de todos los varones honrados y que habíais fabricado el pánico a los germanos para haceros elegir como auténtico dictador. Por supuesto, nada más morir Orestes, Escauro cambió de tonada completamente: la cámara no osaría llamaros a ejercer las funciones electorales teniendo Italia encima la amenaza germana, y, por consiguiente, la cámara debía nombrar un cónsul suplente para no interrumpir las elecciones.


Como no he tenido tiempo de comenzar a valerme del cargo de tribuno para posponer las elecciones, creo que ya es innecesario. En lugar de eso, me levanté en la cámara y pronuncié un sagaz discurso para que nuestro estimado príncipe del Senado pudiera interpretarlo de dos maneras. O hay una amenaza germana o no la hay. Y decidí aceptar su discurso del día anterior como su sincera opinión: no había amenaza germana. Por consiguiente, no había necesidad de ocupar la silla de marfil del finado cónsul con un suffectus. No, dije, hay que llamar a Cayo Mario y que Cayo Mario lleve a cabo la tarea para la que ha sido elegido. No necesitaba acusar a Escauro de modificar su punto de vista en el segundo discurso para acomodarse a las circunstancias. Todos lo entendieron.


Espero que ésta llegue antes que el correo oficial. La época del año favorece la ruta marítima, aunque, naturalmente, podríais deducir perfectamente los acontecimientos leyendo los comunicados del Senado. Pero si consigo que mi carta llegue antes que ellos, tendréis algo más de tiempo para planificar vuestra campaña en Roma. He comenzado a mover las cosas entre los electores, naturalmente, y cuando lleguéis a Roma dispondréis de una delegación de los más respetables dirigentes del pueblo que os rogará que os presentéis a las elecciones de cónsul.

( C. McC.)



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