domingo, 25 de enero de 2015

CARTA DE CORNELIA SILA A SU PADRE LUCIO CORNELIO SILA


Padre, mi situación es desesperada. Habiendo muerto mi esposo y mi suegro, el nuevo paterfamilias, mi cuñado, que ahora se llama Quinto, se porta conmigo de forma abominable. Tiene una esposa que me hace la vida imposible. Cuando vivían mi esposo y mi suegro, no me causaban contrariedad, pero ahora el nuevo Quinto y su horrenda esposa viven conmigo y con mi suegra. Por derecho, la casa es de mi hijo, pero ellos parecen haberlo olvidado. Mi suegra, supongo que como es natural, se ha puesto de parte de su hijo y a todos les ha dado por echarte la culpa de la situación de Roma y de sus propios problemas. Y hasta dicen que enviaste deliberadamente a mi suegro a la muerte en Umbría. Como consecuencia de esto, mis hijos y yo estamos sin criados, nos dan de comer lo mismo que a la servidumbre y nos lo escatiman todo. Cuando me quejo, me dicen que jurídicamente dependo de ti. ¡Como si no hubiese dado a mi difunto esposo un hijo que es el heredero de la mayor parte de la fortuna de su abuelo! Esto es también causa de resentimiento. Dalmática me ha suplicado que me vaya a vivir con ella, pero no considero que no debo hacerlo sin tu consentimiento.



Padre, lo que te pediría en lugar de que me permitas vivir en tu casa (si tus problemas te dan tiempo para pensar en mí) es que me busques otro esposo. Aún me quedan siete meses de luto; y si me lo permites los pasaría en tu casa en compañía de tu esposa. Pero no quiero abusar de Dalmática más tiempo y quiero tener mi propia casa.



Yo no soy como Aurelia y no quiero ganarme la vida. Tampoco me gusta la clase de vida que lleva Elia, aguantando el despotismo de Marcia. Por favor, padre, si me encuentras un marido te lo agradeceré enormemente. Es preferible casarse con el peor de los hombres que ir a vivir a la casa de otra mujer. Te lo digo tal como lo siento.



Por otra parte, estoy bastante bien, aunque me he acatarrado por el frío que hace en mi cuarto. Y los niños también. Me doy cuenta de que en esta casa no lamentarían gran cosa que a mi hijo le sucediese algo.



( C. McC. )


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