No olvidéis que somos romanos y
que vamos a entrar en la ciudad de Roma -dijo en tono grave-. Vamos a cruzar el
pomerium sin ordenar que entren las tropas de Marco Antonio. Nosotros podemos
hacer frente a la situación y no hay necesidad de recurrir a un ejército profesional.
Prohíbo rotundamente todo tipo de violencia que no sea la estrictamente necesaria,
y os advierto solemnemente, en particular a los jóvenes, que no ha de alzarse
una sola espada contra quien no esgrima la espada. Llevad bajo el escudo palos
y estacas y sacudid de plano con la hoja de la espada. Siempre que podáis, arrebatad
las armas de madera a los revoltosos, envainad la espada y atacad con la
madera. ¡No quiero montones de cadáveres en el corazón de Roma! Traería mala
suerte a la república y sería su fin. Lo que tenemos que hacer hoy es evitar la
violencia, no causarla.
Sois mi ejército -prosiguió
imperturbable-, pero pocos de vosotros habéis servido a mis órdenes hasta hoy.
Así que tomad buena nota de mí única advertencia: quienes desobedezcan mis
órdenes o las de mis legados morirán. No es momento de andarse con distingos ni
facciones. Hoy no hay clases de romanos; sólo romanos. Sé que hay entre vosotros
muchos que detestan a los proletarios y a los de las clases humildes, pero yo
os digo, ¡oídlo bien!, que un proletario es un romano, y que su vida es tan
sagrada y bajo el amparo de la ley como la mía y la vuestra. ¡¡No habrá ningún
baño de sangre!! Si reparo en un solo conato de matanza, me acercaré en persona
a donde lo vea y alzaré mí espada contra quien sea, y, con arreglo a las
cláusulas del decreto del Senado, sus herederos no podrán exigirme responsabilidad
alguna si lo mato. Recibiréis órdenes solamente de dos personas: de mi y de Lucio
Cornelio Sila. No de ningún otro magistrado curul al que el decreto confiera
potestad. No atacaremos mientras no lo ordenemos yo o Lucio Cornelio. Y lo
haremos lo más suavemente posible. ¿Entendido?
( C.
McC. )
No hay comentarios:
Publicar un comentario