jueves, 15 de enero de 2015

CARTA DESDE ESMIRNA DEL CONSULAR PUBLIO RUTILIO RUFO A SU AMIGO LUCIO CORNELIO SILA ACONSEJANDOLE SOBRE PROBLEMAS FAMILIARES:

 

Querido Lucio Cornelio, ¿por qué será que los padres nunca saben cómo tratar a sus hijas? ¡Me desespero! Desde luego, debo decirte que yo nunca tuve contrariedades con mi hija. Cuando la casé con Lucio Calpurnio Pisón, lo hizo embelesada. No cabe duda que fue debido a que ella no era nada del otro mundo y no tenía mucha dote; su principal dote era que su tata no hizo nada por encontrarle esposo. Si le hubiese traído a aquel repelente hijo de Sexto Perquitieno, se habría desmayado; así que, cuando comparecí con Lucio Pisón ella lo consideró un regalo de los dioses y desde entonces no ha dejado de darme las gracias. Y el matrimonio ha sido tan feliz, que, al parecer, ellos piensan hacer lo mismo y la hija de mi hijo se casará con el hijo de mi hija cuando tengan la edad. Sí, sí, ya sé lo que solía decir el abuelo de César, pero es la primera pareja de primos carnales que se casa en nuestra familia. Tendrán unos retoños preciosos.

 

La solución a tu dilema, Lucio Cornelio, es, en realidad, de lo más simple. Sólo requiere la connivencia de Elia, porque tú debes quedar como si no hubieses intervenido. Que Elia empiece a hacerle a la muchacha unas cuantas insinuaciones de que tú has cambiado de idea sobre su matrimonio y que estás pensando en averiguar otras perspectivas. Elia deberá citar unos cuantos nombres de hombres totalmente repulsivos, tal como el hijo de Sexto Perquitieno. Ya verás como a la jovencita eso no le gusta nada.


Que Cayo Mario esté en las últimas es una suerte -con perdón-, pues el joven Mario no puede casarse mientras el paterfamilias esté incapacitado. Comprende que es esencial que la joven Cornelia Sila tenga la ocasión de encontrarse a solas con el hijo de Mario. Después se entera de que su esposo puede ser mucho peor que el hijo de Quinto Pompeyo. Que Elia la lleve consigo a visitar a Julia en un momento en que el joven Mario esté en casa, y que no les impidan verse a solas... ¡Tienes que avisar de antemano a Julia de lo que tramáis! Verás cómo el joven Mario es un individuo mimado y egocéntrico.


Créeme, Lucio Cornelio, ya verás cómo no hace ni dice nada para hacerse valer ante la enamorada. Aparte de la enfermedad de su padre, lo que más le preocupa en este momento es quién va a tener el honor de aguantarle como cadete mayor. Es lo bastante inteligente para darse cuenta de que, sea quien sea, no le va a consentir ni la décima parte de lo que solía hacerlo su padre, aunque hay comandantes más indulgentes que otros. Por la carta de Escauro vengo a deducir que nadie quiere saber nada de él y que su destino depende estrictamente de la comisión de contubernalis. Por mi modesta red de informadores sé que el hijo de Mario pasa su tiempo fundamentalmente con las mujeres y la bebida, no necesariamente en ese orden. Sin embargo, será uno de los motivos por los que nuestro jovencito no caerá en trance al verse con Cornelia Sila, reliquia de su niñez, por la que, cuando tenía quince o dieciséis años, nutría tiernos sentimientos, aprovechándose, seguramente, de su buena disposición de un modo que ella nunca percibió. No es muy distinto ahora de como era entonces; la diferencia estriba en que él se cree que sí y ella cree que no. Créeme, Lucio Cornelio, él cometerá toda clase de patochadas y, además, seguro que ella le irrita.

 

Una vez que la muchacha se haya visto con él, dile a Elia que insista un poco más en el hecho de que cree que vas a renunciar a la alianza con Pompeyo Rufo, y que necesitas el apoyo de un caballero muy rico.


Y ahora, Lucio Cornelio, te diré un valioso secreto relativo a las mujeres. Una mujer quizá haya decidido rechazar radicalmente a un pretendiente, pero si de pronto ese pretendiente abandona el cortejo por motivos que nada tienen que ver con el rechazo, ella inevitablemente decide pensárselo mejor y comprobar cómo es la presa que se le escapa. ¡Al fin y al cabo, tu hija no conoce al pretendiente! Elia deberá encontrar una poderosa razón para que Cornelia Sila vaya a una cena en casa de Quinto Pompeyo Rufo. Que el padre está de permiso en Roma, que la madre está enferma, o lo que sea. ¿No se tragará nuestra jovencita su desagrado para tener la oportunidad de echar un vistazo al desdeñado pretendiente? Te aseguro, Lucio Cornelio, que aceptará ir. Y, como yo conozco al pretendiente, estoy totalmente seguro de que cambiará de idea. Es exactamente el tipo de hombre que puede atraerla, porque siempre será más lista que él y no tendrá ningún problema en ser quien mande en la casa. ¡Irresistible perspectiva! Se parece tanto a ti... en ciertas cosas.

 

Las cosas que suceden en este rinconcito del vasto orbe no son buenas. Supongo que en estos momentos no hay nadie que tenga tiempo ni ganas de saber lo que sucede en Asia Menor. Pero no me cabe la menor duda de que en las dependencias del Senado hay un informe olvidado, que nuestro príncipe del Senado habrá leído. Además, recibirá la carta que le he escrito por el mismo correo que lleve ésta.

 

En el trono de Bitinia hay un títere del Ponto. ¡Sí, en cuanto se aseguró de que Roma había vuelto la espalda, el rey Mitrídates invadió Bitinia! Es ostensible que quien dirigió la invasión fue Sócrates, el hermano menor del rey Nicomedes III, lo que justifica que Bitinia continúe llamándose un país libre al haber cambiado el rey Nicomedes por el rey Sócrates. Parece una contradicción llamarse Sócrates y ser rey, ¿no? ¿Te imaginas a Sócrates el ateniense dejándose coronar rey? A pesar de esto, en la provincia de Asia todos sufren el espejismo de que Bitinia es un país libre, cuando, menos por el nombre, es ahora un feudo de Mitrídates del Ponto, quien por cierto debe estar furioso por el lento proceder del rey Sócrates, que dejó escapar al rey Nicomedes. Pese a sus años, Nicomedes cruzó el Helesponto más rápido que un corzo; aquí corre el rumor de que se dirige a Roma para quejarse de la pérdida del trono que el Senado y el pueblo de Roma graciosamente le cedían. Le veréis en Roma antes de fin de año, cargado con la mayor parte del tesoro de Bitinia.

 

Y, por si eso fuera poco, ¡hay también un títere del Ponto en el trono de Capadocia! Mitrídates y Tigranes fueron juntos a Eusebia Mazaca y sentaron en el trono a otro hijo de Mitrídates. Éste se llama también Ariarates, pero no debe ser el Ariarates que conoció Cayo Mario. En cualquier caso, el rey Ariobarzanes fue tan raudo como el rey Nicomedes de Bitinia y escapó como un rayo de sus perseguidores. Llegará a Roma a pedigüeñar poco después de Nicomedes. ¡Lamentablemente, es mucho más pobre!

 

Lucio Cornelio, estoy seguro de que en nuestra provincia de Asia se están cociendo grandes problemas. Hay muchos aquí que no han olvidado los tiempos de los publicani. Y muchos que odian el nombre de Roma. Por eso hay muchos círculos aquí en los que se venera el nombre de Mitrídates. Mucho me temo que si tuviera la intención -y es más que probable que la tenga- de apoderarse de la provincia de Asia, le recibirían con los brazos abiertos.

 

Ya sé que todo esto no es un problema que te afecte. Es competencia de Escauro, el cual me dice que no se encuentra muy bien.


Ahora estarás en pleno teatro de operaciones en Campania. Estoy de acuerdo contigo en que se ha producido un cambio de situación. ¡Pobres, pobres itálicos! Con ciudadanía o sin ella, no se les perdonará durante muchas generaciones.


Cuéntame el resultado del asunto de tu hija. Preveo que el amor se impondrá al fin.


( C. McC. )



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