sábado, 10 de enero de 2015

CARTA DEL PROCÓNSUL DE LA HISPANIA CITERIOR CNEO POMPEYO MAGNO AL SENADO DE ROMA RECLAMANDO DINERO PARA SUS COFRES DE GUERRA



 

Al Senado y al Pueblo de Roma.

Comprendo que la carestía de trigo afectará a Roma e Italia tanto como a mí. He enviado dos de mis legiones con mi colega Pío a la provincia Ulterior que está en mejores condiciones que la Citerior.



Esta carta no es para pedir provisiones. Ya me las arreglaré para alimentar a mis tropas, y me las arreglaré para acabar con Quinto Sertorio. Esta carta es para pedir dinero. Aún debo a la tropa casi un año de paga, y estoy harto de estarles siempre debiendo.

 

Aunque estoy en el extremo oeste de la tierra, me entero de lo que sucede en los demás sitios. Sé que Mitrídates ha invadido Bitinia a principios de verano al ocurrir la muerte del rey Nicomedes. Sé que las tribus del norte de Macedonia están levantiscas de un extremo a otro de la vía Egnatia. Sé que los piratas están impidiendo a las flotas romanas el transporte de trigo de Macedonia oriental y de la provincia de Asia para paliar la carestía de alimento en Italia. Sé que los cónsules de este año, Lucio Lúculo y Marco Cotta, se han visto obligados a marchar para hacer la guerra a Mitrídates. Sé que Roma tiene apuros dinerarios. Pero también sé que ofrecisteis al cónsul Lúculo setenta y dos millones de sestercios para una flota y que declinó el ofrecimiento. Así que, al menos tenéis setenta y dos millones de sestercios bajo una losa del Tesoro, ¿no? Eso es lo que más me fastidia, que deis más valor a Mitrídates que a Sertorio. Pues yo no. Uno es un déspota oriental cuya única fuerza está en los números, y el otro es un romano.

 

Y su fuerza está en eso. Y sé a quién preferiría enfrentarme. De hecho ojalá me hubieseis ofrecido a mí la misión de acabar con Mitrídates. La hubiera aceptado inmediatamente dejando este ingrato y olvidado asunto de Hispania.

 

No puedo seguir en Hispania sin parte de esos setenta y dos millones de sestercios, así que sugiero que levantéis la losa del Tesoro y apartéis unas cuantas bolsas de dinero. Si no, la alternativa es muy sencilla: licencio a mis tropas en la Hispania Citerior -los soldados que aún me quedan de las cuatro legiones- y les dejo a su albur para que se alimenten por sí solos todo el camino hasta Italia. Sin jefes y sin la tranquilidad de saber que los manda alguien, creo que pocos optarían por regresar. La mayoría hará lo que haría yo en tal situación: ir a alistarse en los ejércitos de Quinto Sertorio porque él les alimentará y les pagará con regularidad. De vosotros depende. O me mandáis dinero o licencio a las tropas aquí mismo.

 

Por cierto, no se me ha pagado el caballo público.



( C. McC. )




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