La imagen que ha
sobrevivido del rey de los hunos en la imaginación popular hasta el siglo XXI es
la de un cruel y sanguinario caudillo bárbaro que anegó el Imperio romano en
sangre y que llegó a plantarse a las puertas de la misma Roma, donde sólo la intervención
de un enérgico Papa logró contener su avance y que se retirase más allá de
las fronteras. Pero la realidad de Atila y del tiempo que le tocó vivir es mucho más compleja.
Efectivamente, fue un líder tribal de una actividad combativa inagotable
que provocó una fuerte desestabilización en un mundo romano ya de por sí
muy debilitado, pero ni fue tan salvaje ni la conjuración del peligro que supuso su
avance sobre Roma fue mérito de sus adversarios. Ya desde su época fue víctima de
una campaña propagandística que le calificó nada menos que de «flagelo de
Dios», cuyos ecos han perdurado hasta nuestros días a costa de una realidad histórica
en la que es posible que Atila, además de verdugo, fuese víctima.
( Argumento del Canal
televisivo Historia )
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