sábado, 4 de julio de 2015

LOS SENADORES ROMANOS DE LA ÉPOCA REPUBLICANA




Habrá quienes piensen que los eminentes padres conscriptos del Senado son pura corrupción. Y en consecuencia deberían ser pura decadencia, blandos, insustanciales. Pero no lo son. Son tan duros como el pedernal, fríos como el hielo y tan sutiles como un sátrapa parto. Nunca ceden. Te aseguras a uno, le amansas hasta el servilismo y de repente desaparece y te encuentras tratando con una cara distinta en circunstancias distintas. Y es porque son seres individualistas y lo bastante ricos para vivir el resto de sus vidas con plena independencia económica. Lo único que llevan en su mente y en su corazón es Roma y su condición de romanos, lo cual lo hacen el pueblo más patriota de todo el orbe conocido. Naturalmente tener una renta de como mínimo un millón de sestercios anuales es condición indispensable para formar parte del Senado Romano.

 

Aunque los reyes extranjeros envíen a Roma una embajada con oro, plata, joyas, obras de arte y todo lo necesario para halagar el gusto nobiliario de un romano, no logran sobornar a la mayor parte de ellos, salvo algunos que estén a punto de arruinarse o ya en manifiesta y crónica ruina. Es curioso que tampoco no se puedan sobornárseles con mujeres o muchachos; sólo con mercancías negociables, o con dinero contante y sonante. Y aún así, a cualquier rey de cualquier lugar lo ven como a un ser inferior, por debajo de su condición de senador, aunque sea el senador menos importante de toda la curia romana.  

 


Es sabido que a los senadores  romanos los obsesionaba aquello de los comités y las comisiones, y nada los complacía más que enviar un grupito de funcionarios a un rincón remoto del planeta para investigar, pontificar, adjudicar y mejorar. En otro reino uno optaría por ponerse a la cabeza de un ejército para hacerse imponer, pero los romanos se presentaban vestidos con togas, escoltados por simples lictores y ni un solo soldado a mano; comenzaban a dar órdenes y esperaban que se cumplieran como si hubiesen llegado al frente de un ejército, Y, en su mayor parte, eran obedecidos. Eso eran los senadores romanos. 

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