martes, 21 de julio de 2015

CARTA DEL CONSULAR PUBLIO RUTILIO RUFO A CAYO MARIO SOBRE LOS PROCESOS ELECTORALES EN ROMA

 

No había acabado el día cuando el pueblo ya sabía la noticia. Mario Aquilio ni siquiera tuvo tiempo de volver a su asiento antes de que los diez tribunos de la plebe abandonaran su banco, cruzando como flechas la puerta camino de la tribuna de los Espolones para dirigírse a la multitud reunida en la fuente de los Comicios, que debía ser media Roma, pues la otra media llenaba el bajo Foro. Naturalmente, el Senado en pleno siguió a los tribunos de la plebe, dejando a Escauro y a nuestro querido amigo el Meneítos gritando ante doscientas sillas tumbadas por el suelo.


Los tribunos de la plebe convocaron la Asamblea del pueblo y, sin pérdida de tiempo, se plantearon dos plebiscitos. Siempre me sorprende que seamos capaces en un abrir y cerrar de ojos de redactar mucho mejor algo que en otras circunstancias otros tardan meses enteros. Lo que demuestra que esos otros lo que hacen es desmenuzar buenas leyes y convertirlas en malas. Cota me había dicho que Cepio venía camino de Roma a toda velocidad para imponer su versión, pero que pretendía conservar su imperium quedándose fuera del pomerium mientras su hijo y los suyos la difúndían por la ciudad. De ese modo pensaba quedar a salvo, protegido por su imperium, hasta que su versión de los acontecimientos fuese la oficial. Me imagino que pensaría, sin duda con toda la razón, conseguir una prórroga del cargo de gobernador conservando así el imperium y la Galia Transalpina el tiempo suficiente hasta que se hubiese disipado el escándalo.


Pero la plebe frustró sus deseos. Votaron de forma aplastante la anulación inmediata de su imperium. Así que cuando Cepio llegue a las afueras de Roma se encontrará más desnudo que Ulises en la playa. En el segundo plebiscito, Cayo Mario, el funcionario electoral (yo) propuso incluir tu nombre como candidato al consulado, pese a que no pudieras estar presente en Roma para la fecha de las elecciones.


Por cierto, una vez propuestos los plebiscitos, nada menos que Cneo Domicio Ahenobarbo -me imagino que considerándolo interés privado, ya que se las da de fundador de la provincia de la Galia Transalpina- intentó hablar desde la tribuna de los Espolones en contra del plebiscito y de tu nombramiento de cónsul in absentia. Bien, ya sabes lo coléricos que son en esa familia y lo arrogantes y llenos de genio que se muestran todos. Pues Cneo Domicio babeaba de rabia y cuando la multitud se cansó de oírle y le abucheó, ¡él quiso hacerla callar! Y yo creo que por tratarse de Cneo Domicio habría tenido bastantes posibilidades, pero algo falló en su cabeza o en su corazón porque se desplomó allí mismo muerto más tieso que un pollo. Eso apaciguó un tanto los ánimos, la Asamblea se levantó y la gente se fue a sus casas. Pero lo importante ya estaba hecho.

 

Los plebiscitos se aprobaron al día siguiente por la mañana sin que hubiese una sola tribu disconforme. Y así yo pude ponerme a organizar las elecciones. Y no perdí el tiempo, créeme. Con una cortés solicitud al colegio de tribunos de la plebe lo puse todo en marcha. A los pocos días habían elegido al nuevo colegio, con unos miembros muy aguerridos y mejores; me imagino que por tratarse de asuntos de guerra y de generales. Tenemos al hijo mayor del dolorosamente finado Cneo Domicio Ahenobarbo y al hijo mayor del dolorosamente finado Lucio Casio Longino. Tengo entendido que Casio se ha presentado para demostrar que no todos los de su familia son tan responsables asesinos de soldados romanos, así que te será de buena utilidad a ti, Cayo Mario. También está Lucio Marcio Filipo y, figúrate, un Clodio del numeroso clan de los Claudios Clodio. ¡Por los dioses, cómo se reproducen!


La Asamblea de las centurias votó ayer con el resultado de que, como decía líneas más arriba, Cayo Mario fue elegido primer cónsul por todas las centurias de la primera clase más todas las de la segunda clase necesarias para alcanzar el cómputo. A algunos viejos senadores les habría gustado bloquear tus posibilidades, pero es de dominio público tu condición de promotor honorable y sincero partidario de los negocios (sobre todo después de tu escrupuloso cumplimiento de todas las promesas que hiciste en Afríca), y los caballeros votantes no han tenido remordimientos de conciencia ante minucias tales como las de presentarte al segundo consulado al cabo de tres años o de ser candidato a cónsul in absentia.


Así que, cuando nos veamos, Cayo Mario, será para traspasarte los poderes del cargo. Ojalá pudiera decir que estoy totalmente satisfecho conmigo mismo. Por el bien de Roma era vital que te diesen el mando en la guerra contra los germanos, pero ¡ojalá se hubiera podido hacer de un modo más ortodoxo! Pienso en los enemigos que se sumarán a los que ya tienes, y tiemblo. Has provocado muchos cambios en la maquinaria de producción legislativa. Sí, ya sé que todos han sido necesarios para mantenerte, pero, como decían los griegos de Odiseo, la hebra de su vida era tan fuerte que rozaba todas las otras hasta romperlas. Creo que Marco Emilio Escauro, príncipe del Senado, tiene cierta razón de su parte en la actual situación, porque a él no se le puede imputar la intolerancia tan estrecha de miras del Numídico. Escauro ve, igual que yo, cómo van desapareciendo los antiguos métodos romanos. Yo entiendo que Roma se está cavando su propia fosa, y que si se pudiera confiar en el Senado para que te dejase enfrentarte con los germanos a tu manera, serían innecesarias esas sorprendentes medidas nuevas, extraordinarias y poco ortodoxas. Pero me duele, no obstante.


Tengo que añadir, para terminar, que tu candidatura disuadió a todos los partidarios del honor y la alcurnia; algunas personas decentes que habían inscrito su nombre como candidatos, lo retiraron. Igual hizo Quinto Lutacio Catulo César, diciendo que contigo colaboraría con menos ganas que con su perro. En consecuencia, tu colega consular será elegido a suertes. Lo que no debe desanimarte más de lo debido, porque estoy seguro de que no te dará guerra. Sé que estás deseando saber quién es, pero sólo te diré de él que es venal, aunque creo que eso ya lo sabes. ¿Su nombre? Cayo Flavio Fimbria.



( C. McC. )



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